Las latas de aluminio cuentan con un proceso de reciclaje en circuito cerrado en el que los envases antiguos vuelven a surgir con la misma estructura y/o estética en tan sólo 60 días. Es una economía circular perfecta.
Nuestro día a día está repleto de circunstancias en las que interactuamos con productos cuyo impacto en el medioambiente puede ser significativo. Un caso muy común es al momento de adquirir alimentos y bebidas envasadas, que consumimos y desechamos constantemente.
En este contexto, resulta fundamental que, como ciudadanos, comencemos a desarrollar hábitos que contribuyan al cuidado del planeta. La clave será lograr conciencia social tras generar interrogantes tales como: ¿cuál es el impacto de un producto en el medioambiente? ¿Es reciclable? ¿En qué medida?
Ciertos alimentos que adquirimos a diario (como leche, gaseosas, jugos, frutas y verduras) cuentan con diversas presentaciones en góndola: paquetes de cartón; bolsas flexibles, botellas de vidrio, PET y latas. La cuestión es que, muchas veces, nos guiamos por aspectos estéticos del empaque o por lo que escuchamos de él boca a boca, pero desconocemos el nivel de impacto o reutilización real del mismo.
Durante los últimos 50 años, las latas han sido el sistema de protección de productos más fuerte y amigable con el medioambiente. Con el paso del tiempo, las innovaciones en la fabricación de latas de aluminio las han convertido en envases 100% reciclables, que se reutilizan por miles de millones cada año y sin fecha límite. Hoy en día, 72% del aluminio que alguna vez se produjo en el mundo continúa en uso.
La evolución de las latas de aluminio
Las latas cuentan con un proceso de reciclaje en circuito cerrado en el que los envases antiguos vuelven a surgir con la misma estructura y/o estética en tan sólo 60 días. Todo comienza cuando, luego de su uso y desecho, los residuos son enviados a los centros de tratamiento, donde las latas son clasificadas y separadas. Una vez que son agrupadas, se venden en packs a compañías que se encargan de acondicionarlas para convertirlas nuevamente en materia prima. Allí atraviesan todo el proceso de fundición y conformación de los lingotes. Este material puede ser adquirido por diferentes industrias de materiales de aluminio, con la intención de fabricar latas y mucho más, como aberturas, repuestos, piezas para coches entre otros productos.
Cabe destacar que la capacidad de reutilización de las latas retroalimenta los costos del aluminio, por eso es el packaging más reciclado de los Estados Unidos, con un 57% de retorno. En contraposición, únicamente se recicla el 7% de los envases de cartón; 9% de las bolsas flexibles, 29% de los envases PET y 31% de las botellas de vidrio. En Argentina, la última actualización de este número, por CAIAMA, informa que tenemos cerca de 90% de índice de reciclado de latas.
Debido a que las latas son infinitamente reciclables, proporcionan de manera sostenida materia prima para nuevos envases y otros productos metálicos. Como tal, las latas se hacen con más contenido reciclado que otros empaques de alimentos y bebidas. Latas viejas, trozos de metal y otros productos metálicos ya utilizados proporcionan hasta dos tercios del material (aluminio) en una nueva lata.
Reducción de la huella de carbono
Por su parte, una lata reciclada ahorra un 95% de energía comparado con una lata producida con aluminio primario, por lo tanto, disminuye la huella de carbono. La energía obtenida a partir del reciclado de una lata de aluminio equivale a 3 horas de TV encendida y 4 horas en una lamparita. Además de eso, las latas ofrecen una protección completa del aire y la luz. De esta forma, aseguran la durabilidad del sabor de la bebida y, al momento de enfriar, como es en el caso de la cerveza, el tiempo requerido es menor ya que el aluminio tiene la capacidad de regular su temperatura rápidamente.
Finalmente, el peso liviano de la lata y la eficiencia cúbica permite transportar mayor cantidad de líquidos utilizando menos combustible, en comparación con otros empaques utilizados en la industria de bebidas. Además, las latas no se rompen ni corren el riesgo de sufrir pérdidas, lo que asegura que la gestión de la logística sea más simple y eficiente. En el caso de la cerveza, se puede enviar 50% más de líquido en latas frente a vidrio, por ejemplo, reduciendo emisiones.
Es fundamental comprender que vivimos en un mundo de recursos finitos que se están agotando a un ritmo cada vez más rápido, por lo que necesitamos adoptar hábitos que nos ayuden a revertir esta situación lo antes posible. Tenemos la obligación de satisfacer nuestras necesidades sin comprometer la capacidad de que las generaciones futuras puedan satisfacer las suyas. La lata de aluminio es una clara herramienta que puede ayudar a lograrlo.