Dietas sostenibles y ecológicas sería lo ideal ante un futuro en el que se prevé que habrá más de 9,000 millones de habitantes en la Tierra de aquí a 2050. Este aumento de la población conlleva un incremento en la demanda de alimentos (1).
Además, muchos de quienes viven en las regiones más desarrolladas del mundo, consumen más alimentos de lo necesario y siguen una dieta rica en productos de origen animal, una combinación con importantes repercusiones negativas para el medio ambiente (2, 3).
Para poder ofrecer suficientes alimentos a las generaciones venideras, además de reducir lo más posible el impacto ambiental, es necesario adoptar un modelo de producción de alimentos más sostenible y cambiar los hábitos alimentarios (1).
Dietas sostenibles según la FAO
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define a las dietas sostenibles como dietas con un impacto ambiental reducido, conformes a las orientaciones nutricionales en vigor, a la vez asequibles, accesibles y culturalmente aceptables (4). Pero, ¿qué cambios se deben introducir para hacer realidad esta ambición?
El actual sistema de producción de alimentos es considerado como una de las principales causas que provocan daños ambientales, entre ellos, el cambio climático y la pérdida de recursos naturales (5).
La agricultura por sí sola es responsable de hasta el 30% de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero (GEI) y del 70% del consumo de agua (3, 6).
Es la principal causante de la deforestación, el cambio de uso de la tierra, la pérdida de biodiversidad, así como una fuente importante de contaminación del agua y de consumo de agua dulce (6).
El resto de actividades relacionadas con la producción y el consumo de alimentos, como la cría de ganado, el transporte, el envasado y el desperdicio de alimentos, son también responsables del impacto ambiental.
Lograr un sistema sostenible de producción de alimentos y reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos son retos mundiales importantes que pueden ayudarnos a hacer frente al aumento de la demanda de alimentos y a producir de forma sostenible suficientes alimentos nutritivos para todas las personas.
Los pasos a seguir para lograr una dieta saludable y sostenible pueden resultar confusos a primera vista.
A pesar de la complejidad, cabe destacar tres cambios se pueden introducir para lograr una dieta más sostenible: consumir menos, reducir el desperdicio de alimentos y comer menos alimentos de origen animal sustituyéndolos por otros de origen vegetal.
Consumir menos
Existe una tendencia mundial a consumir en exceso, pese a que muchas personas siguen padeciendo hambre en todo el mundo. Aunque, históricamente, el exceso de consumo siempre ha sido un problema propio de los países desarrollados, empieza a serlo en países en desarrollo, en particular, en economías emergentes como China y Brasil.
El exceso de consumo contribuye al aumento de los casos de sobrepeso y obesidad a la vez que genera una demanda innecesaria del aumento de la producción agrícola y ganadera y, por consiguiente, un mayor impacto ambiental (7).
Reducir la ingesta global de calorías, sobre todo en los países con un elevado consumo, puede ser beneficioso tanto para el medio ambiente como para la salud de las personas.
Reducir el desperdicio de alimentos
En Europa, se calcula que se desechan cada año 88 millones de toneladas de alimentos. Se desperdician alimentos en todas las etapas de la cadena alimentaria, ya sea en la producción, la transformación, la venta al por menor o los servicios de restauración.
No obstante, el mayor desperdicio de alimentos, cerca del 53% en el caso de Europa, se produce en los hogares (8).
Producir alimentos que luego se tiran a la basura representa un derroche innecesario de tierra, agua, mano de obra y energía, y genera GEI sin necesidad. Si el desperdicio de alimentos se midiese en términos de país, sería el tercer productor más importante de CO2, sólo por detrás de Estados Unidos y China (9).
Menos alimentos de origen animal
En general, la producción de alimentos de origen animal requiere una mayor cantidad de recursos que la producción de alimentos de origen vegetal, y tiene un mayor impacto ambiental (por ejemplo, en términos de uso de la tierra, consumo de agua dulce y emisiones de CO2 por tonelada de proteína consumida) (7).
