El mercado mundial de confitería está en auge, proyectando un crecimiento de $194 mil millones en 2021 a $242 mil millones en 2028. Con la demanda regresando a niveles prepandémicos, los chocolates de lujo, chicles y productos premium están en alza, mientras que los consumidores muestran interés en snacks orgánicos. Los fabricantes están redoblando esfuerzos para asegurar la oferta de opciones más saludables y experiencias sensoriales que satisfagan estos nuevos gustos del mercado.
Desde la forma en que producimos, almacenamos y consumimos alimentos, hasta los métodos de conservación, la agricultura y las pruebas de calidad, la química juega un rol crítico en la industria alimentaria. Ante el incremento de la demanda global de alimentos y el auge del comercio internacional, la química es un aliado invaluable para garantizar la seguridad alimentaria y la inocuidad.
Cuando se habla de productos fermentados es común pensar en yogur, vinagre, kéfir o cerveza, pero la fermentación también es clave en la panificación. Lograr un pan de calidad depende de varios factores, como ingredientes, amasado, cocción óptima y, por supuesto, fermentación. Gracias a este proceso, se mejoran las propiedades organolépticas del pan y se incrementa su digestibilidad y durabilidad. Mantener un buen control de la fermentación es fundamental para productos de mejor sabor y calidad.
Actualmente hay una tendencia que aboga por el regreso a lo tradicional, por alimentos que se vinculan con atributos saludables y sostenibles, y que generalmente tienen un componente orgánico y “bio” importante. En esta tendencia se sitúan los “alimentos vivos” o “fermentados”, que han mostrado un alto crecimiento en los últimos años. Es el momento de que las empresas que buscan posicionarse con productos sostenibles, saludables y naturales, conozcan los retos tecnológicos que hay detrás de estos.