Día a día, y aunado al proceso natural de envejecimiento, la vida cotidiana nos expone al llamado estrés oxidativo. De manera muy simplificada, el estrés oxidativo puede ser definido como el desequilibrio entre la disponibilidad de antioxidantes y la generación de radicales libres en un ser vivo.
Los antioxidantes son moléculas que nuestro cuerpo produce internamente u obtiene de manera externa para ser utilizados – entre otras cosas- como un mecanismo de defensa celular ante moléculas consideradas como “agresoras” ó ante los llamados radicales libres.
Los radicales libres son moléculas que reaccionan fácilmente con el oxígeno (o con algún otro electrón) ocasionando reacciones enzimáticas, o reacciones de oxidación y reducción en nuestro cuerpo, lesionando en cierta medida a las células que conforman nuestro cuerpo.
Dicho en términos narrativos, un antioxidante es una molécula “heroica” que se sacrifica por el bienestar celular uniéndose a los radicales libres y neutralizando su actividad para que estos no ocasionen daño a nuestro organismo.
Si bien éstos radicales libres y el estrés oxidativo no pueden evitarse por completo, pues forman parte del proceso natural de envejecimiento y de regeneración celular. Su presencia puede verse incrementada bajo la exposición constante a factores considerados como “estresantes”: la exposición prolongada a la luz del sol, la falta de horas de sueño, el sedentarismo, el tabaquismo, el exceso de trabajo, la presión laboral, la contaminación, el ejercicio extenuante, el alto consumo de grasas, el alto consumo de azúcares, la presencia de obesidad, la hipertensión, la dislipidemia, etcétera.
Factores que, de estar presentes demandan al cuerpo un mayor número de antioxidantes y que de no estar presentes podrían conllevar al desarrollo de enfermedades.
¿Cuáles son los principales antioxidantes?
Varios estudios clínicos y epidemiológicos proponen a los beta-carotenos, la vitamina E (tocoferoles y tocotrienoles), la vitamina A (retinol), la vitamina C, el selenio, la coenzima Q10 y toda la gama de polifenoles o flavonoides (luteína, licopeno, zeaxantina, catequina, epicatequina, etcétera) como los representantes de las sustancias con el mayor potencial antioxidante hasta ahora descrito.
La mayor parte de ellos son vitaminas y minerales que pueden ser obtenidos a través de una dieta correcta y predominantemente en las frutas, las verduras y los cereales integrales.
No obstante, resultados de varios ensayos clínicos y meta-análisis recientes, aún no demuestran evidencias concreta sobre el beneficio de consumir cantidades de antioxidantes superiores a la recomendación de ingesta diaria poblacional (IDR) para vitaminas y minerales; e inclusive algunos estudios han concluido que su consumo en exceso o a manera de suplementos podría incrementar el riesgo de mortalidad al sujeto que los consume.
Sin embargo, en términos de ventas éstos resultados no coincide de manera estrecha con lo que el consumidor prefiere.
Crecimiento de productos con capacidad antioxidante
Tan sólo en el 2009, el mercado de suplementos con capacidad antioxidante fue valorado en más de 3.4 billones de dólares para la vitamina C, 879 millones de dólares para Coenzima Q10, y 1.39 billones de dólares para la vitamina E, según datos de Euromonitor International.
De acuerdo con un reporte de “Package Facts” en el año 2011, las ventas para las bebidas envasadas con declaración de antioxidantes se incrementó en un 12.9% en Estados Unidos, mientras que para los alimentos empaquetados con esta misma declaración (cereales integrales y productos de panificación) se incrementó en un 7.3%.
Además de que en Estados Unidos se predice un crecimiento anual del 6% durante los últimos 5 años para aquellos productos con capacidad antioxidante, de tal suerte que para el año 2016 el mercado pueda ser valuado en aproximadamente 86 billones de dólares.
Entre los productos con mayor crecimiento el pasado año, se encuentran en el mercado los jugos de frutas exóticas, frutas tropicales o del bosque (granada, cereza, zarzamoras, mangostán, noni), además de cereales integrales adicionados. Esto ha ocasionado que tanto la industria alimentaria, la industria cosmética e inclusive farmacéutica destinen parte de sus actividades a la investigación, innovación y producción de nuevos alimentos fortificados o adicionados con antioxidantes. Recientemente podemos encontrar salsas, bebidas, barritas, cereales, e incluso golosinas con esta declaración.
No obstante, un punto que preocupa e interesa a los expertos en regulación y marketing, es el hecho de que el término “antioxidante” aún no es bien comprendido por el consumidor, sobre todo cuando se conjunta con la expresión “alto potencial”… independientemente de que la mayoría lo acepta como algo positivo para su salud.
La Food Drugs Administration (FDA) por su parte, dictaminó que ante esta situación, es posible incluir en la leyenda o etiqueta de un producto, que éste tiene o es de “alto potencial antioxidante” cuando las vitaminas o minerales que están presentes se encuentran en una concentración superior al 100% de la IDR, por lo que esta expresión no puede ser usada cuando para el micronutrimento en cuestión no se ha establecido su IDR.
Además de que se ha discutido mucho sobre la capacidad antioxidante de cada una de las sustancias contenidas en los productos y la dosis suficiente para producir un beneficio en quien la consume. Ya que si bien nadie pone en tela de juicio la importancia que tienen los antioxidantes en el control del estrés oxidativo y el papel primordial que éstos juegan en cualquier ser vivo con capacidad aeróbica.
Sin embargo, hasta el momento la evidencia científica de un claro beneficio parece inconclusa y la recomendación más asertiva será sugerir que los antioxidantes se obtengan de los alimentos, primordialmente de un incremento en la cantidad de frutas y verduras que los contienen, y no mediante el consumo de suplementos. Idea que si bien pareciera utópica, puede lograrse aunado a la promoción de un estilo de vida saludable.