Aunque no es una práctica reciente, durante la pandemia hubo una tendencia creciente en la agricultura ecológica. Tanto por el lado de la oferta como de la demanda. Principalmente a las interrupciones de las cadenas de suministro.
Según la FAO, 187 países practican algún tipo de producción ecológica y hay un total de aproximadamente 72 millones de hectáreas bajo gestión biológica oficial y acreditada. Lo que representa solo el 1.5% de toda la tierra cultivable del planeta.
Con todo, el interés en este tipo de producción sigue creciendo, impulsado por una gran atención a la transparencia de la cadena de suministro, así como el origen de los alimentos (cada vez más local). Y también el cambio de las prioridades del consumidor hacia una dieta sana.
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Impacto medioambiental
La agricultura ecológica despertó la conciencia de que la producción de alimentos debe experimentar cambios sustanciales en cuanto a su impacto medioambiental. Los agricultores y consumidores son cada vez más conscientes del impacto de la gestión del suelo en la salud de nuestro planeta y, por tanto, en la salud individual de las personas.
Quizás haya desacuerdos en torno a la alternativa eficaz, pero de lo que no cabe duda es que la agricultura ecológica, así como la agricultura regenerativa, ha puesto de relieve el problema, por ende, sugiere un cambio.
En concreto, la pandemia desarrolló la necesidad de disponer de alimentos de producción local y más sanos. Esto es incluso más aplicable en el caso de las nuevas generaciones, que se preguntan más y más cómo se producen los alimentos que se consumen y cómo afecta esto a la salud.
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Alimentos biológicos producidos con agricultura ecológica
Sin duda, la agricultura ecológica llevó a los consumidores a ser más conscientes de lo que producen y consumen. Por ejemplo, en Italia, la agricultura ecológica está muy avanzada (equivale al 16,6% de la agricultura nacional), pero una gran cantidad está pensada para la exportación.
El consumo de alimentos biológicos debe mejorar significativamente. No solo en este país. Para alcanzar objetivos importantes en un nivel global, debemos cambiar absolutamente nuestros hábitos alimenticios: reducir el consumo de alimentos de origen animal y reducir los desperdicios.
Actualmente se desperdicia una tercera parte de lo que se produce. Y también se debe impulsar lo ecológico con más fuerza hacia la cadena alimentaria. Es la única manera de alcanzar ese punto en que se use la producción orgánica a escala global, alimentando a 10 mil millones de personas, sin necesidad de aumentar las zonas de cultivo.
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