Según un estudio, reemplazar tan sólo 1% de grasas saturadas por unas más saludables como nueces, granos enteros y proteínas vegetales, parece reducir el riesgo de enfermedades cardiacas.
Nuevas investigaciones revelan que consumir altos niveles de las cuatro de las principales grasas saturadas -como las que se encuentran en mantequilla, manteca, carne roja, grasa láctea y aceite de palma- pueden elevar el riesgo de padecer enfermedad cardiaca coronaria. Sin embargo, reemplazar tan sólo 1% de dichas grasas con grasas más saludables como nueces, granos enteros y proteínas vegetales parece reducir el riesgo hasta en un 8%.
El estudio, realizado en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard en Boston, MA, fue publicado en The BMJ (Brithish Medical Journal, por sus siglas en inglés). El autor principal, Qi Sun, profesor asistente en el Departamento de Nutrición de la Escuela, señaló que los hallazgos “corroboran las recomendaciones de los actuales Lineamientos Alimenticios del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)”.
Sun nota que los actuales lineamientos recomiendan a la gente limitar el consumo de grasa saturada a no más de un décimo del total de calorías; llevar una dieta saludable que incluya frutas, verduras, granos enteros, nueces, legumbres, pescado y lácteos bajos en grasa; y usar aceites vegetales de cocina ricos en grasas poliinsaturadas y monoinsaturadas. Él y sus colegas notaron que, aunque hay evidencia científica del efecto que tienen los ácidos grasos individuales en los lípidos sanguíneos, se sabe poco sobre los vínculos entre el consumo de ácidos grasos individuales y el riesgo de padecer enfermedad coronaria.
La investigación sugiere que la enfermedad cardiaca coronaria surge cuando ciertos factores dañan el revestimiento de las arterias que proveen sangre rica en oxígeno a los músculos del corazón. Entre esos factores se encuentran fumar, altos niveles de colesterol y ciertas grasas en la sangre, presión arterial alta y altos niveles de azúcar sanguínea, como la que se presenta con la diabetes o la resistencia a la insulina.
Los depósitos grasos conocidos como placa comienzan a acumularse en el lugar del daño, fenómeno que puede presentarse desde la niñez. A medida que se acumula la placa, ésta puede endurecerse y romperse. La placa endurecida restringe el flujo sanguíneo, lo que puede resultar en angina (dolor o molestia en el pecho). La placa rota incrementa los coágulos que estrechan aún más las arterias y empeoran la angina. Si un coágulo es lo suficientemente grande, puede bloquear parcial o totalmente la arteria, ocasionando un ataque cardiaco.
Para su estudio, los investigadores recabaron y analizaron datos de casi 116,000 participantes de dos grandes estudios cohortes de 1986 a 2010: el estudio de seguimiento de profesionales de la salud (casi 43,000 hombres) y el estudio de salud de las enfermeras (un poco más de 73,000 mujeres). Los datos provenían de cuestionarios sobre dieta y salud que los participantes contestaron cada 4 años.
Los investigadores hallaron que el consumo 5% más alto de ácidos grasos saturados de cadenas más largas -como los que se encuentran en el queso, la leche entera, la mantequilla, la carne de res y el chocolate- se vinculó con un riesgo 25% más alto de padecer enfermedad coronaria durante los 24 a 28 años que duró el seguimiento.
Otros análisis revelaron que remplazar sólo 1% del consumo diario de cuatro ácidos grasos saturados -ácido láurico, ácido mirístico, ácido palmítico y ácido esteárico- por calorías equivalentes provenientes de grasas monoinsaturadas, grasas poliinsaturadas, carbohidratos de granos enteros o proteínas vegetales, podría reducir el riesgo relativo entre 4 y 8%. La reducción del riesgo más fuerte provino al remplazar el ácido palmítico, el cual se encuentra en aceite de palma, grasa láctea y carne roja.
Uno de los investigadores, Frank Hu, profesor de nutrición y epidemiología, indicó que sus hallazgos refutan la idea de que “la mantequilla está de vuelta”. También señaló que es impráctico elegir diferentes ácidos grasos saturados para hacer recomendaciones alimenticias, ya que estas grasas comparten las mismas fuentes alimenticias, por ejemplo: lácteos, carne roja, mantequilla, manteca y aceite de palma.
Fuente: British Medical Journal