Obesidad: Desarrollos de la industria

No hace falta ser nutriólogo, profesional de la salud o tecnólogo de alimentos para poder notar los cambios que la industria de alimentos ha ido introduciendo en la elaboración y presentación de sus productos.

Los anteriores ejemplos son solo algunos de los desarrollos y las muchas opciones que la industria de alimentos ha venido ofertando a sus comensales, con el fin de satisfacer la demanda de productos “buenos para quien los consume”. Y ¡cómo no hacerlo!, cuando vivimos en un país donde siete de cada 10 personas presentan problemas de sobrepeso y obesidad, con todas las implicaciones que esto conlleva.

 

El reto es lograr ese binomio indulgencia-salud, que permita disponer de productos alternativos pero con el mismo sabor que el original, la misma consistencia e inclusive el mismo precio; con la única distinción de cubrir con la exigencia de ser un producto saludable, seguro, inocuo e inclusive benéfico para quien lo consume. La buena noticia, es que la industria de alimentos (o por lo menos gran parte de ella) está demostrando ser un organismo cada día más sensible, responsable, consciente, innovador y flexible ante estas peticiones; la mala noticia, es que ésta no será la solución al problema.

 

EL PROBLEMA

 

El sobrepeso y la obesidad son enfermedades crónicas, caracterizadas por un exceso de grasa y de peso corporal, principalmente se derivan de un balance de energía positivo debido a la suma de factores como la inactividad física,  el consumo excesivo de energía durante un periodo considerable de tiempo, la selección de alimentos ricos en azúcares y grasas, y con alta densidad energética. Lo cual a su vez, da origen a enfermedades crónico-degenerativas de gran impacto económico y social como la Diabetes Mellitus tipo 2, la hipertensión arterial, la dislipidemia, el Síndrome Metabólico, el hígado graso y a enfermedades del corazón; por mencionar algunas.

 

Pero ¿Qué está causando esta epidemia? ¿Qué hace la industria al respecto? ¿Qué esperamos diferente?

 

En primera instancia, debemos aclarar que la obesidad, es una enfermedad multifactorial, que no se cura, sino que se controla; y que es ocasionada por factores conductuales, culturales, fisiológicos, metabólicos, ambientales y genéticos. Uno de los principales determinantes para su desarrollo, es el cambio en el estilo de vida y el comportamiento en la alimentación que cada individuo tiene.  En muchas ocasiones, suena tentador culpar a la industria de alimentos, e inclusive a la propia comida mexicana como el causante del sobrepeso y la obesidad en nuestro país; más sin embargo, si analizamos esto con mayor detenimiento, podemos afirmar que no es ni la industria por sí misma, ni los “alimentos genéticamente modificados”, ni la herencia mestiza -por mencionar algunos conceptos-, los causantes del problema; sino la suma de factores que en su conjunto se han denominado como “medio ambiente obesogénico”,  del cual pareciera es más difícil escapar que formar parte. 

 

Con respecto a esto, no es mera coincidencia,  que el sedentarismo, la poca actividad física, los cambios en la estructura familiar, el tiempo disponible para preparar y consumir alimentos, el estrés, la falta de sueño, el exceso de trabajo, el aumento en trastornos depresivos, la pobreza, los avances tecnológicos, la modernización, la globalización, el uso de internet, la televisión, los videojuegos, la evolución misma, e inclusive el costo y el acceso a cierto tipo de alimentos determinen un estilo de vida poco saludable; ideal para el ahorro de energía, y el desarrollo del sobrepeso y la obesidad.

 

Como muestra de ello, basta mencionar datos de la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT 2006), donde señala que al menos 50% de los jóvenes pasa más de doce horas frente al televisor y/o videojuegos. Y por otra parte,  si  analizáramos las preferencias de consumo y el precio de dos productos en el mercado, nos daríamos cuenta de que una botella de agua de 500 mL y 0 kilocalorías, tiene un menor precio que una bebida carbonatada de 350 mL y 137 kilocalorías, sin embargo gran parte de la población sigue optando por comprar la segunda. Ahora bien, tanto gobierno, como academia, organismos de salud y la industria misma; preocupados por esta creciente epidemia, han buscado diferentes formas de hacer frente al problema, a través del desarrollo de nuevos productos como alternativas de consumo, modificando sus presentaciones y generando acuerdos que regulen inclusive la mercadotecnia involucrada en ésta.

 

LAS ACCIONES

 

El código PABI, es un ejemplo claro de este intento, que busca promover la realización y emisión de publicidad de alimentos y de bebidas no alcohólicas con responsabilidad en materia de salud, para proteger al consumidor y orientar al público – sobre todo infantil – en cuestión alimentaria, y así promover estilos de vida saludables.  Otro ejemplo, es el acuerdo para la Salud Alimentaria y la “ley Antiobesidad” que mencionan dentro de sus puntos la obligatoriedad escolar de practicar 30 minutos diarios de ejercicio, y que dentro de los alimentos expendidos en las escuelas se eviten los alimentos procesados altos en grasas y azúcares simples.

 

También cabe destacar, el esfuerzo de la industria de alimentos que pertenece a la iniciativa CONMEXICO, para modificar la manera de etiquetar sus productos, logrando que a través del etiquetado nutrimental con un esquema de “pilas” se destaque el contenido calórico, la presencia de grasas trans o saturadas, sodio, azúcares y fibra en cada productos.

 

Todos estos hechos, no son sino algunas de las estrategias que la industria de alimentos ha desarrollado para incidir en el problema del sobrepeso y la obesidad; además de la propia modificación de menús completos en restaurantes o servicios de comida rápida, sustituyendo un ingrediente por otro con menos calorías, cambiando formulaciones enteras de un producto, eliminando contenidos de grasa y azúcar pero  asegurando mismo sabor y misma textura, reduciendo el tamaño de las porciones, incluyendo programas de ejercicio dentro del empaque de un producto, endulzando postres y bebidas con edulcorantes nuevos y novedosos, prefiriendo lo natural,  reduciendo el contenido de sodio -sin quitarle lo salado-, eliminando por completo el contenido de grasas trans, invirtiendo en el desarrollo de nuevos ingredientes y además seguros.

 

¿QUÉ MÁS PODRÍAMOS ESPERAR?

 

Por un lado se espera que la industria de alimentos siga bajo el mismo tenor, desarrollándose como una industria responsable y comprometida con el bienestar de su consumidor. Se espera una industria que comunique de manera clara y honesta, que invierta en educación e investigación, una industria dirigida con ética, una industria innovadora, sustentable y amigable con el medio ambiente; pero sobre todo, nos queda a todos y a cada uno de nosotros, hacernos responsables del consumo de lo que ésta nos ofrece,  dejar atrás la existencia de productos “buenos” y “malos”; para hablar más sobre estilos de vida y de alimentación saludables, volvernos un consumidor responsable de la libre elección de lo que se compra y se consume, y así poder hacer un mejor frente al problema desde uno de sus muchos orígenes: el comportamiento de uno mismo.