París, (EFE).- Aunque en otras regiones las precipitaciones del otoño e invierno han sido un alivio, una intensa sequía se ceba con el sureste de Francia -al igual que en Cataluña, al otro lado de los Pirineos- y, tras dos años sin lluvias, el campo ha comenzado a cambiar sus viñas por aloe vera, romero y otras plantas aromáticas.
"Tenemos el mismo problema que en Barcelona, sube a lo largo del litoral mediterráneo y para nosotros, en Francia, se abren las puertas del desierto", lamenta en conversación con EFE Laurent Maynadier, quien dirige los viñedos y la bodega Château Champ des Sœurs -situada en Fitou, cerca de Perpiñán, en la región de Occitania- y cuya familia son viticultores hace trece generaciones.
En los últimos cinco años ha pasado de tener 18 hectáreas de viñas y producir entre 70.000 y 80.000 botellas al año, a tener tan solo 10 hectáreas y mirar cada año la producción con creciente incertidumbre, como en 2023, cuando la sequía destruyó completamente la producción.
Ya en 2019 "se sentían los problemas" avecinarse, recuerda Maynadier, cuando vieron los termómetros marcar hasta 45 grados a la sombra en verano.
"Las viñas se quemaron", señala, un golpe para toda la región a pesar de que viticultores como Maynadier hacen la vendimia en julio desde hace ocho años y han ido adaptando sus vinos a las nuevas condiciones, con caldos más ligeros que salen de la bodega más rápido.
A nivel económico, gracias al vino almacenado para que envejezca, los productores cuentan aún con un cierto colchón financiero pero, sin las añadas posteriores van fracasando, la supervivencia a medio plazo de las bodegas de la zona de los departamentos de Pirineos Orientales y Aude corren peligro.
No es un problema exclusivo de esta parte de Francia, que es el primer productor mundial de vino, sino que el cambio climático amenaza a las bodegas a nivel mundial, tal y como señaló el jueves la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), que en 2023 contabilizó una caída del 10 % en la producción global debido a condiciones climáticas extremas.
Reinventarse con aloe vera, romero y lavanda
Pese a todo, Maynadier rechaza el "derrotismo" y agricultores como él comienzan a experimentar con nuevos cultivos, en especial el aloe vera, pero también plantas aromáticas, como el romero, la lavanda o la salvia.
La necesidad de reinventarse es imperativa, considera Maynadier, ya que la sequía es una suerte de nueva normalidad, y de parte de las administraciones reciben "muchas promesas" y poco apoyo real para paliar la situación.
"No estoy solo, hemos creado un grupo para los Pirineos Orientales y otras personas de Aude, en torno al Mediterráneo, para cultivar aloe vera. La marca se llamará Aloed'Oc y nos gustaría que tener algún reconocimiento del Estado. Hoy todo lo hacemos con nuestros fondos, pero con fondos propios tendremos una vida económica de dos años. Si no encontramos otra cosa, desapareceremos", advierte.
No todos los vecinos de Maynadier, sin embargo, se hacen a la idea de que el cambio climático va a cambiar para siempre su modo de vida, incluso aunque en algunos municipios del área -aunque no el suyo, Fitou- el suministro de agua potable ya ha tenido que hacerse a través de camiones cisternas.
"Sinceramente, espero que tengan razón cuando dicen que es algo puntual y que pasará", comenta, aunque con una perspectiva más realista sabe que episodios esporádicos de tormentas como los que se prevén para las próximas semanas no bastarán para solventar dos años de déficit de lluvias que algunos meses llegaron a superar el 80 % respecto a los niveles habituales.
Aguas subterraneas
Las aguas subterráneas, por su parte, se encuentran en niveles muy bajos en toda la zona del litoral mediterráneo que se extiende desde la frontera con España, de acuerdo a los datos del Servicio Geológico Nacional francés.
El contraste es abismal respecto a lo que ocurre en el resto de Francia, donde las lluvias de los últimos meses han recargado las capas freáticas de manera "satisfactoria", hasta alcanzar volúmenes altos o muy altos en la gran mayoría de la fachada atlántica.
Las precipitaciones que han regado el resto del país apenas llegan hasta las costas de los Pirineos Orientales y Aude por culpa del relieve del terreno, que las protege de los frentes procedentes del Atlántico, dejándolas prácticamente a merced de las escasas lluvias que vengan del este.
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