Se estima que el 75% de la población mundial padece intolerancia a la lactosa, el principal azúcar presente en la leche.
Aunque la intolerancia a la lactosa puede ser temporal, por ejemplo asociada a enfermedades del intestino delgado, en la mayoría de los casos es de origen genético y por tanto irreversible.
En el presente texto se analiza desde el punto de vista científico la intolerancia a la lactosa y se comentan las implicaciones de los productos lácteos en el mercado latinoamericano.
Una enzima importante
Al nacer, todos los seres humanos son capaces de digerir la lactosa. La leche materna contiene una elevada cantidad de este azúcar, que aporta la mayor parte de las calorías durante el primer año de vida.
Para la absorción de la lactosa es imprescindible una enzima, la lactasa, que los seres humanos están programados para producir mientras dura la lactancia. La lactasa, presente en el intestino delgado, degrada la lactosa para dar lugar a dos azúcares simples, la glucosa y la galactosa, que el organismo absorbe fácilmente.
En la mayoría de los seres humanos, la producción de lactasa cesa con el destete a medida que disminuye el consumo de leche. En otras palabras, los seres humanos están genéticamente predispuestos a dejar de producir lactasa, un fenómeno que aumenta con la edad.
La deficiencia de lactasa, conocida también como hipolactasia, hace que muchos adultos sean incapaces de digerir la lactosa, por lo que deben limitar o incluso evitar por completo el consumo de leche y productos lácteos. En esas personas, la lactosa sin digerir provoca diversos efectos molestos como dolor abdominal, cólicos, hinchazón del vientre y gases. Un aspecto importante es que el grado de reducción en la producción de lactosa varía de una persona a otra, por lo que la intolerancia a la lactosa puede ser más o menos pronunciada.
Intolerancia a la lactosa varía según las etnias
La prevalencia de la intolerancia a la lactosa varía mucho según los grupos étnicos. En Latinoamérica, así como en numerosos países de Asia y África, entre un 50% y un 100% de la población es incapaz de digerir la lactosa.
En otros lugares, en cambio, esta cifra puede ser de sólo un 3-5%, como por ejemplo en el noroeste de Europa. Los habitantes de esas zonas continúan produciendo lactasa en la edad adulta. Se cree que esta capacidad se debe a una mutación genética dominante.
Debido a las ventajas nutricionales de la dieta rica en leche, este gen se difundió rápidamente en las zonas en que se criaban animales productores de leche. De hecho, las investigaciones demuestran que los menores porcentajes de deficiencia de lactasa se hallan en poblaciones europeas con una larga historia de ganadería láctea. Sin embargo, incluso en esas regiones, la capacidad de digerir la lactasa puede disminuir con la edad.
Diferencias en la dieta
En zonas con elevada prevalencia de la intolerancia a la lactosa, como Latinoamérica, el consumo de leche y productos lácteos se reduce o evita para evitar los efectos secundarios desagradables provocados por la lactosa no digerida.
Tradicionalmente, en esas zonas se recomienda a las personas con intolerancia a la lactosa que complementen su dieta con otros alimentos ricos en calcio y con vitamina D para mantenerse sanos, particularmente en cuanto a masa ósea. A pesar de ello, a muchos consumidores les preocupa que una dieta pobre en productos lácteos les impida consumir nutrientes vitales para su salud.
Los estudios siguen demostrando diversas ventajas de una dieta rica en productos lácteos, que van desde un menor riesgo de cardiopatías, accidentes cerebrovasculares o diabetes hasta la conservación de la salud de los huesos. Si no se realiza un gran esfuerzo para consumir suplementos adecuados o incluir fuentes alternativas en la dieta, puede ser difícil obtener una cantidad suficiente de los nutrientes contenidos en los productos lácteos.
En los últimos diez años ha aumentado mucho el conocimiento de los consumidores latinoamericanos sobre la intolerancia a la lactosa. Por ejemplo, se han publicado numerosos artículos y publicidades en revistas o en Internet que han logrado educar a los consumidores en este problema e informar las deficiencias nutricionales asociadas.
