Los esfuerzos por hacer sustentable un envase no son suficientes cuando sólo se llevan a cabo en uno de los eslabones de la cadena de valor.
Desde el productor de materias primas hasta el consumidor, incluyendo también al sector público, deben estar conectados por un plan integral que culmine en la obtención de un producto que favorezca la reducción de desperdicios, aproveche los recursos naturales y reduzca el impacto ambiental.
Sobre este tema los especialistas dialogaron con Packaging Enfasis.
Si bien los sectores que participan en la producción de un envase plástico plantean en su agenda la búsqueda de recursos para desarrollar una materia prima o un packaging amigable con el medio ambiente, aún lo hacen desde una postura individual. Esto sucede porque hay tres miradas desde las que observar su impacto: la ambiental, la económica y la social.
La cadena de valor como un todo
“El desafío global es lograr entender sustentabilidad para la cadena de valor como un todo, por eso no podemos hablar de materiales sustentables. Yo puedo tener un material que dé una mejor protección al punzado para que no se rompa, pero si sólo tratamos de entender la sustentabilidad en el empaque estamos perdiendo de vista que éste forma parte de un sistema como un todo. Si hablamos de la cadena de alimentos, por ejemplo, el impacto no empieza por el empaque sino en su producción y preparación” explica Bruno Pereira, gerente de Sustentabilidad para Plásticos Básicos de Dow Latinoamérica.
Lograr un envase más sustentable con el medio ambiente implica ofrecer un producto con mayor valor agregado. Esto es aplicar la fórmula “más con menos”, es decir optimizar los recursos en cada paso del proceso productivo para lograr un producto que requiera menos costos económicos y ambientales en su realización y ofrezca mayores beneficios al consumidor.
“Este concepto es la fuerza impulsora de la industria plástica en todas sus aplicaciones: alimentos, envases, pañales, productos industriales, caños, geo membranas, etc. Perfeccionar la tecnología para mejorar la resistencia y la protección de manera que al final del día se pueda entregar el mismo desempeño con menos material” asegura Fernando Giménez, director Comercial de Plásticos Básicos para Dow en Argentina y Región Sur de América Latina.
Sin embargo, con la buena disposición de los empresarios que integran la cadena de valor no alcanza. Sin una política de Estado que garantice un marco legal que regule las condiciones de compostaje y reciclaje, todo el esfuerzo anterior es en vano.
Así, un envase que llega al consumidor con un eco diseño pierde su sustentabilidad al ser utilizado ya que la mayoría de los países no disponen de métodos de reciclado.
Consumo responsable
El consumidor es un actor importante en la búsqueda de reducir el impacto ambiental de los envases de plástico y aprovechar sus ventajas. Para ello deberán incorporarse hábitos de consumo más responsables que minimicen los desperdicios. Y esto es posible si se entiende al empaque como una herramienta para ese fin.
Según datos del Instituto de Ingeniería Sanitaria de la Universidad de Buenos Aires (FIUBA) y de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), en Argentina el plástico tradicional representa cerca del 20% de la basura urbana, detrás de los desechos alimenticios que suman 39% del contenido en los rellenos sanitarios.
Los envases son un instrumento esencial para hacer posible, sobretodo, que los alimentos no terminen en la basura. Así, envasar y ofrecer porciones compatibles con los hábitos y necesidades de consumo de los diferentes perfiles de consumidor son formas de reducir el impacto ambiental y de hacer un consumo más sustentable.
Es común que una persona que vive sola por ejemplo tenga que tirar, días después de abrir un envase de pan lacteado, tres de esas rebanadas por considerar que ya no están aptas para su consumo.
En este caso, se estarán “tirando” el equivalente a 32 gramos de CO2. O sea, el impacto invisible del desperdicio de alimentos es superior al impacto del envase.
Por lo tanto, un excelente camino para la reducción del desperdicio pasa necesariamente por más y mejores envases que garanticen la protección adecuada del alimento y permitan que estos sean consumidos en su totalidad.
El envase sustentable cumple por lo menos con tres dimensiones: la primera y principal es garantizar la protección al producto. En la segunda dimensión, entre los envases que protegen el producto debemos elegir aquel que implique menos impacto ambiental medido según el Análisis del Ciclo de Vida (ACV).
