En México, el sector agroalimentario enfrenta desafíos estructurales para transformarse en una industria más dinámica, renovada y sostenible. Actualmente, uno de los mayores desafíos radica en establecer sistemas adecuados de financiamiento y manejo de riesgos, implementar prácticas óptimas de gestión del agua, y desarrollar un modelo de bioeconomía sostenible en el campo mexicano
Abordar estos temas es fundamental para aumentar la productividad, resiliencia y competitividad del campo, al tiempo que se garantiza la sustentabilidad de los recursos naturales y el bienestar de las comunidades rurales.
En el marco del Agronegocios Business Summit 2025, organizado por Deloitte, destaca la necesidad de adaptar el sector a los desafíos del cambio climático, la escasez de recursos naturales y la degradación del suelo, los cuales dificultan el crecimiento de la frontera agrícola y requieren innovación tecnológica.
Por otra parte, los especialistas coinciden en la importancia de modernizar los sistemas agroalimentarios para mejorar la productividad y sustentabilidad. La tecnificación del riego y la mejora de la infraestructura agrícola son clave para enfrentar los retos del agua, que es crucial para la agricultura en México.
Claves para el futuro del sector agroalimentario en México
Financiamiento y riesgos
Un financiamiento sólido y la gestión efectiva de riesgos son la base de un sector agroalimentario dinámico. En México, históricamente existieron instituciones públicas especializadas para apoyar al campo.
Sin embargo, en años recientes varias de estas instituciones han dejado de operar, dejando un vacío importante en el crédito rural.
La baja inclusión financiera evidencia la urgencia de diseñar esquemas innovadores de financiamiento para el sector.
Para subsanar la falta de crédito, se requiere una estrategia integral que involucre tanto al sector público como al privado. Las autoridades han señalado que la inclusión financiera del agro es un imperativo económico y social ineludible.
En ese sentido, Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) ha ampliado su alcance, apoyando a pequeños productores con millones de microcréditos y programas como Precios de Garantía.
Asimismo, la banca de desarrollo remanente y nuevos instrumentos de garantía deben coordinarse con la banca comercial para atender a productores que quedaron sin financiamiento tras la extinción de la FND.
El Consejo Nacional Agropecuario (CNA) también ha tomado cartas en el asunto. Por ejemplo, en 2022 el CNA y BBVA México firmaron una alianza para impulsar el crédito al sector agroalimentario, con esquemas de financiamiento adaptados que ayuden a las empresas agropecuarias a transitar hacia sistemas de producción más sostenibles.
Esta alianza público-privada busca fortalecer la presencia bancaria en el campo y apoyar proyectos viables de productores de diversos tamaños, contribuyendo a cerrar la brecha crediticia.
Además del crédito, es crucial manejar los riesgos inherentes a la actividad agropecuaria. La agricultura enfrenta riesgos climáticos como sequías, inundaciones, heladas y riesgos de mercado como la volatilidad de precios de insumos y cosechas.

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Hacia un sistema de financiamiento para la cadena agroalimentaria
Un grupo de expertos conformado por especialistas del sector agroalimentario destaca los principales desafíos del sector agroalimentario mexicano, centrados en la financiación.
Los especialistas coinciden que las dificultades relacionadas con la falta de infraestructura y el sistema financiero actual no logra llegar a quienes más lo necesitan. Además, sugiere que la colaboración entre el sector público y privado podría mejorar la eficiencia del sistema.
También hacen un llamado para que los diferentes sectores de la sociedad trabajen juntos para implementar cambios, destacando la importancia de la participación de la sociedad civil y la cooperación entre las distintas partes del gobierno.

Resiliencia hídrica
La seguridad hídrica es crítica para la sostenibilidad del agro en México. El país enfrenta una situación de estrés hídrico elevado, exacerbado por el cambio climático. En 2023 se registró el año más cálido en la historia reciente, y en 2024 una grave crisis hídrica afectó significativamente al sector agropecuario.
La reducción de lluvias a inicios de año mermó la producción en varias regiones, disminuyendo las superficies sembradas de cultivos básicos como maíz y sorgo. Estos episodios de sequía cada vez más frecuentes, seguidos a veces por inundaciones, ponen en evidencia la vulnerabilidad del campo mexicano al clima.
La volatilidad climática se traduce en menores cosechas, pérdida de ingresos para los agricultores y alzas en los precios de los alimentos, amenazando la seguridad alimentaria. Lograr resiliencia hídrica implica que el sector agroalimentario pueda sobreponerse a la escasez de agua y variabilidad climática, manteniendo su productividad.
Para ello, es prioritario optimizar el uso del agua en la agricultura y adaptarse a las nuevas condiciones. Actualmente, la agricultura consume alrededor del 76% del agua disponible en el país.
Pero gran parte de ese recurso se usa de forma ineficiente. México, a pesar de ser el sexto país con más superficie de riego en el mundo, registra hasta 40% de desperdicio de agua en canales y sistemas de riego obsoletos.
La sobreexplotación de acuíferos es otra señal de alarma: el país es el cuarto mayor extractor de agua subterránea a nivel mundial, lo que no es sostenible.
Estas cifras evidencian la necesidad de modernizar la infraestructura hídrica y las prácticas de riego para hacer más con menos agua. Una estrategia clave es la tecnificación del riego. Esto abarca desde la rehabilitación de canales (entubamiento o revestimiento con concreto para reducir fugas).