Esto ha ayudado a despertar en Latinoamérica, como en otras partes del mundo, una enorme demanda de productos lácteos sin lactosa o bajos en lactosa. Inicialmente, este sector emergente se limitaba a la leche, pero las constantes innovaciones han llevado a lanzar en la última década una amplia gama de productos, que continúa creciendo. Abarca desde leche, incluidos los batidos y las bebidas lácteas saborizadas y enriquecidas con vitaminas, hasta helado, crema batida, queso cottage, ricota, queso fresco y diversos quesos semiduros.
Por la alta prevalencia de la intolerancia a la lactosa en Latinoamérica puede decirse que esos países han estado a la vanguardia de la «revolución» de los productos sin lactosa o bajos en lactosa. Por ejemplo, el yogur sin lactosa se lanzó en Colombia en 2002-03, en Brasil en 2005 y en Chile en 2006-07.
Por su parte, la leche en polvo baja en lactosa se comercializa en Argentina desde hace más de diez años, y en Costa Rica desde 2001-02. A menudo, el lanzamiento de estos productos se ve acompañado por publicidades de alto perfil y campañas de concientización para ayudar a los consumidores a conocer su problema e impulsar la demanda en este lucrativo mercado.
Como la intolerancia a la lactosa es una de las causas más frecuentes de molestias digestivas en todo el mundo, estos productos ofrecen a un elevado porcentaje de la población un modo de poder consumir y disfrutar por fin productos lácteos sanos.
La tecnología al rescate
Hace muchos años que las empresas situadas a la vanguardia de las tecnologías enzimáticas desarrollan preparados fermentados de lactasa. Al añadirse a alimentos y bebidas, estas enzimas imitan el rol de la lactasa en el propio organismo, esto es, degradan la lactosa casi por completo.
La primera lactasa de producción biológica, se lanzó en 1978. Los países latinoamericanos estuvieron entre los primeros en emplear esta enzima, muy utilizada por ejemplo en el dulce de leche para evitar la cristalización de la lactosa antes de la fecha de caducidad del producto. En esa misma época se lanzó la leche baja en lactosa, que resultó ser muy popular entre el elevado número de consumidores intolerantes a la lactosa.
¿Cómo funcionan exactamente estas innovaciones en lactasa? Existe un preparado de lactasa purificado, aislado a partir de la levadura láctea Kluyveromyces lactis. Al igual que la lactasa del organismo humano, degrada la lactosa en glucosa y la galactosa, sin efectos secundarios negativos en el producto final como notas indeseables. Al agregar estos preparados enzimáticos a los productos lácteos, los fabricantes pueden elaborar productos bajos en lactosa o sin lactosa que ofrecen beneficios nutricionales, además de un sabor limpio.
El mercado de los productos bajos en lactosa se ha desarrollado y crecido, y lo mismo ha ocurrido con la demanda de lactasas con diversas actividades y beneficios específicos. Existe una versión más pura que reduce las notas indeseables que pueden aparecer a lo largo del periodo de conservación de los productos sin lactosa, y proporciona hasta la fecha de caducidad una mayor calidad y un sabor más limpio que cualquiera de las alternativas actualmente comercializadas.
El uso de lactasa en el yogur, resulta además, en niveles más altos de dulzor, esto sucede como consecuencia de la degradación de lactasa en glucosa y galactosa. Esto elimina la necesidad de añadir edulcorantes: los yogures bajos en lactosa son naturalmente dulces y por lo tanto más sanos, una ventaja adicional para los consumidores intolerantes a la lactosa.
Futuro brillante para los productos sin lactosa
La mejor comprensión de la intolerancia a la lactosa ha impulsado un aumento de la demanda de productos sin lactosa o bajos en lactosa. En la actualidad, los consumidores latinoamericanos intolerantes a la lactosa tienen acceso a una gama cada vez mayor de productos lácteos que, gracias a soluciones enzimáticas innovadoras, evitan molestias o efectos secundarios embarazosos. De este modo, ya no tienen que perderse nutrientes vitales o productos deliciosos de consumo cotidiano.