En la actualidad, hay materiales que son especialmente fabricados para convivir con los alimentos, por ejemplo el interior del envoltorio de la manteca. Estos deben pasar por una serie de controles como el fin de que ninguno de sus componentes migre al contenido del
envase y lo contamine.
Entre los materiales más utilizados para la comercialización de comida se encuentran la celulosa que puede ser extraída de elementos no reciclados y reciclados.
El Laboratorio Químico y de Procesos de Centro INTI Celulosa y Papel trabajó en el desarrollo de técnicas analíticas a fin de evaluar la calidad de los envoltorios. Allí se realizan ensayos sobre el material celulósico y, a partir de los resultados, el INTI puede asesorar a los fabricantes para mejorar algún parámetro en el caso de ser necesario.
La normativa que se aplica en los países miembros del Mercosur, a partir del año 2016, regulariza el uso de la celulosa reciclada en la producción de papeles que van a estar en contacto con alimentos. A su vez se sumaron a la lista materiales con riesgo cancerígeno, como la antraquinona. Con dichas modificaciones, los técnicos del instituto desarrollaron una metodología que no existía en la región. El método de detección de antraquinona, a fin de detectar la presencia de este compuesto tóxico en la celulosa.
Este tipo de estudio, explica el INTI, se aplica tanto a materiales reciclados como no reciclados por la peligrosidad que presenta la sustancia. En Argentina existen mayores controles para identificarla y se establecieron plazos para eliminarla totalmente de la producción de papel.
Alimentos más seguros para el mercado interno
El procedimiento consiste que una vez que el fabricante del envase o envoltorio asiste al INTI lo primero que se verifica es sí el material celulósico es reciclado o no, ya que cada una de estos materiales le corresponden procedimientos diferentes.
Cuando la fuente es un material no reciclado, el fabricante debe presentar una declaración jurada con los aditivos que aplicó para la producción del papel. En función a la declaración se fijan ensayos de control, como los ensayos de migración global, específica de metales pesados o la aplicación del método de detección de antraquinona que puede estar presente en la pulpa de la celulosa, y que se suma a la lista de materiales con riesgo cancerígeno como los PCB (Bifenilos Policlorados) y los Clorofenoles. Estos son ensayos de base para ambos materiales.
Fabían Delorenzi, responsable del laboratorio, explicó que en el instituto hacen ensayos de migración global para saber todo lo que puede llegar a migrar del papel a alimento: “Esto tiene un límite establecido por la reglamentación Mercosur y otro específico para medir algún contenido particular”.
Con el desglose de los componentes, los técnicos solicitan un detalle del tipo de alimentos que se van a transportar, el tiempo, la temperatura y en función de eso, llevan a cabo la simulación del contacto. En el caso de que el papel reciclado vaya a estar en contacto con un alimento acuoso-graso (como por ejemplo una pizza) se realizan análisis adicionales para detectar Aminas
Los resultados son volcados en un informe para que el fabricante pueda saber si cumple o no con los requerimientos necesarios. Si los parámetros no son acordes, puede solicitar al INTI asistencia técnica para mejorar la calidad de su producción.
Estos estudios son de carácter obligatorio y son certificados por el INAL o el SENASA en el caso de tratarse de productos cárnicos o vegetales. Para los productores que desean exportar a EEUU o a Europa, contar con informes sobre la calidad de su producción es vital para cumplir con los requisitos exigidos por el país de destino.
Si bien estos análisis son de carácter obligatorio para poder comercializar un producto, se está avanzando en la inclusión de esta información en el etiquetado, a fin que en un futuro próximo, el usuario pueda conocer que el ensayo fue realizado.
Fuente: INTI.