En México podemos encontrar hasta el 75% de las 310 especies de Agave, una oportunidad de mercado si se considera que son de fácil cultivo y extracción; podrían convertirse en un ingrediente potencial y de fácil introducción para la producción de productos funcionales.
A lo largo de los siglos se ha relacionado el consumo de alimentos con el estado de salud. Un alimento puede ser considerado como funcional si se ha demostrado que posee un efecto benéfico sobre una o varias funciones especificas en el organismo, más allá del aporte de nutrimentos habitual, siendo este relevante para la mejora de la salud, el bienestar y/o la reducción del riesgo de enfermar (ILSI, 1999). Dentro de los alimentos y/o ingredientes funcionales conocidos se encuentra el grupo de los denominados como prebióticos. Un prebiótico se define como aquel ingrediente de alimento extraído de fuentes naturales, no digeribles en el intestino corto y que afectan benéficamente al huésped mediante la estimulación del crecimiento o la actividad de un número limitado de bacterias en el colon predominantemente bifidobacterias y lactobacilos. Se componen por mono y oligosacáridos que actúan de forma semejante a la fibra soluble, ya que no pueden ser digeridos por el estómago y el intestino delgado; sino que llegan intactos al intestino grueso y son metabolizados mediante fermentación anaeróbica produciendo ácidos grasos de cadena corta (acetato, propionato y butirato), ácido láctico, dióxido de carbono e hidrógeno, los cuales modifican el PH de las células intestinales y provocando cambios en el tipo de microbiota y en su estructura.
La FDA autorizó la recomendación de su consumo en dosis de 3 a 10 g/día; y entre sus principales efectos en la salud asociados a su consumo se encuentra la disminución en el colesterol total, disminución en el nivel de triglicéridos en sangre, la regulación del tránsito intestinal, el aumento en la absorción de calcio y magnesio, la prevención de cáncer de colon, una posible disminución en la concentración de glucosa plasmática y en la presión arterial sanguínea. Además, estudios recientes demuestran que su consumo podría tener efectos benéficos en personas con obesidad gracias a que al ser consumidos incrementan la sensación de saciedad, controlando la ingestión de alimentos, e inclusive se sugiere que podrían tener efecto sobre el sistema inmune y modificar el tipo de bacterias que coloniza la boca y el tracto vaginal; evitando la presencia de caries y el riesgo de adquirir infecciones urinarias.
De manera natural, los prebióticos se encuentran en vegetales como la alcachofa, el puerro, la cebolla, espárragos, ajo, plátano, raíz de chicoria y en el Agave; y se clasifican de acuerdo a su estructura química y su origen en GOS (galacto-oligosacaridos), FOS (fructoolisacaridos), XOS (xilo-oligosacáridos), TOS (transgalactooligosacáridos), MOS (maltooligosacáridos), isomalto-oligosacáridos, soya-oligosacáridos, inulina y agavinas.
Con respecto a las agavinas, son también denominados como fructanos de Agave y se conforman por polímeros de glucosa y fructosa con una estructura química de tipo no lineal con enlaces del tipo ß(2 --> 1) y ß (2 --> 6) que los hace no digeribles para el intestino delgado y por lo tanto ideales para su uso como prebióticos. Son extraídos de la planta de Agave sin el uso de aditivos, y representan hasta un 32% del peso total de la planta que las produce en gran cantidad gracias al metabolismo ácido propio de su especie (Crasuláceas) que durante la fotosíntesis produce una gran cantidad de polímeros de fructuosa mediante la fijación del dióxido de carbono de la atmósfera para su almacenamiento, y que además le permite crecer y sobrevivir a grandes altitudes (4,000-8,000 pies sobre el nivel del mar) y temperaturas extremas (-9 a +41 grados Celsius).
ESTUDIOS PRELIMINARES
En México podemos encontrar hasta el 75% de las 310 especies de Agave conocidas en este género, y de acuerdo a un reciente informe del arquéologo Jeff Leach jefe del laboratorio de Paleobiotics de Nueva Orleans-; el tipo de dieta que consumían los habitantes del desierto de Chihuahua hace 10,000 años, era basada en este tipo de vegetales; principalmente de agave (A. lechuguilla), sotol (Dasylition sp) y cebolla (allium drummondii). Dicho estudio, evaluó muestras de heces fecales de antepasados humanos fosilizadas (coprolitos), y encontró que dichas personas consumían regularmente más de 100 g de fibras prebióticas que es mucho más que las recomendaciones actuales de la FDA para el consumo de prebióticos por día-. Sin embargo, el efecto que tienen los fructanos de agave sobre la microbiota intestinal humana y los mecanismos por los cuales actúa beneficiando el estado de salud; no se han establecido con certeza. No obstante, hasta el momento los resultados obtenidos son muy prometedores, y aunque sólo se cuenta con pocos estudios los resultados sobre su efecto benéfico suelen ser consistentes. Con respecto a ello, científicos mexicanos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) reportó que de acuerdo a los resultados obtenidos en modelos experimentales animales, los fructanos del agave podrían beneficiar e influir en el tratamiento de enfermedades como la diabetes, el cáncer de colon, la osteoporosis y la obesidad. De entre los mecanismos propuestos, se ha reportado que el consumo de fructanos de Agave favorece la producción de la hormona conocida como GLP1 (péptido similar al glucagón tipo 1) que entre otras cosas es responsable de la producción de insulina por el páncreas, inhibe la secreción ácida del estómago, el vaciamiento gástrico y suprime la ingesta de alimento mediante la sensación de saciedad.
Por otra parte, estudios in vitro mediante cultivos bacterianos que semejan el ambiente intestinal humano demostraron que, después de su fermentación durante 24 horas; la inulina extraída del Agave Tequilana weber variedad azul incrementaba el número de bifidobacterias, lactobacilos, eubacterium y atopobium de igual manera que las formulaciones comerciales extraídas de fuentes como la raíz de achicoria y utilizando a la celulosa como control después de su fermentación durante 24 horas comparado con las propiedades de fermentación de marcas comerciales de formulaciones prebióticas y utilizando a la celulosa como control. Además, se demostró que durante su fermentación la concentración de ácidos grasos de cadena corta se incrementaba de manera significativa.
Si bien los estudios publicados hasta el momento se consideran como preliminares, son muy alentadores para investigadores en el área; ya que la producción de estos ácidos principalmente del butirato se encuentra asociada a la disminución del PH intestinal y al mantenimiento de la estructura del epitelio intestinal disminuyendo el riesgo de infecciones por bacterias patógenas, el riesgo de cáncer de colon y permitiendo una mejor absorción de minerales como el calcio y el magnesio; que se encuentran asociados al mantenimiento de la estructura ósea de nuestro cuerpo.
Por otra parte, estudios mediante cromatografía de gases de alta resolución demuestran que los fructanos de Agave tienen un bajo grado de polimerización y son altamente solubles; por lo que además de ser un recurso agrícola importante para México, de fácil cultivo y extracción podrían ser un ingrediente potencial y de fácil introducción para la producción de productos funcionales, tales como bebidas, productos de panadería, productos lácteos, golosinas, postres bajos en azúcar y/o como un edulcorante no calórico. Actualmente, los podemos encontrar a manera de suplementos alimenticios como polvo o como miel. Por lo que no está de sobra, mencionar que los fructanos del Agave no solo representan un área de oportunidad para el desarrollo de nuevos alimentos y/o para la modificación de los ya conocidos; sino que es una alternativa más para el aprovechamiento de un recurso agrícola, por demás importante y emblemático para nuestro país.