El doctor en ecología José Sarukhán Kermez, resaltó la importancia de la diversidad biológica no solo como un fenómeno ecológico sino como un elemento trascendental de la soberanía alimentaria.Todos los días desayunamos biodiversidad, comemos biodiversidad, cenamos biodiversidad y todo eso no lo cosechamos, no lo sembramos, pero proviene de alguien que lo hizo en un sistema ecológico a cierta distancia, comentó José Sarukhán, Premio Nacional de Ciencias y Artes 1990 y coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Este tema fue abordado en el marco del ciclo Charlas con Premios Nacionales organizado por el Fondo de Cultura Económica (FCE) y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República (CCC), que se realiza en la librería Rosario Castellanos del FCE.
México no es solo un país con enorme riqueza biológica y cultural, además es centro de domesticación de muchas de las plantas que hoy son imprescindibles para alimentar a la humanidad, el maíz, frijol, jitomate, amaranto, la calabaza y muchas otras especies comestibles que se desarrollaron por años en la milpa, gracias al trabajo de quienes Sarukhán denominó las primeras científicas. Esta enorme diversidad genética de plantas domesticadas debe ser conservada no solo por cuestiones biológicas, sino por cuestiones culturales.
El doctor en ecología resaltó la importancia de mirar el concepto soberanía alimentaria como el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica. La biodiversidad es parte fundamental de este concepto de soberanía alimentaria, pues cada pueblo genera tradiciones y costumbres en torno a los sistemas de producción de alimentos y a los platillos que elabora según las diferentes especies animales, vegetales y de microorganismos que utilizan.
Pero la realidad es que hoy los productos que necesitamos para la supervivencia se producen en sistemas ecológicos, sistemas que en este momento, debido a la cantidad de población mundial y al tipo de alimentos que demanda, provocan una disrupción enorme en el ambiente.
El hecho de que los métodos agrícolas actuales tengan un impacto tan negativo en los ecosistemas plantea un enorme reto: ¿Cómo producir alimentos sin terminar con un escenario ambiental catastrófico? Tema que, dijo, debe discutirse con urgencia, pues ya en el país se ha deforestado una enorme extensión de bosque, con fines agrícolas, y aun así persiste la pobreza alimentaria.
En México no hemos discutido cómo vamos a asegurar que realmente tengamos de manera sustentable la alimentación sana, adecuada, nutritiva y ligada a nuestra cultura a mediados del siglo, que ya está a 35 años de distancia prácticamente, refirió Sarukhán Kermez.
La manera en que alimentemos a la población de mediados del siglo XXI definirá el grado de conservación de los remanentes de sistemas naturales en el planeta, enfatizó el ecólogo. Para enfrentar este dilema de alimentación y conservación de la naturaleza, incluso la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), apuesta por una nueva forma de producción de los alimentos, un sistema de agricultura familiar.
En cuanto al uso de organismos genéticamente modificados en los sistemas de producción alimentaria, José Sarukhán considera que el problema no es de carácter científico, sino un problema social, económico y cultural, en donde grandes compañías se apropian de un proceso evolutivo que ha sido practicado por los campesinos mexicanos por años.
Además, el especialista comentó que en México no existen los mecanismos de vigilancia que eviten que las semillas transgénicas dispersen material genético a las variedades nacionales y a los parientes silvestres de las plantas domesticadas, lo cual es un grave riesgo para la biodiversidad.
El ecólogo opinó que la diversidad biológica y cultural no puede desarrollarse basada en un solo sistema agrícola. La visión de una solución universal para la gran riqueza de paisajes lleva a situaciones como las que imperan hoy en día en el país, donde 80 por ciento de los agricultores no se ven beneficiados por el sistema tecnificado propuesto por la Revolución Verde.
Para José Sarukhán, el nuevo camino lleva a la generación de cultivos biodiversos que permitan el proceso de selección y variación de las especies en diferentes partes del mundo. Esto permitirá que las plantas domesticadas se adapten a los distintos ecosistemas y generen la gran riqueza que todavía observamos hoy en día. Allí está el caso del maíz en México, con 59 razas de la planta, que le permiten desarrollarse en ambientes cálidos y fríos, desde el nivel del mar hasta los tres mil metros de altura.
Fuente: Conacyt Agencia Informativa / www.conacytprensa.mx