La tecnología de envasado en aerosoles ha sido un elemento disruptor dentro de la industria alimentaria ya que ha permitido desarrollar productos de alta calidad sensorial, con texturas atractivas y formatos innovadores como espumas, productos pulverizados.
Con este tipo de envasado se pueden realizar decoraciones atractivas, tan demandadas en hostelería, sin necesidad de utilizar utensilios de cocina adicionales. La presencia de este formato en el mercado de la alimentación es limitada, sin embargo, la búsqueda de soluciones o formatos novedosos que satisfagan a los consumidores puede hacer que esto cambie.
Ejemplos como la espuma de queso, la masa de churros, el frosting para pastelería, son productos en aerosol ya desarrollados y que permiten crear platos de elaboración más compleja en un tiempo muy reducido, lo que los vuelve atractivos también para los consumidores que viven en un vaivén constante y donde no existe el tiempo de cocinar o realizar preparaciones más elaboradas.
Aerosoles para alargar la vida útil
Una de las ventajas de este envasado es que incluso una vez abierto, evitan que el aire, la luz o agentes microbianos penetren su interior protegiendo al producto de contaminaciones y de reacciones comunes en alimentación, como la oxidación por lo que su vida útil es más larga y podría suponer un ahorro en el gasto del consumidor.
En ese sentido, el control de la dosificación y el formato con el que el producto es dispensado permiten además reducir la ingesta de ingredientes menos saludables como la sal, el azúcar o la grasa. Un ejemplo: la sal en aerosol puede ayudar a reducir un 20% su consumo diario.
Por lo que son productos de aplicación fácil y limpia, que además permiten adaptar la ración a nuestras necesidades, favoreciendo una reducción del desperdicio alimentario respecto a otros envases convencionales. Es una tecnología consolidada que a su vez se encuentra en constante evolución.
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