Las agavinas revierten los efectos causados por el sobrepeso y la obesidad, por lo que podrían emplearse en el tratamiento de estos padecimientos, además de síndrome metabólico, diabetes y osteoporosis.
La investigadora de Mercedes Guadalupe López Pérez, investigadora adscrita al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), unidad Irapuato, estudió la fisiología de diferentes especies de agaves. Son carbohidratos de reserva de los agaves, constituidos por polímeros de fructosa y la presencia de una sola molécula de glucosa con enlaces y ramificaciones muy únicos.
A principios del año 2000 encontraron que los agaves no acumulan almidón y sacarosa como material de reserva como lo hacen la mayoría de las plantas. Por algún tiempo se estableció la estructura de estos carbohidratos y en 2003 se detectó por primera vez que se trataba de fructanos, polisacáridos formados principalmente de fructosa.
Dentro de los fructanos, los compuestos más conocidos son moléculas tipo inulina. En la última década, estas se han utilizado como prebióticos, y se extraen principalmente de la planta achicoria.
Inicialmente se pensó que los agaves también acumulaban fructanos tipo inulina, pero al utilizar varias herramientas analíticas, se observó que se trataba de una familia nueva de fructanos; en 2006 se publicaron las estructuras moleculares de estos y la llamaron agavinas, que actualmente se sabe que las agavinas son prebióticos.
Mercedes Guadalupe López Pérez expresó que una vez que observamos que las agavinas se parecían a las inulinas, la siguiente pregunta fue: ¿tendrán las mismas funciones? Hicimos estudios in vitro y comprobamos que las agavinas extraídas de diferentes especies de agaves presentaban potencial prebiótico; posteriormente comenzamos a experimentar en ratones sanos. En su dieta incorporamos agavinas y nos dimos cuenta de que la hormona relacionada con la saciedad (GLP-1) se producía más cuando los ratones consumían agavinas. Pensamos que esto podría ser bueno para generar saciedad e impactar en el peso de los individuos.
Posteriormente se realizó el mismo procedimiento, pero utilizando ratones con sobrepeso y obesidad y se descubrió que las agavinas, además de modular hormonas relacionadas con saciedad, como GLP-1, leptina y grelina esta última es otra hormona pide comer más, contribuyendo en la pérdida de peso de los animales.
Los ratones obesos que sufrieron daños metabólicos y fisiológicos se recuperaron, regresaron a su peso normal, es decir, una vez que utilizamos las agavinas, observamos reversión de varios daños como niveles de glucosa, triglicéridos y colesterol. En este sentido, las agavinas pueden ser utilizadas como suplementos que regulen la saciedad y consecuentemente el peso, acotó la investigadora.
Respecto de la función de las agavinas en la diabetes, López Pérez señaló que desarrollaron estudios preclínicos con ratones diabéticos se ha observado que los niveles de glucosa disminuyen, no así los de triglicéridos y colesterol. Esta información nos dice que la glucosa es metabolizada de manera más adecuada. La hormona GLP-1 es responsable de un alto porcentaje de la secreción de insulina en el cuerpo, entonces, una vez que incrementa la secreción de GLP-1, también la secreción de insulina y, por lo tanto, los niveles de glucosa disminuyen".
Por otro lado, se ha comprobado que el consumo de agavinas no solo tiene la capacidad de absorber minerales como calcio y magnesio, también ayuda a generar hueso nuevo, impactando en la microarquitectura de las trabéculas en fémur.
Con relación al consumo adecuado de agavinas en humanos, la investigadora señaló que se están realizando pruebas de tolerancia, para precisar la cantidad que debe consumirse para obtener los beneficios que se han observado en estudios con ratones.
Así como hay personas intolerantes a la lactosa, también hay quienes no toleran las agavinas. Se trata de consumir cantidades bajas de agavinas para promover el crecimiento de probióticos en el intestino. La intolerancia a éstas se debe a la falta de microbiota que transforma las agavinas en ácidos grasos de cadena corta. Estos últimos son los responsables de los efectos benéficos en la salud. Sabemos que es posible consumir hasta 20 y 25 gramos de prebióticos por día. En nuestros estudios hemos observado resultados positivos con 10 gramos de consumo, dijo la especialista.
Afortunadamente tenemos la riqueza de las especies de agave y que tardan muchos años en crecer, ya que durante su desarrollo acumulan moléculas de diferentes tamaños. Si utilizamos agaves de diferente edad, especie y zonas geográficas de reproducción, tendremos un banco de agavinas con diferentes aplicaciones. Las agavinas pueden ser utilizadas también como sustitutos de edulcorantes, alimentos funcionales; hemos hecho varios productos como dulces, galletas, tortillas, yogures, etcétera, los cuales hemos suplementado con agavinas, agregó.
Resulta importante mencionar que ni las bebidas alcohólicas ni el jarabe de agave contienen agavinas. Durante la elaboración de bebidas alcohólicas, las agavinas son fermentadas a etanol y en el caso del jarabe de agave, las agavinas son hidrolizadas a azúcares simples, por lo tanto, ninguno de estos dos productos tiene capacidad prebiótica.
Sabemos que la diabetes se puede controlar porque hay mucho conocimiento sobre la enfermedad, pero no todas las personas tienen el recurso económico para acceder a estos fármacos que, además, causan efectos secundarios. Recordemos, las agavinas son carbohidratos no digeribles que solo pueden ser utilizadas por la microbiota del tipo de los probióticos, esta mancuerna es la clave del impacto de las agavinas en diferentes padecimientos, entre ellos el sobrepeso y la obesidad, finalizó Mercedes Guadalupe López Pérez.