México.- El champagne Dom Pérignon Plénitude 2 es aún más fuerte gracias a su estética oscura, elegante y poderosa. Evoca un dorado ligero, magnificado por la energía de la luz: un dorado radiante.
Dom Pérignon Plénitude 2 hace de la degustación una experiencia memorable. Abundante en sensaciones y penetrante de emociones, revela un champagne que debe su intensidad a su precisión. Se reafirma en un diálogo culinario en el que los platos y los ingredientes realzan cada faceta del champagne, ofreciendo una auténtica experiencia de deleite.
La complejidad de Dom Pérignon se debe a su lenta maduración, el largo tiempo que acompaña al movimiento interior del champagne. Dom Pérignon Plénitude 2 se libera así de las leyes terrestres, proyectando su armonía original en un universo más intenso y penetrante. Elevado a alturas inusitadas, toma un nuevo camino hacia la longevidad. Y confirma de este modo su impresionante potencial de envejecimiento.
El champagne y los sentidos
En nariz, la complejidad es cálida, dorada, tornasolada, de un exotismo oriental: fruta confitada, frangipane, suaves especias y cilantro fresco. Al respirarlo, el azafrán se vuelve más gris y yodado, el buqué se ensombrece poco a poco, tornándose más sobrio, misterioso, apaciguado y tranquilizador.
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En boca, el cuerpo se despliega inmediatamente en modo mayor, opulento y etéreo, enérgico y sensual, centrado siempre en el fruto. En una perturbadora correspondencia entre nariz y boca, la voluptuosidad se torna gradualmente más grave, más profunda. El conjunto mantiene la nota con intensidad, elegancia, salinidad y con un toque impreciso de regaliz.