Un grupo de investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora (IHSM-CSIC-UMA), en Málaga, y el Instituto de Ciencias Materiales de Sevilla (ICMS-CSIC-US), desarrolló resina de orujo de tomate para recubrir la parte interior de envases metálicos de alimentos, latas de conservas y bebidas, entre otros.
Para elaborar estas resinas de reutilizaron los subproductos que se generan después de procesar el tomate para hacer gazpachos, salsas o zumos y que está formado por semillas, pieles y pequeños restos de ramas.
Actualmente, el orujo de tomate se elimina como residuo sólido, se quema, o, en una pequeña proporción, se destina para alimentación animal por su bajo valor nutricional.
Tras realizar pruebas con comida simulada, el próximo paso es probar su eficacia en latas y envases que contengan alimentos reales y evaluar su aplicación industrial.
Entre las principales características de esta resina destaca que:
- Repele el agua
- Se adhiere firmemente al metal de la lata que recubre
- Tiene propiedades anticorrosivas frente a la sal y cualquier líquido
Residuo del tomate, un ingrediente sostenible
Los expertos proponen una alternativa biodegradable para recubrir los envases alimenticios basada en la bioeconomía circular de un producto como el tomate. El objetivo es reutilizar un desecho, el orujo de ese fruto, como materia prima para otros bienes, en este caso las latas de conservas y otros envases que contengan comida.
Partiendo de un residuo, obtienen una materia prima ecológica y sostenible, con un impacto ambiental muy bajo, ya que reducen la generación de basura y al mismo tiempo minimizan la extracción de recursos fósiles para la fabricación de estos mismos recipientes, señalan los expertos.
Para obtener esta resina, los expertos dejaron secar las muestras de orujo de tomate y las sometieron a un proceso de hidrólisis, es decir, eliminaron cualquier resto de agua y se quedaron con los lípidos, en este caso grasa vegetal.
Seguro te interesa: Esta tecnología reduce la adherencia de los materiales en los alimentos empacados
La resina de tomate es hidrófoba
Los investigadores comprobaron que la resina de orujo de tomate es hidrófoba, es decir, repele el agua. Además, tiene una alta capacidad de adhesión al metal de la lata que recubre.
Si el recipiente se cae, sufre golpes o recibe algún impacto como consecuencia de su transporte, por ejemplo, en un camión de reparto, la resina actúa como barrera protectora entre la comida y el metal”, señalan los científicos de ‘La Mayora’.
Junto a estas cualidades, también presenta una alta capacidad anticorrosiva frente a la sal y cualquier líquido. Los compuestos de esta laca no pasan a la comida y por tanto no contaminan el producto que contiene la lata, como sí sucede con la resina de BPA.
Para confirmar todas estas propiedades, los expertos realizaron pruebas con simulantes de comida, como establece la normativa de la Unión Europea para plásticos en contacto con alimentos.
Se usaron productos que imitan el comportamiento de un grupo de alimentos que tienen características parecidas. Por ejemplo, usaron disoluciones de etanol como si fueran sopas, aceites a modo de cremas y polímeros absorbentes como comida seca.
Finalmente, además de identificar las características de la resina de orujo de tomate como recubrimiento del interior de los envases, los expertos evaluaron el impacto ambiental de la fabricación de esta resina.
Te recomendamos: Innovación de envases a base de algas, un paso hacia la sostenibilidad