Asegurar el agua para el sector agroalimentario
Un grupo de especialistas en temas de agua destacan que los retos y soluciones para mejorar la eficiencia hídrica. Estos son:
- Desafíos de gobernanza y gestión del agua: Se destaca la falta de un sistema efectivo de gobernanza del agua en México, con organismos gubernamentales que no están vinculados operativamente con las cuencas y que enfrenta deficiencias en el monitoreo y control de los recursos hídricos.
- Infraestructura hídrica deficiente: Aunque México tiene una infraestructura significativa para el riego, muchos distritos de riego operan con tecnologías obsoletas y tienen bajos niveles de eficiencia, desperdiciando grandes cantidades de agua. Además, la falta de personal capacitado y la ausencia de un catastro actualizado en los módulos de riego contribuyen a la mala gestión.
- Propuesta de soluciones tecnológicas: Los panelistas sugieren que la tecnología, como los sistemas de monitoreo en tiempo real y la telemetría, puede mejorar significativamente la gestión del agua. Estos sistemas permitirían una mayor transparencia y eficiencia en el uso del agua, además de ayudar en la capacitación de los agricultores, quienes a menudo son reacios al cambio tecnológico.
- Participación del sector privado: Se enfatiza la necesidad de una colaboración más estrecha entre el sector público, las empresas privadas y los agricultores. Las grandes empresas del sector agroalimentario y de tecnología tienen un papel crucial en la inversión y el impulso de la innovación tecnológica que permita una gestión más eficiente de los recursos hídricos.
- Revisión de políticas y subsidios: Se propone una revisión de las políticas de subsidios y tarifas, que actualmente fomentan una baja eficiencia en el uso del agua.
Bioeconomía
La bioeconomía se presenta como un modelo innovador para lograr un desarrollo rural sostenible en México. En esencia, la bioeconomía agrícola busca transitar hacia una economía basada en el conocimiento biológico, donde la utilización de los recursos naturales sea eficiente y no exceda la capacidad de regeneración de los ecosistemas.
Esto implica aprovechar de forma integral la biomasa y los residuos de la producción agropecuaria, generando nuevos productos y servicios de valor agregado, a la vez que se disminuye la presión sobre la biodiversidad, suelos y mantos acuíferos.
Para un país megadiverso como México, con una rica base de recursos biológicos, la bioeconomía representa una gran oportunidad para diversificar la economía rural, elevar la competitividad y a la vez conservar el medio ambiente.
Un ejemplo concreto de las posibilidades de la bioeconomía es el aprovechamiento de residuos agrícolas que actualmente se desperdician. México produce entre 25 y 30 millones de toneladas anuales de maíz, lo que deja 2.6 a 3.3 millones de toneladas de biomasa residual (rastrojo) cada año con potencial de uso.
En vez de quemar estos residuos (práctica contaminante) o dejarlos subutilizados, podrían transformarse en insumos para bioindustrias:
- generación de bioenergía (biocombustibles, biogás)
- producción de biofertilizantes
- obtención de materiales biodegradables
Ya existen iniciativas al respecto; por ejemplo, se han desarrollado polímeros a partir de semilla de aguacate, bioplásticos de celulosa, y usos del bagazo de agave y caña para producir papel.
Incluso desperdicios alimentarios pueden reinsertarse en la economía, 280 mil toneladas de plátano que se desechan al año en México podrían convertirse en harina, papel biodegradable o bioetanol.

Modelo de desarrollo sostenible para el campo mexicano
Los especialistas subrayan que la bioeconomía agrícola representa la transición hacia una economía basada en el conocimiento biológico, donde se maximiza la utilización de recursos naturales sin comprometer su capacidad de regeneración.
En el contexto mexicano, esta estrategia se centra en aprovechar los residuos agrícolas para crear nuevos negocios sostenibles, fortaleciendo así la posición de México como líder en biodiversidad y comercio internacional.
Uno de los aspectos críticos de la bioeconomía agrícola es la reducción del desperdicio de alimentos. En México, como en muchos países, toneladas de productos agrícolas se desperdician anualmente debido a estándares estéticos o de precio.
Esta pérdida no sólo impacta negativamente en la economía y el medio ambiente, sino que también representa una oportunidad desaprovechada para generar ingresos y alimentar a más personas.
A manera de conclusión, el construir un sector agroalimentario más dinámico, renovado y sostenible en México es un proyecto multidimensional que exige avances simultáneos en financiamiento, manejo del agua, innovación tecnológica y cuidado ambiental.
Los puntos analizados en el foro muestran rutas complementarias hacia ese objetivo. Por un lado, fortalecer los sistemas de financiamiento y gestión de riesgos permitirá a los productores invertir en mejoras e innovaciones, elevando la productividad y estabilidad de sus ingresos.
Por otro lado, garantizar la resiliencia hídrica mediante eficiencia en el uso del agua y gobernanza robusta cuidará el insumo más crítico para la agricultura: el agua. Asegurando que el crecimiento del sector no comprometa los recursos hídricos ni deje a comunidades sin acceso.
Asimismo, una buena gobernanza y adopción de tecnología en la gestión del agua y otros insumos asegurará que las soluciones científicas se implementen efectivamente en el campo, con la participación de todos los actores y con marcos normativos actualizados.
Finalmente, impulsar la bioeconomía rural ofrece una visión de futuro en la que el campo mexicano se transforma estructuralmente: diversifica sus actividades, genera mayor valor agregado de forma sustentable y contribuye tanto al desarrollo económico como a los objetivos climáticos y ambientales.
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