Se sustituyó la miel de avispas y de maguey por el azúcar, ejemplificó Luis Alberto Vargas Guadarrama, investigador de la UNAM
En el país, la mayoría de la población se alimenta de manera inadecuada y, por lo tanto, está mal nutrida. Esto ha propiciado una epidemia de obesidad, particularmente en las ciudades, advirtió Luis Alberto Vargas Guadarrama, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
Un estudio realizado en escuelas primarias del Distrito Federal, mostró que uno de cada cinco niños padecía sobrepeso, y algunos obesidad.
Otras investigaciones, agregó, han demostrado que si antes de los seis años un pequeño sufre sobrepeso, incrementa notablemente la posibilidad de ser obeso en la edad adulta. Además, la población mexicana, principalmente la que habita en las urbes, también aumenta de estatura por cambios en la dieta.
Reservas de grasa.
Una nutrición adecuada puede mejorar la expresión del potencial genético de los individuos y hacer que los niños crezcan más, con lo que aumentará la talla de una generación a otra. Esto es muy claro en Yucatán, según datos de la reconstrucción de la estatura de la población desde la época prehispánica.
Los mayas del periodo Preclásico tenían una altura mayor que los del Clásico, el Posclásico y la Colonia, en el momento en que conformaron un pueblo explotado por sus gobernantes, por los españoles y los mestizos en el cultivo del henequén. Sin embargo, se ha observado que los de finales del siglo XX empezaron a adquirir nuevamente la estatura promedio que tenían en el Preclásico, señaló.
Otro caso de acuerdo con un estudio de Rosa María Ramos Rodríguez, también del IIA refiere que los miembros de una comunidad triqui, en Oaxaca, hasta hace poco aislada, marginada y monobilingüe, han aumentado de peso con la llegada e ingesta de alimentos foráneos, aunque aún son bajitos con respecto al resto de los mexicanos.
Desarrollar la estatura es importante, pero el crecimiento exagerado de las reservas de grasa de nuestra población es grave, pues con él se incrementa la incidencia de enfermedades como las cardiovasculares y diabetes, comentó Vargas Guadarrama.
En México, los cambios en nuestro régimen alimenticio, como el consumo excesivo de productos industrializados (con una alta densidad energética) y la sustitución de otros pertenecientes a nuestra comida tradicional, hacen que coexistan los dos aspectos negativos: obesidad y desnutrición.
Muchas especies ya no forman parte de nuestra dieta. Ya no ingerimos quelites, por ejemplo, que contienen más vitaminas y minerales que otras verduras. Y los capulines, tan sabrosos, son difíciles de conseguir porque a nadie le interesa venderlos.
Vargas Guadarrama coordinó un estudio en Yosotato, en la Mixteca Alta de Oaxaca, que le permitió demostrar que los integrantes de esa comunidad indígena, cazadores-recolectores, llegaban a ingerir alrededor de 200 especies animales y vegetales. En contraste, los habitantes de las ciudades sólo consumimos entre 50 y 60, detalló el investigador.
País dulcero.
En opinión del universitario, un sinnúmero de factores ha originado la mala nutrición entre nuestra población, y la consecuente epidemia de obesidad. Algunos productos, como las sopas instantáneas y los refrescos, se han convertido en alimentos primarios porque la industria ha influido en nuestro concepto de cómo se debe comer. Hoy, por ejemplo, muchos mexicanos beben refrescos de cola, incluso dos o tres veces al día.
La grasa también cambió para siempre la dieta prehispánica. Desde la Colonia, con la introducción del cerdo, la hemos agregado, junto con los hidratos de carbono refinados. En cuanto al azúcar, no se conocía en Mesoamérica, únicamente se consumía miel de avispas y de maguey.
Por eso, los restos de indígenas prehispánicos casi no presentan caries. Ahora somos una nación dulcera. Desde que los españoles construyeron ingenios aquí, este ingrediente es parte de nuestro patrimonio alimentario y los padecimientos dentales abundan, acotó.
Ni pizzas ni hamburguesas.
Más recientemente, se ha modificado la idea de lo que se debe comer. En la década de los años 40 del siglo XX, no se bebía en el país jugo de naranja en el desayuno, porque entonces ese cítrico era muy ácido.
Sin embargo, se logró desarrollar una naranja dulce en Veracruz y ahora el zumo, que se vende incluso en puestos callejeros, forma parte de nuestra cultura alimentaria, al igual que las pizzas y hamburguesas, que hace 70 años no existían.
Otros factores que han contribuido a modificar la dieta de los mexicanos son el gusto personal (a algunos les agradan las vísceras, a otros no), la experiencia (otros sufren diarrea por un alimento) y la religión (hay quienes no comen carne roja en Semana Santa), añadió.
Una dieta variada.
Ante la interrogante de qué hacer para tener una dieta equilibrada y, por consiguiente, una buena nutrición, Vargas Guadarrama recomendó, a nivel personal, aprender a comer y combinar un alimento de cada uno de estos tres grupos: frutas y legumbres, productos de origen animal, y/o leguminosas ricas en proteínas y cereales. Otra recomendación básica es comer poco de mucho.
En el caso de los bebés, los problemas no se presentan tanto en la lactancia, sino en el momento en que la leche ya es insuficiente para su desarrollo. Entonces, el universitario recomendó unos alimentos muy populares en México, con una alta densidad energética y una cantidad adecuada de proteínas: los atoles. Éstos pueden ayudar a normalizarse de ciertos padecimientos. Por ejemplo, el de avena es laxante y el de arroz ayuda a disminuir el tamaño de las heces.
Su dieta se puede complementar con otros productos accesibles, como las leguminosas (frijoles, chícharos, garbanzos, lentejas). Un puré de frijol bien hecho y colado, es formidable, finalizó el investigador.
Fuente:Mi Morelia