En años recientes, la industria alimentaria ha experimentado una transformación significativa en el uso de colorantes naturales, impulsada por cambios en las preferencias del consumidor y nuevas demandas del mercado.
Históricamente se añadían colores artificiales por motivos meramente estéticos, pero hoy el color natural juega un papel crucial en la percepción de calidad, frescura y autenticidad de los productos.
Ante el creciente escrutinio regulatorio, científico y público sobre los pigmentos sintéticos, muchas empresas han emprendido la reformulación acelerada de sus alimentos y bebidas para reemplazarlos por colorantes naturales provenientes de:
- frutas
- vegetales
- algas
- insectos
¿Qué son los colorantes naturales?
Los colorantes naturales son pigmentos o sustancias de origen orgánico (derivados de plantas, frutas, vegetales, animales o minerales) que se utilizan para impartir color a los alimentos y bebidas.
A diferencia de los colorantes sintéticos, producidos mediante reacciones químicas en laboratorio, los naturales se extraen de materias primas disponibles en la naturaleza.
Por ejemplo, la curcumina de la raíz de cúrcuma, la clorofila de hojas verdes, la cochinilla (ácido carmínico) de insectos o los carotenoides de ciertas algas son todos colorantes naturales obtenidos de sus respectivas fuentes biológicas.
En la regulación de EE. UU., la FDA los clasifica como colorantes "exentos de certificación", en contraste con los sintéticos que son colorantes certificados (generalmente derivados del petróleo).
Esto significa que los lotes de colorantes naturales no requieren la certificación individual de la FDA antes de su uso, aunque igualmente deben cumplir especificaciones de identidad, pureza y uso seguro establecidas en la normativa.
En síntesis, se considera colorante natural todo aquel aditivo de color cuya fuente primaria es natural, aun cuando haya sido posteriormente concentrado o purificado, lo cual ofrece a la industria una alternativa más limpia frente a los sintéticos tradicionales.

Tendencia global hacia ingredientes más limpios y naturales
Existe una tendencia global marcada hacia el uso de ingredientes más limpios y naturales en la formulación de alimentos, movimiento conocido como “clean label” (etiqueta limpia).
En este contexto, los colorantes naturales han cobrado protagonismo como parte de esa limpieza de etiqueta: provienen de fuentes como frutas, vegetales, algas o especias y se perciben como más seguros y saludables que los tintes sintéticos.
De hecho, la percepción positiva del término “natural” es uno de los principales atributos que ha aumentado la demanda de estos colorantes.
Estudios de mercado indican que los consumidores se sienten más cómodos con listas de ingredientes cortas y comprensibles, lo que ha forzado a la industria a optar por pigmentos derivados de alimentos comunes en lugar de químicos de nombres complejos.
Asimismo, el concepto de sostenibilidad va de la mano: los colorantes naturales no solo mejoran la imagen de etiqueta limpia, sino que también suelen asociarse con producción responsable.
La tendencia “clean label” a nivel mundial ha fortalecido el viraje hacia colorantes de origen natural, convirtiendo lo que inicialmente era un nicho en un nuevo estándar esperado por los consumidores informados.

Motivaciones para la reformulación
Preocupaciones por los colorantes artificiales
Una de las mayores motivaciones para sustituir colorantes artificiales por naturales son las preocupaciones de salud y seguridad asociadas a los primeros.
En las últimas décadas se ha debatido el posible vínculo entre colorantes sintéticos (en especial ciertos azoicos) y efectos negativos en niños, como hiperactividad o falta de atención.
Si bien la evidencia científica no es concluyente, algunos estudios sugieren que en niños susceptibles el consumo de colores artificiales podría exacerbar comportamientos hiperactivos.
De hecho, varios colorantes sintéticos ampliamente usados (como el Amarillo No.5, Tartrazina, o el Rojo No.40, Allura Red) se han relacionado con reacciones alérgicas en personas sensibles y con posibles efectos neuroconductuales en niños.
Estas preocupaciones han resonado en la opinión pública, generando desconfianza hacia los “colores químicos”.
