El reciente anuncio presidente estadounidense, Donald Trump, sobre la imposición de nuevos aranceles a productos importados, ha generado un fuerte remezón en múltiples sectores económicos.
La industria alimentaria, altamente expuesta a cadenas de suministro globalizadas y sensible a los costos logísticos y de materias primas, se encuentra entre las más preocupadas por los impactos potenciales de esta política arancelaria.
Impacto previsto en los costos operativos
El Food Industry Association (FMI) estima que los nuevos aranceles podrían elevar los costos de adquisición de ingredientes y aditivos importados en un 10% a 30%, afectando directamente a categorías como:
- suplementos
- bebidas energéticas
- alimentos étnicos
- productos veganos
Por su parte, la American Frozen Food Institute (AFFI) advirtió que muchos ingredientes funcionales utilizados en alimentos congelados, como almidones modificados, saborizantes, enzimas y texturizantes, provienen de países como China, India o Malasia, que quedarían sujetos a las tarifas propuestas.
Además, el encarecimiento de maquinaria industrial importada afectaría la modernización tecnológica en plantas procesadoras, aumentando los costos fijos de capital y retrasando inversiones clave para la sostenibilidad operativa.
Tensiones en la cadena de suministro
Las cadenas de suministro alimentarias en EE.UU. operan bajo modelos just-in-time, que priorizan eficiencia y bajo costo. Un aumento en los trámites aduanales, el tiempo de despacho y los controles fronterizos afectaría severamente el flujo de mercancías.
Además, productos como frutas tropicales, aceite de palma, proteínas vegetales procesadas, y mezclas para panificación, frecuentemente importados desde Asia y América Latina, verían interrumpido su acceso fluido al mercado estadounidense.
Según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), más del 20% de los alimentos consumidos en el país en 2023 incluía insumos importados, lo que confirma la alta dependencia del comercio global.

Respuestas estratégicas de las empresas
Ante este panorama, empresas del sector alimentario han comenzado a diversificar su red de proveedores mediante nearshoring hacia México, Brasil y países del Caribe, según reportes de Bloomberg Businessweek.
Algunas compañías están también acelerando inversiones en automatización local para reducir la dependencia de componentes asiáticos.
Por su parte, los fabricantes de ingredientes evalúan nuevos hubs logísticos en Texas y Monterrey para reorganizar rutas de suministro ante posibles disrupciones comerciales.
Las pequeñas y medianas empresas (pymes), sin embargo, se encuentran más expuestas a esta volatilidad.
Según el U.S. Census Bureau, el 96% de las manufactureras de alimentos en EE.UU. son pymes, muchas de ellas sin la capacidad de absorber aumentos de costo o cambiar proveedores en el corto plazo.
Reacciones del sector agrícola y exportador
En 2028, durante la pasada administración Trump, el sector agrícola sufrió represalias comerciales de China, México y la UE que afectaron exportaciones clave como soya, carne de cerdo y productos lácteos.
El American Farm Bureau Federation teme que un escenario similar se repita, afectando a más de 170 mil millones de dólares en exportaciones alimentarias de EE.UU.
La National Pork Producers Council (NPPC) y el U.S. Dairy Export Council han solicitado al Congreso medidas de contención para evitar que los países afectados por los aranceles respondan con medidas espejo que castiguen las exportaciones agrícolas estadounidenses.
Implicaciones macroeconómicas y regulatorias
Desde una perspectiva macroeconómica, los aranceles pueden traducirse en mayores precios para el consumidor final.
El índice de precios de alimentos en EE.UU. aún se encuentra un 18% por encima de los niveles prepandemia, y la aplicación de tarifas podría agravar esta inflación.
Por su parte, algunos retailers advierten que productos clave como mariscos congelados, arroz, salsas étnicas y frutas importadas podrían aumentar entre 10% y 15% en estantería si se aplican nuevos impuestos a la importación.
A nivel regulatorio, la Food and Drug Administration (FDA) y el U.S. Customs and Border Protection tendrían que reforzar los mecanismos de certificación de origen y trazabilidad para aplicar los aranceles correctamente. Esto implicaría una nueva carga operativa y fiscalizadora para el sector.
Finalmente, la industria alimentaria se encuentra en una encrucijada ante las propuestas arancelarias de Donald Trump. Por un lado, reconoce la necesidad de fortalecer su resiliencia y fomentar la producción local. Por otro, enfrenta la realidad de un sistema interconectado globalmente donde los costos, tiempos y proveedores dependen de flujos internacionales.
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