Punta Arenas, Chile (EFE) - Desafiando las gélidas temperaturas y los vientos magallánicos, el Witness, el barco más ecológico y nuevo de Greenpeace, surca estos días por primera vez los fiordos más australes del mundo buscando granjas salmoneras y registrando sus posibles impactos en las prístinas aguas del sur de Chile.
De 22,5 metros de largo y con un enorme arcoíris pintado en uno de sus costados, es la primera vez que el velero navega por Latinoamérica desde que fue adquirido por la ONG en 2021.
Con capacidad para 15 personas y dotado de una quilla y un timón que se elevan, el Witness puede navegar en aguas poco profundas que son inaccesibles para barcos más grandes, como los cientos de fiordos que se extienden entre Puerto Natales y Punta Arenas, en Magallanes, la región más austral del país, a más de 2.000 al sur de Santiago.
Un ecosistema remoto, de belleza inigualable, poblado de ballenas jorobadas, delfines, focas y leones marinos, que ambiciona la poderosa industria salmonera de Chile, el segundo exportador de salmón del mundo, después de Noruega.
Tercera exportación chilena
"Magallanes, hoy en día, es la región que concentra la expansión de la industria. Tiene la mayor cantidad de concesiones en trámite, más de 80, que se suman a las más de 120 que están ya aprobadas, muchas en aguas protegidas", dijo a EFE Estefanía González, coordinadora de Campañas de Greenpeace.
Esta industria, cuyo epicentro se localiza más al norte, en la región de Los Lagos (900 kilómetros al sur de Santiago), "ya ha destruido zonas completas y ha dejado el mar sin oxígeno en otras regiones", apuntó la activista.
Ahora, añadió, "busca nuevas zonas aisladas, remotas, limpias, sin ningún tipo de intervención para venir y hacer lo mismo".
La salmonicultura, que empezó a desarrollarse con fuerza durante la dictadura (1973-1990), es la tercera industria chilena que más exporta al mundo, detrás del cobre y el litio.
En 2022, se exportaron más de 750.000 toneladas por 6.606 millones de dólares, lo que equivale a un alza anual del 27,3 %, según el Consejo de Salmón, una de las principales patronales.
Desde hace algunos años, sin embargo, son muchas las voces que están denunciando el lado más oscuro de esta lucrativa industria y que están pidiendo más regulación y sacar los centros salmoneros de las áreas protegidas de la Patagonia, donde existen una treintena de especies de cetáceos y el 50 % de las aves marinas de Chile.
"Muchas de las empresas son de origen noruego porque las condiciones son muy parecidas a las de allí y la legislación chilena tiene muchos vacíos legales", denunció a EFE Joselyn Arriegada, geógrafa de la Universidad de Chile.
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Falta de oxígeno
Arriesgada forma parte de una expedición de científicos -a la que EFE acompañó unos días- que busca levantar datos para comparar "cómo son los ecosistemas sin tocar y cuáles son los impactos que deja esta industria".
Hundimientos y abandono de jaulas, escapes masivos de salmones -una especie exótica-invasiva que depreda peces nativos que están bajo amenaza-, muertes masivas de salmones por infecciones y generación de condiciones anaeróbicas en el mar (falta de oxígeno) por exceso de nutrientes y fecas son algunos de los daños que denuncian los ecologistas.
La industria, sin embargo, defiende que cumple con todas las reglas medioambientales y que ha sido el principal motor económico del sur del país durante los últimos 30 años.
"Muchos de los centros que estaban en activo no pueden operar porque ni siquiera los salmones pueden sobrevivir en esas condiciones", aseguró González desde el Witness, un velero que cuenta con dos generadores eólicos, panales solares y un sistema sostenible de aguas.
"Tratamos de navegar a vela tanto como podemos. Obviamente, cuando tenemos un horario y tenemos que estar en algún lugar, usamos el motor, pero tratamos de causar el mínimo impacto", indicó a EFE su capitán, Daniel Mares.
Tras escudriñar salmoneras, el Witness cruzará el Estrecho de Magallanes para unirse a la campaña de Greenpeace contra la exploración y explotación de petróleo en los mares argentinos y, como dice su nombre, ser "testigo" de eventuales abusos ambientales.
Foto: EFE/ Rodrigo Saez
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