Para la Unión Europea es fundamental contar con un sistema que ofrezca la máxima seguridad jurídica a los operadores, y la información más clara y comprensible para el consumidor. Para alcanzar estos objetivos, lo más adecuado es diseñar un sistema adecuado con la suficiente flexibilidad para ofrecer la información nutricional necesaria para el consumidor como el Esquema Nutriscore.
El planteamiento del sistema puede ser útil para que el consumidor tome decisiones alimentarias más saludables. Es algo que la Comisión Europea ha constatado en los trabajos para la elaboración del informe que publicó en 2020, en el que la mayoría de los consumidores consideraban que el etiquetado en la parte frontal de los envases es útil.
Sin embargo, es muy importante la adaptación a los alimentos que se consumen en cada país y, por otra parte, para que resulte eficaz, una etiqueta en la parte frontal debe atraer la atención de los consumidores. Y posteriormente deben aceptarla y entenderla, antes de que pueda influir en sus elecciones alimentarias.
La implementación del Esquema Nutriscore
El esquema Nutriscore, aunque todavía no se ha incorporado de forma masiva a los alimentos que se venden en España, ya está despertando inquietud y controversia en diferentes ámbitos y subsectores de la industria alimentaria.
Dicho esquema consiste en añadir una etiqueta con un código de letras y colores en la parte frontal de los envases de los productos alimentarios con un doble fin:
- Informar al consumidor sobre la calidad nutricional global de los alimentos. Facilita al consumidor el entendimiento de la calidad nutricional de los alimentos y le capacita en para la comparación de productos.
- Impulsar a los fabricantes a la elaboración de productos con mejor composición nutricional. Ya que la incorporación de Nutriscore influirá en la decisión de compra, resultará en un impacto sobre las ventas y los resultados de las empresas del sector.
¿Cómo adaptarse a este sistema?
Aunque pareciera evidente que los consumidores elegirían los productos “más saludables” sobre los menos, este planteamiento pueda ser demasiado simplista y la controversia que se ha generado entre los expertos en nutrición, la decisión de compra se va a ver fuertemente afectada por un sistema a priori tan inteligible para el consumidor.
De esta forma, parece lógico pensar que las empresas de elaboración de productos alimenticios podrían plantearse el mejorar el posicionamiento de sus productos para que el sistema juegue a su favor. Y el tiempo apremia con la previsible entrada en vigor de Nutriscore en el primer cuatrimestre de 2021.
Abordar este reto no es una cuestión sencilla y de ello depende el posicionamiento de nuestros productos de cara al consumidor. Por ello, hemos desarrollado una metodología que, focalizada en la mejora continua, permitirá a las empresas alimentarias anticiparse a mercado.
La Norma 051 vs Nutriscore
Deja afuera la mitad de los nutrientes críticos, sal, azúcar, sodio, grasas y calorías, que se preparan en las casas, en restaurantes, locales de comidas rápidas, confiterías y demás. Lo que enferma es la receta de un alimento, no importa si viene de casa, de la cocina de un restaurante, del catering de una fábrica o de la góndola del supermercado.
Y es que el problema de este etiquetado frontal es que los estudios que se llevaron a cabo tienen limitaciones metodológicas y no investigaron los pasos intermedios al cambio de conducta, es decir, si esto realmente va a servir para que en otros países se adopten comportamientos saludables.
Por estas razones en Europa no se utiliza el modelo de los sellos negros y optaron por el Nutriscore y es que los argumentos que no avalan el sistema de etiquetas negras son:
- Estigmatiza o demoniza a los alimentos procesados.
- No logra mejorar la alimentación de la población porque el consumo de alimentos procesados no es el principal problema en la dieta de la población argentina.
- No es suficiente para cambiar conductas alimentarias, hacen falta campañas de educación.
- No es efectivo para reducir el sobrepeso y la obesidad.
- Presenta efectos económicos negativos con relación a costos de fabricación y empaquetado, especialmente para las pequeñas y medianas industrias.
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