Los sistemas alimentarios atraviesan un punto de inflexión. Para competir y cumplir con metas de sostenibilidad, las empresas B2B del sector en México y América Latina necesitan integrar tres ejes con impacto directo en costos, riesgos y reputación:
- economía circular
- resiliencia de cadenas de suministro
- reducción de pérdidas y desperdicio de alimentos (PDA)
Los sistemas alimentarios abarcan producción primaria, transformación, logística, distribución, consumo y gestión de subproductos/residuos.
Su desempeño se mide en disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad del suministro, precisamente la dimensión más expuesta a choques climáticos, disrupciones logísticas y shocks de precios.
Las cifras más recientes ubican el problema y la oportunidad con claridad: en 2022 se desperdiciaron 1.05 mil millones de toneladas de alimentos en retail, foodservice y hogares (19% de lo disponible al consumidor), con un promedio de 132 kilogramos per cápita; el 60% ocurrió en hogares, 28% en foodservice y 12% en retail.
A nivel regional, América Latina y el Caribe ha logrado dos años consecutivos de reducción del hambre, pasando de 6.6% en 2022 a 6.2% en 2023 (2.9 millones de personas menos con hambre), aunque persisten brechas por género y territorio, y la dieta saludable sigue siendo la más costosa del mundo.
Economía circular aplicada al sistema alimentario
La Ley General de Economía Circular establece bases para mantener el valor de productos y materiales y reducir residuos.
En 2025, el Gobierno federal emitió un decreto de incentivos fiscales para Polos de Desarrollo de Economía Circular para el Bienestar (PODECIBI), seguido de lineamientos publicados en el DOF el 21 de julio de 2025.
Para la industria, esto habilita proyectos de reuso, remanufactura, valorización de subproductos y eficiencia hídrica con beneficios fiscales.
A nivel global, la Fundación Ellen MacArthur subraya que los sistemas alimentarios urbanos pueden capturar valor de nutrientes y biomasa mediante compostaje, digestión anaerobia, bioinsumos y rediseño de envases para cadenas cortas —con beneficios en emisiones, salud y rentabilidad.
La circularidad ya no es un “proyecto de RSE”: es gestión de riesgos y margen. WBA (World Benchmarking Alliance) evaluó a 350 compañías de alimentos y agricultura e identificó rezagos en deforestación, biodiversidad y emisiones; el benchmark fija expectativas claras en gestión de residuos, uso de agua, salud de producto y derechos laborales.

Reducción de pérdidas y desperdicio de alimentos
En el webinar Sistemas Alimentarios 360°: Cadenas de suministro resilientes, organizado por el ILSI Mesoamérica, destaca un proyecto que tiene como propósito apoyar la identificación y divulgación de conocimientos y buenas prácticas en la lucha contra la pérdida y desperdicio de alimentos. El objetivo es contribuir al bienestar general de la sociedad y al cuidado del medio ambiente.
La pérdida y el desperdicio de alimentos (PDA) constituyen un síntoma del mal funcionamiento de los sistemas agroalimentarios, y tiene múltiples implicaciones en el plano ambiental, la seguridad alimentaria y la economía de los actores de estos sistemas.
Dada la relevancia del problema, la meta 12.3 de los ODS propone “de aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha”.
El “nuevo estándar” para las empresas en México y LATAM exige diseñar para circularidad, operar con trazabilidad interoperable (EPCIS 2.0) y medir y gestionar la PDA con disciplina.
La regulación (FSMA 204, normas de etiquetado, políticas de economía circular) y las disrupciones logísticas recientes han dejado claro que la resiliencia se construye antes de la crisis.
Cadenas de suministro resilientes: de la eficiencia a la adaptabilidad
El webinar contó con la participación de Diego Fernández, especialista en certificación de cadenas de suministro, quien enfatizó que la resiliencia ha pasado de ser un valor agregado a convertirse en una ventaja competitiva esencial.
La capacidad de anticipar, resistir y adaptarse a interrupciones, como pandemias, crisis climáticas, conflictos geopolíticos o cambios regulatorios, define la sostenibilidad y el éxito a largo plazo de las empresas.
Fernández recordó que eventos recientes como la pandemia de Covid-19, el bloqueo del Canal de Suez, la crisis global de semiconductores y las sequías prolongadas han evidenciado la vulnerabilidad de las cadenas de suministro.
En sistemas alimentarios, estas disrupciones pueden derivar en pérdidas millonarias, desabasto y afectaciones a la seguridad alimentaria.
Para mitigar estos riesgos, propuso cuatro estrategias clave:
- Colaboración con proveedores estratégicos y diversificados, evaluando no solo calidad y precio, sino también capacidad de respuesta ante contingencias.
- Gestión de riesgos sostenibles, integrando criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en la evaluación de la cadena de valor.
- Digitalización y uso de datos, para monitorear inventarios, trazabilidad y desempeño en tiempo real.
- Transparencia y trazabilidad, garantizando información verificable y confiable para cumplir con regulaciones y responder a las expectativas de los consumidores.

Un enfoque integral para sistemas alimentarios sostenibles
El seminario concluyó que la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles y resilientes exige un enfoque integral, donde economía circular, resiliencia en la cadena de suministro, innovación tecnológica y colaboración multisectorial trabajen de manera coordinada.
Más allá de la eficiencia operativa, se trata de rediseñar procesos y modelos de negocio para que sean regenerativos por naturaleza, reduzcan la dependencia de recursos no renovables y aseguren el acceso a alimentos seguros y nutritivos para las generaciones presentes y futuras.
En palabras de los expertos, lograrlo requiere voluntad política, compromiso empresarial y participación de los consumidores, pues cada eslabón de la cadena tiene un papel determinante en la transformación de los sistemas alimentarios.
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