Los productos de origen animal también difieren en cuanto a su impacto ambiental. Por ejemplo, al producir 1 kilogramo de carne de vacuno se emite siete veces más CO2 que al producir la misma cantidad de pollo (10).
Los insectos como opción
Los insectos, un alimento común fuera de Europa, se están perfilando como una fuente de proteínas con potencial para generar menos GEI y utilizar menos recursos de los que emplea la ganadería convencional para obtener cantidades similares de proteínas (11).
Elegir productos de origen animal más sostenibles como aves de corral, pescado de origen sostenible o insectos reducir el consumo de alimentos de origen animal como la carne, los lácteos y los huevos, en general, e introducir alimentos vegetales como frutas, verduras, cereales y legumbres, constituyen medidas importantes para empezar a llevar una dieta más sostenible (7).
Las dietas ricas en alimentos vegetales también están relacionadas con un menor riesgo de hipertensión, accidente cerebrovascular, diabetes de tipo 2 y ciertos tipos de cáncer (12).
Para quienes decidan eliminar por completo los productos de origen animal de su alimentación, las dietas vegetarianas o veganas pueden proporcionar suficiente proteína a condición de que estén basadas en una alimentación variada.
Es importante seguir una alimentación variada dado que algunos nutrientes, incluidas las proteínas y los aminoácidos esenciales, se encuentran en menor cantidad en los alimentos vegetales que en la carne o el pescado. Sin embargo, las carencias de algunos alimentos pueden compensarse con otros (12).
El proyecto Protein2Food, financiado por la Unión Europea, está trabajando en el diseño de nuevos productos de origen vegetal que tengan mayor contenido y calidad de proteínas.
En el futuro, estos productos podrían ser una alternativa interesante de alimentos ricos en proteína para quienes estén dispuestos a comer más alimentos vegetales a fin de lograr una dieta que sea a la vez más sostenible y esté nutricionalmente equilibrada.
Dietas sostenibles, concepto difícil
Lograr una dieta sostenible requiere algunos sacrificios. Por ejemplo, comprar alimentos cultivados a nivel local puede parecer una opción sostenible, pero sólo si los productos en cuestión son de temporada en el lugar donde se compran.
Esto se debe a que la energía consumida para cultivar frutas y verduras en invernaderos con calefacción en invierno es mucho mayor que la necesaria para transportarlas desde países más cálidos (13).
Por otra parte, los beneficios para el medio ambiente y la salud no van siempre de la mano. Por ejemplo, los beneficios del pescado, sobre todo en lo que respecta a su contenido en omega3, son de sobra conocidos.
No obstante, la sobre explotación pesquera y el agotamiento de algunas reservas pesqueras están siendo un problema, que podría empeorar si se aumenta el consumo de pescado tal y como recomiendan las orientaciones en materia de nutrición.
Se está investigando el desarrollo de semillas oleaginosas que contengan niveles más altos de omega 3. Además, en los supermercados ya es posible encontrar pollo enriquecido con omega 3.
Estos productos innovadores podrían ayudar a satisfacer las necesidades nutricionales del ser humano sin ejercer presión sobre los océanos. Mientras tanto, consumir pescado con etiqueta «de origen sostenible» es una decisión que todos pueden considerar (13).
Independientemente del enfoque que se adopte para seguir una dieta sostenible, los cambios han de ser realistas.
Incluso los cambios pequeños pueden tener un efecto notable en la reducción del impacto ambiental del consumo de alimentos, si se dan a escala mundial.
Por ejemplo, llevar una dieta vegetariana o flexitariana (es decir, reducir de forma voluntaria el consumo de productos de origen animal y sustituirlos por alternativas vegetales), sustituir el consumo de carne de rumiantes (como la de vacuno) por el consumo de cerdo, pollo, aves de corral o insectos, cuya huella ecológica es menor, y elegir pescados y mariscos de origen sostenible son medidas que, pese a ser modestas, tienen grandes repercusiones en el impacto ambiental que generan las dietas a escala mundial (3, 14).
Fuente: The European Food Information Council (EUFIC)