Investigadores del Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON) desarrollan envases activos que permitirán conservar los alimentos hasta 50 por ciento más, debido a su acción antioxidante.
El envase activo es una denominación que obtienen algunos envolventes de alimentos que cumplen con alguna función adicional al empaquetado. Los productos diseñados en el ITSON fungen como agente antioxidante, y permiten un mayor almacenamiento de productos susceptibles a la oxidación.
Mediante esta tecnología, los alimentos que contienen alto índice de lípidos (grasas) quedan protegidos ante factores ambientales que provocan su descomposición, como la luz, el oxígeno o la temperatura.
El doctor Jaime López Cervantes, investigador del ITSON y líder del proyecto, explicó que actualmente se han diseñado envases para productos alimenticios como pizzas y quesos (en forma de encerados que recubren al alimento), aunque agregó que los envolventes pueden ser implementados en una gran variedad de productos.
Otra posibilidad que permiten los envases activos es evitar contaminación microbiana: "En nuestros laboratorios hemos desarrollado envases activos antimicrobianos y han sido probados con éxito en algunos tipos de pescado parcialmente cocidos", señaló el doctor López Cervantes.
El investigador del ITSON detalló que estos envases no sólo benefician a los alimentos respecto a su consumo interno, sino que son potencialmente útiles en mercados internacionales: "Por ejemplo, la exportación de jitomates se dificulta debido a que el fruto tiene pocos días de duración antes de que se deteriore. Sin embargo, mediante los envases activos es posible alargar su tiempo de conservación hasta en 10 días, con lo que se facilita su transportación y venta".
Envases hechos con biotecnología sustentable
Para materializar los envases activos, el doctor Jaime López Cervantes investigó sobre los efectos de dos componentes que se encuentran en el camarón. Por un lado, la astaxantina, un pigmento natural que tiene altas potencialidades antioxidantes (es el componente responsable del color rojizo que adquiere el crustáceo cuando es cocido).
También fue utilizada la quitina (molécula responsable de darle rigidez al caparazón del camarón). Este componente es el precursor de un compuesto denominado quitosano, que funciona como un potente agente antimicrobiano.
El investigador explicó que el proceso biotecnológico que da origen a estos componentes consiste en la fermentación de las cabezas de camarón (que normalmente son desechadas). Mediante tal procedimiento hay una separación física de componentes en dos fases: primero se trata a los lípidos para obtener la astaxantina; posteriormente hay una fase sólida en la que es extraída la quitina.
De esta forma se aprovechan los residuos de la industria camaronera, pues se estima que las cabezas que son desechadas representan 35 por ciento del peso total del crustáceo. Según algunos cálculos, en el estado de Sonora los desechos de camarón oscilan en 27 mil toneladas anuales.
Este proyecto contó con el apoyo de un fondo de cooperación internacional del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y actualmente se desarrolla en conjunto con investigadores en España y Portugal.