Adicionalmente, algunos colorantes artificiales han sido objeto de sospechas de toxicidad a largo plazo; por ejemplo, el Rojo No.3 (Eritrosina) mostró evidencias de carcinogenicidad en estudios con animales, lo que llevó a restricciones en alimentos en ciertos países.
Aunque autoridades como la FDA han declarado que no existe prueba definitiva de daño en las dosis típicas de consumo, la percepción de riesgo persiste.
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Regulaciones y restricciones sobre colorantes sintéticos
Los cambios en la regulación gubernamental alrededor del mundo han acelerado la reformulación de colorantes en alimentos y bebidas, imponiendo restricciones a los aditivos sintéticos y favoreciendo el cambio hacia los colorantes naturales.
Por ejemplo, en la Unión Europea, las normativas sobre colorantes alimentarios son particularmente estrictas: ciertos colorantes artificiales han sido directamente prohibidos o limitados en uso.
Y desde 2010 se exige que los productos que contengan determinadas sustancias (como Tartrazina, Amarillo Quinolina, Rojo Allura, entre otros) lleven en la etiqueta la advertencia puede tener efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños.
Esta obligación de etiquetado de alerta ha motivado a muchos fabricantes a retirar voluntariamente esos colorantes de sus fórmulas en Europa para evitar el “mensaje de advertencia” en sus envases.
A nivel internacional, el Codex Alimentarius y comités expertos (JECFA de FAO/OMS) recomiendan límites de uso y evalúan constantemente la seguridad de aditivos, lo que ha llevado a varios países a reevaluar los permisos de colorantes sintéticos cuestionados.
En Estados Unidos, la FDA históricamente permitía un grupo de colorantes sintéticos certificados; sin embargo, recientemente anunció un plan para eliminar gradualmente los colorantes artificiales derivados del petróleo para el año 2026.

Principales fuentes de colorantes naturales
Las fuentes de colorantes naturales son sumamente diversas, abarcando desde organismos vegetales hasta minerales del suelo. A continuación, se describen las categorías principales y ejemplos destacados de cada una:
Frutas y vegetales
Son quizás la fuente más intuitiva de colores alimentarios, ya que muchas frutas, verduras y raíces poseen pigmentos intensos.
Un ejemplo emblemático es la remolacha (betabel), cuyo pigmento betanina brinda un color rojo-púrpura utilizado ampliamente en bebidas y repostería.
De forma similar, la zanahoria es rica en β-caroteno, un carotenoide naranja que se extrae para colorear desde jugos hasta mantequillas.
La cúrcuma, un rizoma amarillo anaranjado, provee curcumina que se emplea para dar tonos amarillos vibrantes a mostazas, sopas y productos de panadería.
Otras fuentes vegetales comunes incluyen las uvas y bayas (cáscaras de uva tinta, arándanos, moras), ricas en antocianinas que varían del rojo al morado según el pH, así como la col y el maíz morados que también aportan antocianinas.
Incluso algunos vegetales de hojas verdes pueden concentrarse para extraer clorofilas (aunque estas suelen clasificarse entre hierbas, se obtienen de espinaca, alfalfa, etcétera.).
Cabe destacar el caso de la espirulina, una microalga (cianobacteria) que produce ficocianina: un pigmento azul brillante utilizado para lograr tonos azules antes imposibles de obtener de plantas superiores.
En suma, el reino vegetal ofrece una paleta amplia de pigmentos naturales —carotenoides (naranja/amarillo), antocianinas (rojos/morados/azules), betalainas (rojos/violetas de remolacha), clorofilas (verdes)— que la industria aprovecha en sus formulaciones.
Especias y hierbas
Varias especias, flores y hierbas deben su atractivo visual a compuestos pigmentarios que también pueden emplearse como colorantes alimentarios.
Pimentón o páprika (Capsicum annuum) es un ejemplo clásico: se obtiene de pulverizar pimientos rojos deshidratados y contiene carotenoides rojizos (como capsantina y capsorubina) que se extraen en forma de oleorresina para colorear quesos, snacks y embutidos con tonos rojo-anaranjados.