La tercera tiene que ver con cómo los materiales del envase se comportan al final de su vida, o sea al momento de ser descartados e ir a la basura.
“El camino para el futuro no es sacarnos la culpa sino un camino de involucrarnos. Es decir, no pensar sólo en un envase sustentable desde el punto de vista del eco diseño para que proteja al producto sino incluir las herramientas para reciclarlo e informar de esta posibilidad al consumidor” aclara Pereira.
Mitos nada sustentables
Ante la creencia de que la biodegradación es la característica principal de un envase sustentable, los especialistas desarrollaron cuatro explicaciones que desmienten los siguientes mitos:
• MITO 1: Biodegradación es la solución para todos los males ambientales
El mito de la biodegradación sugiere que se puede tirar el residuo biodegradable en cualquier lugar, sin consecuencias ambientales. Pero en la naturaleza nada se pierde, todo se transforma. Lo que significa que la biodegradación apenas cambia el tipo de impacto ambiental cuyo tamaño difiere de acuerdo con las circunstancias en las cuales esto ocurre.
Gran parte de los impactos en un relleno están relacionados a la biodegradación sin control (generación de metano, putrefacción, vectores de enfermedades y liberación de olores, entre otros). No existe un mejor material sea el biodegradable, reciclable, papel, plástico o cualquier otro; lo que existe es la mejor solución para cada circunstancia que, para ser encontrada, debe aplicarse el Análisis del Ciclo de Vida (ACV).
• MITO 2: Todo debe ser reciclado mecánicamente
La tendencia de mercado es que los envases son cada vez más sofisticados y con mayor contenido tecnológico, tendencia positiva ya que minimiza el impacto total de la cadena productiva, evitando el desperdicio de alimentos, remedios y varios otros productos. Por otro lado, en estos casos, el porcentaje que vale la pena ser reciclado mecánicamente también es reducido.
Parte de esa dificultad se refiere al uso de varios materiales en el mismo envase, dificultando la recolección selectiva y, en consecuencia, el reciclado mecánico. Siendo así, la cuestión es saber qué hacer con la basura restante.
La solución complementaria generalmente más adecuada es el reciclado energético, un proceso que recupera la energía contenida en el plástico utilizándola para reducir el volumen de la basura y los efectos nocivos de la biodegradación de la basura orgánica, además de proveer energía para la sociedad.
• MITO 3: Los envases son basura, por lo tanto deben ser eliminados
Todos los días se tira una enorme cantidad de comida a la basura. Y la falsa idea que queda es que la basura es sólo el envase, no el producto o el alimento desperdiciado. Estudios en Brasil y Reino Unido indican que un tercio de todo lo que el consumidor compra termina en el cesto de la basura.
Una de las funciones más nobles de los envases es la de proteger los alimentos para reducir su desperdicio. Por lo tanto un excelente camino para la reducción del desperdicio pasa necesariamente por más y mejores envases que garanticen la protección adecuada del alimento y permitan que estos sean consumidos en su totalidad.
• Mito 4: Las bolsitas plásticas son las villanas del medio ambiente
La gran cuestión no está en la bolsita en sí, sino en su uso incorrecto. Las personas acaban no utilizando toda su capacidad (usando varias para cargar pequeñas cantidades de productos) ó las utilizan en duplicidad (una dentro de otra), generando un uso excesivo e innecesario.
Parte de ese problema puede estar relacionado a la producción de bolsitas con poca resistencia, que no poseen la capacidad para soportar su volumen cuando son llenadas.
Cuando tienen calidad, además de descartadas correctamente, las bolsitas tienen innumerables beneficios para la sociedad porque son 100% reciclables, reutilizables, económicas, higiénicas, livianas y sirven como bolsa de residuos.
Además, los países desarrollados producen energía limpia a partir del plástico por medio del reciclado energético.
Como indica Giménez, “el plástico es estratégico para un futuro sustentable, por ello buscamos desarrollar soluciones con materias primas cada vez más perfeccionadas que posibiliten la reducción de desperdicios y un aprovechamiento más inteligente de los recursos naturales”.
Sin embargo, esto sólo tendrá un resultado eficiente si están involucrados con este objetivo todos los actores de este proceso: empresas, gobiernos y consumidores.