Ciudad de Panamá, (EFE).- Apoyar a los pequeños productores del campo o la agricultura familiar, como se le conoce en América Latina, y conectarla con los mercados de abasto de las urbes, son claves para dar oportunidad a una alimentación saludable, más ahora cuando el reto de la desnutrición y la obesidad se acrecentaron tras la pandemia, afirmó a EFE un funcionario regional de la FAO.
El consumo de alimentos saludables, es decir, frescos y con poco o nulo procesamiento, afronta obstáculos de acceso, bien sea porque no se consiguen o son caros, o por los hábitos del consumidor, especialmente el urbano, que lleva un ritmo de vida acelerado y bajo el intenso bombardeo de la propaganda de la comida chatarra.
Este es un escenario que afronta América Latina y el Caribe, donde el hambre, con 56 millones de personas que la padecen, "es un tema no resuelto", al que se suma "el crecimiento preocupante" de las que sufren sobrepeso y obesidad por el consumo de alimentos ultra procesados.
Así lo explicó a EFE el coordinador subregional para Mesoamérica y Representante de la FAO en Panamá y Costa Rica, Adoniram Sanches, a propósito del Día Mundial de la Alimentación.
Bajo el lema "El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás", la FAO hace este año un llamado a la acción para transformar los sistemas agroalimentarios y abordar los desafíos de la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y la acción por el clima.
Más producción local de alimentos saludables
Entre los factores que contribuyen a una mala alimentación y la consecuente desnutrición u obesidad, está el costo de los alimentos. Un estudio de la FAO lanzado en 2022 señaló que comer sano cuesta en América Latina 3,8 dólares diarios por persona, más que en otras regiones. Y esto es un 38 % más en comparación con la medición del año anterior, dijo Sanches.
Una forma de combatir esto es "apoyar más" a la agricultura familiar, que es la responsable en gran medida de la producción de frutas, legumbres y verduras, y que lleguen frescas al consumidor.
En Mesoamérica, por ejemplo, hay una muy buena actividad agroexportadora "y entonces todo el tema del financiamiento acaba yendo" a ese nicho, dijo Sanches.
"La productividad de nuestra agricultura es baja. En Centroamérica, el 94 % de la agricultura usa agua de lluvia. Y el 70 %" de los terrenos productivos "tienen 2 o menos hectáreas, son minifundios. Es una agricultura aún muy básica, con poca tecnología", pero esto tiene que verse como una oportunidad para innovar, afirmó.
La agricultura familiar "se puede conectar con la central de abastos, con las ferias. Tiene mucho espacio para crecer y aumentar la productividad, que ahora es baja. Ahí está una clave fundamental para accionar: aumentar la oferta nacional de productos frescos, sanos y saludables", afirmó.
Los "desiertos alimentarios" y los hábitos de consumo
"Hay una buena discusión sobre cómo las grandes capitales de la región pueden revitalizar esquemas públicos de abastecimiento, como la central de abastos, los mercados municipales, las ferias libres, para acercar a la población más de barriada (bajos recursos) a productos frescos saludables", expresó Sanches.
La FAO y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), explicó, han detectado los llamados "desiertos alimentarios, o que una familia, en una gran ciudad, camina un radio de 5 kilómetros y cruza por 8 a 10 minimercados, donde están todos los productos ultra procesados pero prácticamente ningún acceso a frutas, legumbres".
Y también es "fundamental" abrir un espacio en las escuelas, en las casas, para reflexionar "sobre lo que se está consumiendo", al tiempo que las autoridades impulsan campañas en contra de los malos hábitos alimenticios.
"No hay aquí políticas mágicas (...) el mundo ya experimentó la pandemia del tabaquismo", que se combatió con acciones públicas como avisos en las cajetillas y prohibir la propaganda en escenarios deportivos, aeropuertos o fumar en lugares cerrados.
"La tendencia con los alimentos va por el mismo procedimiento: informar, educar, sobre todo a los jóvenes y adolescentes, que tienen una tendencia a ser más susceptibles a campañas de marketing en relación a azucarados, a productos con alta cantidad de sal y grasas", concluyó Sanches.
EFE/ Giovanna Ferullo M.
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