En 2018 nace el proyecto europeo Ypack que tras tres años de investigación y siete millones de euros en inversión desarrolló a partir de suero de queso y cáscaras de almendras tres envases compostables:
- Una bandeja
- Dos películas de contacto alimentario
Esto se logró gracias a un equipo liderado por el Instituto de Agroquímica y tecnología de los Alimentos (IATA) lograba crear un envase activo y biodegradable.
El material empleado es capaz de desintegrarse en un plazo máximo de 90 días y de alargar la vida útil de algunos productos frescos hasta 48 días.
De acuerdo con José María Lagarón, investigador del IATA-CSIC y coordinador del proyecto, es la primera vez que se muestra la implementación industrial completa del envase. Con estudios positivos de biodegradación, alergenicidad y vida útil.
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Suero de queso y cáscaras de almendras
El envase ideal implica huellas de carbono e hídricas más bajas, es biodegradable, está diseñado ecológicamente. Es seguro y tiene propiedades de conservación adecuadas para minimizar el desperdicio de alimentos.
Para producir los envases ideados se optó por los polihidroxialcanoatos (PHAs), es decir, poliésteres producidos en la naturaleza por microorganismos. Así los nuevos recipientes serían compostables.
Esto significa que la degradación biológica del envase se produce en un tiempo controlado que, en este caso, es de un plazo máximo de 90 días tras desecharse.
Partiendo de residuos de frutos secos se empezó a definir la composición del nuevo material. No obstante, la idea del proyecto no se limitaba a crear un envase pasivo que protegiera el alimento del medio exterior. Sino que la idea era un recipiente activo que participara en su conservación.
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El consumidor y los envases compostables
El nuevo envase fue aceptado por los usuarios. Quienes valoraron de forma positiva las nuevas tecnologías de envasado y ninguno rechazó el uso de subproductos provenientes de frutos secos o queso.
Su color terrizo y tacto microgranulado recuerda a los primeros papeles reciclados: renovables, biodegradables y funcionales. Los envases transmiten una idea de procedencia natural que agrada al consumidor.
Por otra parte, tras gestionar 5 toneladas de biopolímeros, se logró escalar la producción industrial de dos de los productos.
A pesar de cumplir con el espíritu de la directiva de la Unión Europea, no se escaló la producción de la película activa debido a las barreras legislativas.
El proyecto terminaría dejando una tarea pendiente: combinar las necesidades del mercado, las regulaciones de la UE y el desarrollo de innovadores materiales de embalaje.
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