La industria del PET busca producir más con base en el reciclaje ante el incremento del consumo del plástico. Al año, en México se consumen 200.000 toneladas de botellas de este material; el 70% se fabrica en país y el resto se importa desde Asia.
Cada año se consumen en el país 175 botellas de PET por habitante. Gaseosas, aguas, aceites y otros productos llegan a la mesa en envases de este material plástico, que está cada vez más presente en la vida cotidiana y que habilita a que, de alguna manera, hasta los consumidores sean partícipes de su cadena de producción.
¿Por qué? Porque se trata de una industria que tiende, en parte y atravesando desafíos, a tomar como insumo un producto similar ya utilizado, tras someterlo al circuito del reciclado. Así, se evita que los envases queden en los basurales durante siglos.
Retos de la industria del PET
De las 200.000 toneladas que se consumen al año -5 kilos por persona, casi tres veces más que 15 años atrás- alrededor de 70% es de producción nacional. En el caso del PET virgen, la fabricación es dependiente de la importación del insumo. El polietileno tereftalato (tal su nombre completo) se basa en derivados del petróleo, que no se hacen en el país.
Son dos las firmas que producen en el país PET para botellas, en un negocio que mueve algo más de 350 millones de dólares al año. Ambas tienen un punto de partida diferente para su trabajo: DakAméricas -propiedad del grupo mexicano Alfa- fabrica PET virgen en su planta de Zárate, mientras que en el establecimiento de Cabelma, en General Pacheco, la producción implica el reciclaje de botellas.
De estas fábricas salen pellets, es decir pequeñas piezas con la que otras industrias harán luego las preformas (tubos de diferentes diámetros con las ranuras para la tapa a rosca), que a su vez comprarán las embotelladoras, para amoldarlas dándoles la forma final al envase.
"En agosto se invirtieron 3 millones de dólares para ampliar la capacidad productiva en Zárate, que llegará a 187.000 toneladas por año", cuenta Marcelo Blois, gerente de Asuntos Corporativos de Dak. La fábrica produce cerca de 67% del consumo local y factura US$ 335 millones al año, de los cuales el 20% provienen de exportaciones a Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile y Venezuela.
Reciclaje del plástico
En el otro platillo de la balanza, parte de la demanda local se satisface con PET que llega de países como China, Corea, India o Tailandia.
Según Blois, Dak tiene en carpeta un proyecto para producir a partir de botellas recicladas, con una inversión de entre 15 y 20 millones de dólares. La meta es que en 2015 el 20% de la producción provenga de reciclar.
Tras una inversión de 27 millones de dólares, Cabelma comenzó en 2011 a obtener pellets de PET a partir de botellas recuperadas. Hoy procesa por día 50 toneladas de unidades, que compra a acopiadores a 2,70 pesos el kilo.
Entre sus clientes están las embotelladoras de Coca-Cola, como Femsa, y Danone (Villavicencio, Villa del Sur, Ser y otras). Esas empresas usan envases con 20% de material reciclado y 80% del virgen. Y hay planes de ir elevando la participación de lo reutilizado.
Cabelma -fabricante de envases para bebidas- vende 12.500 toneladas de pellets al año, según especifica Carlos Briones, gerente institucional. Para nuevas botellas, es útil solo una parte de las 70.000 toneladas -un 35% del consumo- recolectadas en un año. La habilitación para envasar alimentos en material reciclado fue dada en 2008. Por ahora y por temas comerciales sólo se usa, para botellas, el PET cristal y no el de color.
Según Briones, la producción del pellet a partir del reciclado permite un ahorro de energía del 67%. El proceso se inicia con la clasificación de botellas con detectores infrarrojos y con tarea manual. Luego se muele y se lava el plástico, y las escamas en las que queda convertido pasan por una pelleteadora. El material es sometido a varios tratamientos. "Se obtiene un pellet similar al virgen con mejores condiciones ambientales", cuenta Briones.
Algo que dificulta el proceso del reciclado es que las botellas ocupan mucho espacio y pesan poco (en promedio, 30 gramos), por lo que quien recolecta obtiene poco dinero por algo difícil de transportar.
Trabajo en desarrollo
A falta de incentivos económicos, objetivos sociales y ambientales suelen estar detrás. La Fundación Banco de Bosques junta envases, se los vende a Cabelma y deriva lo recaudado a un proyecto de preservación de bosques nativos. "Nuestro cuello de botella está en la logística", comenta Emiliano Ezcurra, director ejecutivo de la institución, que tiene dos puntos de recolección y un camión cedido por el gobierno porteño, y que depende en gran medida de la tarea de voluntarios, para poder entregar las botellas en buenas condiciones para su industrialización.