El doctor Fernando Martínez Bustos, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), trabaja en el desarrollo del uso de almidones y fibras como una posibilidad económica y eficaz para reemplazar los plásticos. Se pueden usar almidones provenientes de cereales, raíces y tubérculos, así como fibras de bagazo de caña de henequén, cáscaras de piña, naranja o coco, por citar sólo algunas fuentes de polímeros naturales.
En este proyecto se elaboran materiales biodegradables como platos, vasos o cucharas y materiales flexibles como bolsas desechables y cajas de huevo. Estos procesos se llevan a cabo usando los métodos convencionales empleados en la industria de plásticos, como son los sistemas de extrusión-soplado y moldeo-inyección.
Por ser materiales biodegradables son una alternativa para el cuidado del medio ambiente, ya que, después de usados, se degradan e integran al medio ambiente en tiempos cortos que pueden ser hasta de tres meses, a diferencia del plástico, que tarda varios años y que genera contaminación del suelo, agua, aire y sistemas de drenaje.
“Las bolsas elaboradas de materiales biodegradables por su naturaleza no afectan ningún proceso de compostaje y son capaces de llevar a cabo descomposición física, química, térmica, microbiológica o biológica. En los hogares, restaurantes o empresas los desperdicios orgánicos pueden colocarse en bolsas biodegradables e ir directamente para composta o a plantas productoras de biogás, reduciendo eficientemente el riesgo de transmisión de enfermedades a humanos por vectores como moscas o ratas”, afirmó el doctor Martínez Bustos.
Esta tecnología está terminada para su comercialización y disponible para inversionistas que deseen participar en un negocio seguro y redituable. El proyecto es apoyado por el Cinvestav y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Conacyt.