La basura termina siempre en el relleno sanitario, lugar poco propicio para la biodegradabilidad. ¿Qué sentido tiene producir envases degradables? Aquí se proponen otras opciones para el cuidado del medioambiente.
Los destinos de los residuos
Sabido es que hay solamente dos destinos para las bolsas de compras, sean estas biodegradables, degradables, seudodegradables o no degradables, uno correcto y otro incorrecto.
El destino correcto es que reciban el mismo trato que los demás residuos domésticos, es decir, el tan familiar tacho de basura hogareño. Puede ser que las re-usemos un par de veces para diferentes aplicaciones, pero en definitivo deberían terminar en el tacho de residuos. En la Argentina tenemos el privilegio de que la basura domiciliaria es retirada casi todos los días y se lleva a su deposición final en el relleno sanitario.
El destino incorrecto es la vía pública: parques, plazas o cursos de agua. Este destino deplorable no es exclusivo de las bolsas, sino que es compartido con infinidad de otros residuos, sean envases o no envases, gracias a la desidia de una parte de nuestros congéneres.
El relleno sanitario (y el no tanto)
¿Qué aporta que una bolsa, cualquier envase o cualquier objeto sea biodegradable?
Si va al relleno sanitario (el destino correcto) no se va a degradar. Nada se degrada metido en la tierra en forma totalmente aislada, en la oscuridad, en un ambiente anaeróbico, bajo otras capas de basura y finalmente herméticamente cerrada, salvo las salidas para recuperar el gas o los líquidos, en aquellos contados casos que esto estos existan.
Excavando en los rellenos sanitarios, para conocer las costumbres de nuestros ancestros, se ha encontrado carne y zanahorias en perfecto estado después de haber estado allí durante décadas. ¿Hay algo más biodegradable que estos productos? ¡Pues no se degradaron! El papel, que nos gusta decir que es degradable, tampoco se degrada en ese ambiente. De hecho los diarios encontrados al lado de los restos mencionados eran perfectamente legibles y constituyeron los medios por excelencia de indicar la fecha exacta de los restos de comida adyacentes. En este ambiente, un producto degradable se comporta igual que uno que no lo es.
No faltará quien me señale que los rellenos sanitarios solamente existen para pocas ciudades en la Argentina y que aún hay muchos basurales a cielo abierto.¿Quién es el responsable de permitir en el tercer milenio –ya muy lejos de la Edad Media– la existencia de un basural a cielo abierto? Estos basurales permiten el drenaje hacía las napas de todo tipo de productos: desde metales pesados, pasando por venenos de los envases vacíos y todo tipo de microorganismos, incluyendo los que causan enfermedades. Permiten también el escape de gases y olores, que en el mejor de los casos son desagradables y en el peor de los casos pueden ser dañinos para la salud. Finalmente permiten que los residuos sólidos se esparzan (particularmente los más livianos).
No obstante, ni en estos lugares se registra una biodegradación significativa, salvo para la muy pequeña parte que logre quedar suficiente tiempo en la superficie en contacto con la tierra, el sol y en condiciones de humedad adecuadas para que los microorganismos específicos puedan hacer su labor de degradación.
El espacio público
Los residuos que se pueden encontrar en el espacio público pueden ser de origen industrial o naturales. Estos últimos son los más biodegradables y son especialmente aptos pare ser degradados en la región donde se generaron, pues es allí es donde existen y se reproducen los microorganismos adecuado.
Como ejemplo, si podo unas ramas con hojas de una rosa que tengo en el jardín y las dejo allí mismo, se degradarán más rápidamente que si las dejo en la vereda. Ni hablar si las llevo a otro sitio geográfico, por ejemplo a la Patagonia o al Chaco, donde probablemente los microorganismos específicos no existan.
No obstante todas estas ventajes de biodegradabilidad de los productos naturales, nadie espera que se biodegraden naturalmente cuando terminan en la vereda o un parque, pues llevaría semanas y hasta meses. Si no les damos tiempo e estos productos para que se degraden solos, ¿Qué sentido tiene fabricar productos industriales que se degraden?
Hacer un producto biodegradable es más caro que producir los que no cuentan con esa propiedad. Legislar que deben ser biodegradables (cuando no hace falta) es limitar la competencia, lo que también aumenta los precios. En ambos casos es la población que termina pagando el aumento de algo que no conduce a nada.
La alternativa que funciona
Averiguando cómo hacen en Canadá, EEUU, Suecia, Alemania, Suiza, Singapur, Japón, Australia y Nueva Zelanda, para mencionar solamente algunos de varios continentes, nos daremos cuenta que en aquellas sociedades no se han ocupado mucho de si las bolsas de compras son o no biodegradables. Sí se han ocupado de la educación de los ciudadanos, de los residuos domésticos en general. La gente bien educada no deja ningún tipo de basura en las calles. Los gobiernos preocupados por sus respectivos pueblos se han ocupado y se ocupan de llevar la educación a los niveles acordes a las características de las complejas sociedades actuales.
También exterminaron los basurales a cielo abierto, han coordinado la existencia de rellenos “sanitarios” en el verdadero sentido de la palabra, facilitado la recolección diferenciada de residuos domiciliarios, el reciclado mecánico o térmico de las fracciones pertinentes en la medida de las posibilidades técnicas y económicas y el composteo de las fracciones orgánicas. En todos los casos con aprovechamiento de la energía liberada.
En todos los casos realizaron este cambio mejorando la educación, las condiciones sanitarias y el suministro de energía a favor de los pueblos que gobiernan. Me gustaría parafrasear a José Ortega y Gasset con su consejo de hace exactamente 70 años: “¡Argentinos, a las cosas!”