Otra especia valiosa es el azafrán, obtenido de los estigmas de la flor Crocus sativus: su principal pigmento es la crocina, un tipo de carotenoide hidrosoluble que produce un color amarillo dorado de gran intensidad (basta unos miligramos para teñir litros de alimento).
Si bien el alto costo del azafrán limita su uso masivo, es apreciado en aplicaciones gourmet y tradicionales (por ejemplo, en licores o confitería fina). Por su parte, diversas hierbas y hojas verdes aportan clorofilas, los pigmentos verdes por excelencia.
Las clorofilas se extraen de plantas como alfalfa, pasto de trigo o espinacas, y se emplean como colorantes verdes en productos desde chicles hasta helados.
También las hojas de pandan en Asia aportan tonos verdes a postres tradicionales. Otras fuentes herbales incluyen la flor de hibisco, rica en antocianinas de tono rojo intenso usada en bebidas y gelatinas; y la gardenia, de cuyos frutos se obtiene un pigmento amarillo utilizado en Asia Oriental.
Microorganismos (algas, bacterias productoras de pigmentos)
El uso de microorganismos para producir colorantes es un campo emergente y prometedor. Microalgas y ciertas bacterias o hongos pueden ser “fábricas” de pigmentos naturales a través de procesos fermentativos o cultivos controlados.
En el ámbito de las bacterias y hongos, un ejemplo tradicional es el Monascus purpureus (hongo del “arroz rojo” fermentado) que genera un pigmento rojo utilizado en ciertas gastronomías asiáticas, aunque su adopción global ha estado limitada por temas regulatorios.
Actualmente, gracias a la biotecnología, se han desarrollado cepas microbianas no tóxicas o genéticamente modificadas capaces de producir pigmentos específicos de interés.
Por ejemplo, algunas bacterias del género Serratia o levaduras como Blakeslea trispora pueden producir carotenoides (β-caroteno, astaxantina) de manera eficiente.
Avances en biotecnología están permitiendo obtener colorantes a partir de estas fuentes inusuales, mejorando la estabilidad de los pigmentos y ofreciendo mayor sustentabilidad al no depender completamente de cosechas agrícolas.

Minerales y otros compuestos naturales
Aunque menos intuitivos, ciertos minerales y compuestos inertes también se utilizan como colorantes “naturales” o no sintéticos en alimentos. Por ejemplo, el carbón vegetal (E153) obtenido de la carbonización controlada de madera otorga un color negro intenso y es empleado en decoraciones de pastelería o para dar un tono oscuro a quesos maduros.
El carbonato de calcio (E170), un mineral blanco, sirve como pigmento blanco opaco y a la vez anti aglomerante en productos en polvo (incluso en fórmulas infantiles).
Otros minerales aprobados incluyen los óxidos e hidróxidos de hierro (E172), que brindan colores tierra: amarillos, rojos y marrones, utilizados en confitería, por ejemplo, para colorear grageas, dulces y incluso para dar aspecto verde-negruzco a aceitunas en conserva.
Cabe mencionar el dióxido de titanio (E171), que durante décadas fue un popular colorante blanco de alta opacidad; si bien es de origen mineral, recientemente fue prohibido en la UE (2022) por inquietudes sobre su seguridad a nivel de nanopartículas, ilustrando que “natural” no siempre equivale a “inocuo”.
En la categoría de “otros naturales” entran también pigmentos de origen animal como el carmín (ácido carmínico, E120), obtenido de la cochinilla del nopal.
Este insecto, cultivado principalmente en regiones de Latinoamérica, produce un pigmento rojo carmínico muy estable a la luz y al calor, ampliamente usado en yogures, bebidas y cosméticos.
Aunque el carmín es natural, su origen animal lo hace incompatible con dietas veganas, lo que ha incentivado la búsqueda de sustitutos vegetales para ese espectro de rojo.
Finalmente, los colorantes naturales se han consolidado como un elemento central en la reformulación de alimentos y bebidas, ofreciendo una serie de beneficios alineados con las tendencias actuales y las expectativas de consumidores y reguladores.
Entre sus ventajas destaca el mejorar la naturalidad de los productos, eliminando de las etiquetas ingredientes polémicos y reemplazándolos por otros provenientes de fuentes comunes y nutritivas.
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