La seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe enfrenta retos cada vez más desafiantes debido a una combinación de factores estructurales y coyunturales que afectan la disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad de los alimentos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con otras agencias internacionales, identificó que el hambre en la región, si bien ha mostrado una leve mejora en los últimos dos años, sigue siendo más alta que antes de la pandemia de Covid-19.
El informe "Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024" destaca que un 74 % de los países de la región presentan alta exposición a fenómenos climáticos extremos como sequías, inundaciones y tormentas, lo que impacta negativamente en la producción de alimentos y la estabilidad de los precios.
La crisis climática ha intensificado la vulnerabilidad de los sistemas agroalimentarios, debilitando su capacidad de respuesta ante eventos extremos y aumentando la inseguridad alimentaria en poblaciones vulnerables.
La subalimentación y la malnutrición: una realidad persistente
El informe señala que la subalimentación en América Latina y el Caribe sigue siendo una problemática crítica. En 2023, el 6.2 % de la población de la región (aproximadamente 41 millones de personas) sufrió hambre, una leve reducción en comparación con el año anterior.
Sin embargo, las disparidades entre subregiones son notables: mientras que Sudamérica ha mostrado una reducción en la prevalencia del hambre, el Caribe sigue registrando la mayor tasa con un 17.2 % de su población afectada.
También el estudio advierte sobre el creciente problema de la malnutrición. Aunque la prevalencia de la emaciación infantil es baja en comparación con otras regiones del mundo, el sobrepeso en niños menores de cinco años ha aumentado, alcanzando un 8.6 %.
Esto refleja cambios en los patrones alimentarios, con un consumo elevado de productos procesados y una reducción en la ingesta de alimentos frescos y nutritivos.
Por otro lado, la obesidad en adultos afecta al 29.9 % de la población de la región, casi el doble del promedio mundial.
Este problema se ve exacerbado por la alta disponibilidad de alimentos calóricos de bajo valor nutricional, lo que evidencia la necesidad de políticas públicas enfocadas en mejorar la educación nutricional y la regulación de los entornos alimentarios.
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Impacto de la variabilidad climática en la seguridad alimentaria
La variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos afectan directamente la producción de alimentos en la región.
Estudios recientes indican que las sequías prolongadas han reducido drásticamente la productividad de cultivos básicos en países como Brasil, Chile y México.
Asimismo, las inundaciones han provocado pérdidas significativas en la infraestructura agrícola, limitando el acceso a alimentos y generando fluctuaciones en los precios.
En los últimos 20 años, los días de calor extremo se han vuelto más frecuentes en la región, lo que afecta la calidad de los suelos y la disponibilidad de agua para el riego.
Durante el fenómeno de El Niño, se observaron aumentos en los precios de granos básicos como el maíz y el trigo, lo que impactó negativamente en la seguridad alimentaria de los sectores más vulnerables.
Entre 2019 y 2023, la prevalencia del hambre aumentó en 1,5 puntos porcentuales en los países afectados por la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos. La situación es aún peor en aquellos países que simultáneamente enfrentan otras disrupciones, como conflictos y recesiones económicas.
El alto costo de una dieta saludable, una barrera para la seguridad alimentaria
Los entornos alimentarios saludables son cruciales para la seguridad alimentaria y la nutrición, ya que influyen en el acceso, la asequibilidad, la seguridad y las preferencias relacionadas con los alimentos.
Uno de los factores que agravan la inseguridad alimentaria en la región es el elevado costo de una dieta saludable. En 2022, América Latina y el Caribe registró el costo más alto del mundo, con un promedio de 4,56 dólares PPA por persona al día, en comparación con el promedio global de 3.96 dólares PPA.
A pesar de una leve mejora en la asequibilidad de los alimentos, el 27.7 % de la población regional (182.9 millones de personas) no puede costear una dieta saludable. En el Caribe, esta situación es aún más crítica, donde el 50% de la población enfrenta dificultades económicas para acceder a alimentos nutritivos.
La transición hacia sistemas agroalimentarios más sostenibles que promuevan dietas saludables es una vía hacia la adaptación y, en consecuencia, hacia una mayor resiliencia climática.
Estrategias para fortalecer la resiliencia de los sistemas agroalimentarios
Para mitigar los efectos del cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria, el informe recomienda estrategias enfocadas en cinco pilares: anticipación, prevención, absorción, adaptación y transformación.
Algunas de las acciones clave incluyen:
- Sistemas de alerta temprana: Uso de tecnologías para monitorear condiciones climáticas y prever desastres naturales.
- Producción agrícola resiliente al clima: Implementación de prácticas sostenibles como la agroforestería y la rotación de cultivos.
- Diversificación de fuentes de alimentos: Fomento de la producción local para reducir la dependencia de importaciones y mejorar la autosuficiencia alimentaria.
- Programas de protección social: Transferencias condicionadas y subsidios para mejorar el acceso a dietas saludables en poblaciones vulnerables.
La importancia de una gobernanza efectiva y la cooperación regional
El informe enfatiza la necesidad de fortalecer la gobernanza en la seguridad alimentaria, promoviendo políticas basadas en evidencia científica y adaptadas a la realidad climática de cada país.
La integración de esfuerzos entre gobiernos, sector privado y organizaciones internacionales será clave para transformar los sistemas agroalimentarios en estructuras más resilientes y sostenibles.
Garantizar la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe no solo requiere mayor inversión en infraestructura agrícola y tecnología, sino también estrategias de inclusión social y apoyo a los pequeños productores.
Enfrentar los desafíos actuales es fundamental para asegurar la disponibilidad de alimentos a largo plazo y reducir la brecha de desigualdad en el acceso a una alimentación adecuada.
Finalmente, la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos, intensificados por el cambio climático, representan desafíos significativos para la seguridad alimentaria y la nutrición, tanto en la actualidad como en el futuro. En consecuencia, este informe se enfoca en cómo reducir los impactos de estos fenómenos sobre la seguridad alimentaria y la nutrición.
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