Chocolates adicionados con más de 17 vitaminas, golosinas con ácidos grasos poliinstaurados del tipo omega 3 y DHA, snacks que mejoran el sueño, paletas con propiedades tranquilizantes y hasta pastillas con extra calcio son sólo algunas deliciosas innovaciones que buscan abanderar a la confitería saludable, que enfrenta el reto de también ser indulgente.
Toda vez que pensamos en golosinas es prácticamente imposible evitar una pequeña reflexión sobre el dulce placer de su consumo y la cantidad de 'calorías extra-no percibidas' que nos aporta ese par de caramelos o esa barra de chocolate que tanto nos gustan.
Según varios investigadores, su consumo habitual nos aporta un promedio estimado de 500 kilocalorías adicionales a las que provienen de nuestros alimentos y, por lo tanto, su consumo representa un riesgo a corto plazo para el desarrollo de sobrepeso y obesidad y un riesgo a largo plazo para el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas.
Por ello no es de sorprender el cambio revolucionario del consumidor en la manera que percibe sus alimentos, orientado hacia un individuo más crítico del valor nutrimental de lo que se oferta, y hacia un perfil de exigencia de productos que permitan mantener su salud sin sacrificar el gusto y el placer de comer.
Como prueba de ello, la industria de alimentos, los medios de comunicación y los profesionales de la salud se están enfrentando a nuevos retos de producción e innovación que giran en torno al binomio 'indulgencia y salud'.
Este binomio ha desencadenado en las últimas décadas la dedicación de varios fabricantes y manufactureros a la investigación, formulación y desarrollo de nuevos ingredientes, con la finalidad de ofrecer alternativas saludables, denotadas como 'buenas para ti', que cubran la creciente demanda y dentro de las cuales se contempla el rubro delimitado como 'golosinas funcionales'.
Los ancestros de las golosinas
Y ya adentrados en el tema, el hablar de golosinas funcionales puede resultar controversial e incluso contradictorio para muchos, mientras que para otros puede ser más bien divertido y dinámico.
Sin embargo, desde una perspectiva histórica, la existencia de estas 'golosinas' encuentra sus orígenes en el puro interés humano de conferir propiedades a todo aquello que consumimos. Esto data miles de años atrás cuando los antiguos egipcios (3400 A.C), griegos y romanos utilizaban productos de confitería a base de hierbas, semillas, incienso, harina de dátil y miel de abeja, con la finalidad de mantener la salud digestiva, eliminar el mal aliento y combatir infecciones por lombrices y/o parásitos.
Si de golosinas antiguas se trata, el uso del cacao como ingrediente funcional es una de las prácticas más estudiadas y ampliamente conocidas.
Reportes de los antiguos aztecas narran cómo el consumo de las semillas de dicho fruto era considerado un alimento de los dioses, y el consumo de su bebida derivada – a base de cacao, maíz, vainilla y pimienta- como uno de los alimentos más completos, que inclusive le permitía a cualquier humano “pasar el día sin tomar otra cosa, después de beber una sola taza”.
En este mismo sentido, reportes del códice Badiano narran sobre el uso del cacao para personas tísicas, extenuadas y para curar enfermedades del hígado; además de que su combinación con semillas de hule se utilizaba para combatir disentería, y el uso de su manteca para la curación de heridas y el cuidado de la piel. Aunado a esto, estudios recientes respaldan al chocolate –con alto contenido de sólidos de cacao– como una golosina funcional debido a su contenido de flavonoides (catequinas y epicatequinas), y que al ser consumidos en cantidad suficiente y de manera regular, confieren beneficios en la salud cardiovascular y en el sistema inmune.
Ejemplos más actuales de confitería saludable
Hasta que hoy día, nos encontramos con un sector confitero que más que cosa del pasado, se ha convertido en una industria de continuo crecimiento que se antoja entre las más prometedoras debido a la amplia gama de productos que ofrece y el amplio grupo de consumidores asiduos (menores de edad y adultos hasta los 54 años de edad). Además de que, la flexibilidad de sus presentaciones y la estabilidad en el uso de sabores, es en un excelente vehículo para la adición de ingredientes con propiedades funcionales.
Dicho lo anterior, y con Europa y Japón a la cabeza en innovación, podemos encontrar en el mercado una serie de golosinas que abarcan desde chocolates adicionados con más de 17 vitaminas y más hierro que una taza de espinacas, chocolates ricos en antioxidantes, y chocolate con leche sin lactosa y causantes de saciedad.
También golosinas energizantes y libres de azúcar, pastillas con extra calcio, mentas con extracto de magnolia como bactericida para el mal aliento, caramelos que cubren el total de los requerimientos diarios de vitamina C, gelatinas con prebióticos, y gomas de mascar para combatir la caries.
