Naranjú es una sabrosa mezcla de golosina y jugo, un ícono de los 80 que hasta el día de hoy se vende en algunas tiendas.
Argentina. - ¿Delicia o nostalgia? El Naranjú, en sus múltiples sabores, es una golosina que al día de hoy está envuelta en mitos por su envase y sus ingredientes. Sin dudas, su éxito tiene tres claves: salía de lo común de las golosinas, era refrescante y sobre todo barato.
Se creó a principios de los años 80, jamás tuvo publicidad. Es improbable no haberlo consumido. En tiempos en los que funcionaba el Ital Park, los cassettes se rebobinaban con una lapicera, circulaban billetes de un peso, se leía Anteojito y Billiken y el Atari era lujo de la tecnología, en las tiendas se vendía Naranjú, una sabrosa mezcla de golosina y jugo que fue furor hasta mediados de los 90 y que desapareció durante algún tiempo, pero que volvió en silencio y al día de hoy todavía se consigue en algunos kioscos.
En Argentina, desde siempre, fue fabricado por Suchen S.A, una empresa argentina fundada en 1976 con sede en la localidad bonaerense de Rafael Castillo, en el partido de La Matanza. Sin embargo, el mismo producto se conseguía en otros países de Latinoamérica bajo distintos nombres o marcas: marcianos, chupps, helado en bolsita, sabalito, charamusca, vikingo, boli, bolo, hielito, cubo, chupichupi, saborín, duro frío, raspaíto, etcétera.
Existen decenas de blogs de Internet que hasta hoy siguen aportado mitos y verdades sobre el Naranjú, aquel jugo envasado históricamente en un pequeño sachet, cuya gracia estaba en chuparlo congelado, mordiendo primero un extremo del envoltorio para absorber el jugo que poco a poco iba derritiéndose.
Hay tutoriales en YouTube que dan recetas caseras para fabricarlo. Hay empresas que venden la preparación lista para congelarlo en Mercado Libre; como también varias páginas en Facebook con hasta más de 40,000 usuarios nostálgicos de esta golosina, encuestas para elegir el mejor sabor y peticiones del estilo Que vuelva el Naranjú. Lo buena noticia es que volvió.