La industria alimentaria tiene que afrontar en pleno siglo XXI el reto de alimentar a una población creciente, que en 2050 demandará un 70% más alimentos.
También deberá enfrentar los problemas de salud a nivel mundial, pues la mitad de la población sufre de sobrepeso y a la otra mitad de malnutrición.
La cuestión que se plantean los expertos es cómo abordar una situación que llevará a la población mundial a alcanzar los 9.200 millones de personas (un 38% más que la cifra actual), que además implicará que la renta per cápita mundial pueda llegar a duplicarse, sobre todo, en los países emergentes, y que supondrá un aumento de la demanda de alimentos cercano al 70%.
Desafío en todos los niveles
Unos alimentos que en su mayoría (un 85%) son procesados, es decir, llegan al consumidor de la mano de la industria, mientras que el resto son frescos. Por ello, las soluciones implicarán a toda la cadena, pero empezando por la propia industria, las grandes multinacionales alimentarias se preparan para una situación global que supondrá un gran desafío en todos los niveles.
En este, sentido grupos como Nestlé o Unilever se han marcado compromisos nutricionales y de sostenibilidad para contribuir a una alimentación sana, tener un especial cuidado con la alimentación destinada a los más jóvenes, pero también ser accesible al resto de la población que por situación económica y accesibilidad no se lo pueden permitir con la asiduidad y cantidades del mundo desarrollado.
El elevado coste sanitario derivado de los problemas de salud, obesidad y sobrepeso, así como distintas cardiopatías, provocará, según los expertos un aumento de las regulaciones por parte de los gobiernos, así como una política fiscal que intentará penalizar los alimentos que puedan provocar riesgo para la salud.
El reto de alimentar e invertir en investigación
Ante esta situación, la industria alimentaria se prepara y busca soluciones como reformulaciones de alimentos preparados y con un mayor énfasis en investigación y desarrollo.
Muchas multinacionales diseñan productos específicos en función de los mercados de destino, por ejemplo empresas lácteas que envían alimentos adaptados a sus necesidades nutricionales, y en envases individuales accesibles a su economía. Mientras que en los países desarrollados las familias adquieren los yogures en paquetes de ocho y hasta de 16 vasos cada semana, en otras zonas del mundo se venden individualizados por unidad, y se lo pueden permitir sólo una vez al mes.