Otros productos similares son las gomas protectoras de la dentina, chiclosos de frutas adicionados con omega 3, paletas con propiedades tranquilizantes, tabletas masticables a base de ajonjolí negro y semillas de cassia para combatir el estreñimiento, caramelos sabor zarzamora con menos de 20 kilocalorías y la misma cantidad de fibra que media manzana, e inclusive barras energéticas con esteroles para disminuir el colesterol o ingredientes exóticos que promueven el alto rendimiento y la función cognitiva.
Proclamas funcionales
De entre las proclamas funcionales, las más comúnmente encontradas se refieren a productos orientados a la salud bucal, la salud digestiva, el sistema inmune y la salud cardiovascular.
De entre los primeros, las gomas de mascar y los caramelos macizos representan las golosinas con mayor inmersión en el mercado mundial haciendo uso de los azúcares polioles como edulcorante no calórico o de bajo aporte energético (sorbitol, manitol, maltitol, lactitol y xilitol); y proclamando efectos cariostáticos y anticariogénicos.
Inclusive podemos encontrar gomas de mascar adicionadas con bacterias probióticas (Lactobacillus paracasei o Lactobacillus reuteri) que, en presencia de los polioles y la saliva, colonizan la cavidad oral compitiendo con la bacteria Streptococcus mutans, que al depositarse en los dientes desglosa el azúcar de los alimentos convirtiéndolo en ácido, dañando el esmalte dental y ocasionando caries.
Y si de ejemplos se trata, podemos también mencionar la existencia de snakcs saludables, que al contener aislados de proteína de suero y péptidos bioactivos, proclaman su efecto en el apetito, la calidad del sueño, el buen humor, la ansiedad y el sistema inmune.
También se lanzaron golosinas adicionadas con ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega 3 y DHA, del cual mucho se ha discutido la dificultad de uso por el fuerte sabor a pescado de los ingredientes.
No obstante, recientemente se han lanzado paletas de caramelo adicionadas con omega 3 provenientes de algas marinas y que, junto con sustancias capaces de enmascarar el sabor, tienen como objetivo conquistar el paladar de los niños, especialmente aquellos con déficit de atención y proclamando la capacidad de este tipo de grasas para contribuir al desarrollo del sistema nervioso.
En el caso de los adultos, proclama el beneficio de su consumo sobre el sistema cardiovascular y el perfil de grasas sanguíneas (colesterol y triglicéridos).
En cuanto a golosinas fortificadas, la mayoría declara su funcionalidad a expensas de su alto contenido de vitaminas y minerales, como son el ácido ascórbico, calcio, zinc y el hierro pirofosfato y complejo aminoquelado; proclamando su capacidad para mejorar las defensas, la salud ósea, el crecimiento y desarrollo; y disminuir la presencia de anemia, respectivamente.
Así pues, pareciera que existen muchas formas para que una golosina tenga la denotación de funcional, ya que dicha característica es debido a los ingredientes que la componen. Sin embargo, no se debe pasar por alto que dicha cualidad no sólo reside en los efectos sobre la salud de los ingredientes contenidos, sino que además se debe consumir una dosis sugerida para alcanzar un beneficio. En ciertos casos esto podría implicar el consumo de varias golosinas/día.
Y es por demás importante mencionar que dentro del mismo producto coexisten otros ingredientes 'no funcionales' que, en algunos casos, podrían ocasionar inclusive un daño si se consumen en exceso, independientemente de la cantidad de vitamina C, el calcio y los antioxidantes que pudieran contener.
Como prueba de ello existen ciertas golosinas que si bien son un buen aporte de vitaminas y minerales contienen grandes cantidades de azúcar, o ciertos chocolates que además de sus flavonoides son ricos en grasas saturadas.
Varios países, en conjunto con profesionales de la salud, gobierno, medios y comunidad científica, han expresado su preocupación por la regulación de dichos productos y se encuentran trabajando con la industria de alimentos y proveedores de materias primas para asegurar que las personas reciban la información adecuada acerca de los beneficios y posibles riesgos de los alimentos funcionales.
Consentir al consumidor
A manera de conclusión, no se puede dejar pasar que es para los amantes de las golosinas y la confitería, un gran alivio conocer de la existencia de estos productos, diseñados para consentir al cliente, brindando un beneficio a la salud sin la necesidad de sacrificar el buen gusto y el sabor dulce.
Sin embargo, no debemos olvidar que para que un producto sea declarado como funcional, el ingrediente adicionado, fortificado o contenido deberá encontrarse y consumirse en cantidad suficiente para alcanzar el efecto declarado.
Es importante destacar que, hasta cierto punto, todos los alimentos son funcionales y el beneficio de su ingestión se confiere solamente a partir de la premisa de “ser consumidos como parte de una dieta completa, variada, equilibrada, suficiente e inocua”, por más difícil que esto parezca.