Un envase inteligente no sólo debe contar con tecnología innovadora, microchips y recursos orgánicos, sino que también con un diseño funcional, eficiente y diferenciador para transitar del mundo de las ideas al mundo real.
Desde que Sócrates planteó la búsqueda de la verdad a través de sus inquietantes racionamientos y mayéutica se ha asimilado que la inteligencia es un atributo propio del ser humano. Pues bien para sorpresa de todos, particularmente para los filósofos clásicos, hoy hablamos de envases y etiquetas inteligentes, que si bien no ofrecen resolver razonamientos complejos, si nos permiten deducir si un producto está en condiciones de ser consumido.
El envase inteligente: más allá que un contenedor
Cuando uno se refiere a envases inteligentes crea una categoría que tan sólo considera a aquellos que son capaces, por sí mismos, de transmitir una información cierta en un momento determinado, cuando un alimento o producto cumplió con su ciclo de vida.
En este escenario algunas sutilezas marcan diferencias entre algunos tipos de envases inteligentes: los activos que emplean recursos químicos para conservar o prolongar los atributos de sus contenidos inalterables.
Por otra parte, envases que incorporan un dispositivo que cambia de color cuando su contenido modifica sus características organolépticas o nutricionales; o bien, cuando se ha interrumpido la cadena de frío, entre otras coberturas.
Otro factor que ha estimulado, en parte, el desarrollo de envases inteligentes es el de seguridad, evitar la falsificación o adulteración de los productos o bienes de consumo, particularmente del área farmacéutico, cosmética, bebidas y tabaco.
La investigación desarrollada por empresas para certificar la autenticidad de sus productos ha expandido este esfuerzo a envases activos que refuerzan información para el consumidor en el punto de venta, a través de microchips que certifican la trazabilidad del producto.
Evaluación del envase inteligente
La inteligencia debe ser evolutiva, por lo tanto, en constante cuestionamiento y progreso.
Los envases inteligentes deben llegar a una plena complicidad e integración con el producto envasado. Por ejemplo, mejorar la durabilidad y calidad de los productos, eliminando cualquier posibilidad de contaminación bacteriana u otra, como también eliminar la presencia del oxígeno para extender su ciclo de vida.
En Japón es sabido que, desde hace años, se emplean almohadillas que absorben el oxígeno para la conservación de las verduras o el pescado. Sin embargo, mercados europeos no siempre aceptan esta fórmula, por lo que también hay un aspecto cultural que incide en la aceptación de este tipo de iniciativas.
Por ejemplo, recientemente en Interpack se dio a conocer que investigadores del Instituto Fraunhofer de Tecnología de Procedimientos y Embalajes (IVV) de Freising integraron absorbedores de oxígeno como el hierro en la matriz polimérica del material de envase. Así, las bebidas sensibles al oxígeno como la cerveza o los zumos de frutas tienen una durabilidad superior en las botellas de PET preparadas de este modo.
Otra iniciativa de esta entidad ha sido una eficaz lámina antimicrobiana que suministra ácido sórbico en la superficie del alimento, el punto de ataque principal de las contaminaciones y con ello lo conserva.
Un aspecto evolutivo de los envases inteligentes es asistir el autoconsumo sin necesidad de recurrir a otros recursos (autovalente).
Un ejemplo claro de esta vertiente es Nescafé autocalentable: envase que tiene un dispositivo, un botón membrana de plástico en la base, que hace funcionar el sistema de calefacción.
Este envase tiene una película de laminado de acero para el apoyo de la inserción y una etiqueta tipo manga aislante de la temperatura para ayudar a manipular el líquido muy caliente. En uno de sus extremos se encuentra un sistema de apertura easy open y en el otro extremo se encuentra un sistema de evidencia de apertura que muestra si el botón de calentamiento se ha usado. Anillos plásticos se han aplicado en la base y tapa para permitir los mecanismos.
Este se ha manufacturado bajo condiciones controladas para garantizar una calidad excelente del producto.
La inteligencia de un envase no sólo depende de su funcionalidad y eficacia, sino que también de su factibilidad (económica) de ser.
El grupo alemán Bosch lanzó recientemente Smart Wallet, un envase exterior para los medicamentos sólidos, que cuenta con un microchip.
La cajita de Bosch no recibe su nombre sólo de la inteligencia integrable, sino también porque es especialmente ligera y económica de fabricar. Lo que refuerza su posibilidad logística, funcionalidad y diferenciación.
Inteligencia emocional smartphone
Naturalmente una tendencia insoslayable es la de la sustentabilidad que hoy es transversal a todas las industrias y que demanda prácticas que involucran respeto al medio ambiente, criterios de reciclabilidad, certificación en huella de carbono y huella de agua.
Como podemos apreciar, los envases inteligentes deben poseer una serie de atributos para calificar y así llegar a un coeficiente que les otorgue tal categoría: innovación tecnológica, orgánica, integración, diseño funcional, sustentabilidad, trazabilidad logística, variables culturales.
Hay otro tipo de inteligencia: integración u “inteligencia emocional smartphone” que se ha sumado a este vaivén tecnológico a través de los códigos bidireccionales, por ejemplo QR u otros, que permiten interactuar con smartphone, iPad, inteligencia de interconectividad que proporciona información adicional al consumidor que facilita la oportunidad de compra.
De esta manera, para ser un envase del reino de los inteligentes hay que ser activo e innovador, desafiar lo establecido a través de una dialéctica creativa, irreverente, pero de manera efectiva y eficiente, sin temor a descubrir que para llegar a diseñar un envase inteligente hay que partir de la premisa que: la racionalidad debe primar (estética, tecnológica, funcionalidad, sustentabilidad, factibilidad económica, logística, integración con otros medios y criterios de marketing).
Por tanto, no hay que temer ser demasiado inquisidor, si bien pueden surgir rechazos en el entorno, frente a este fenómeno hay que evitar la cicuta, y seguir consistentemente el camino de la diferenciación por excelencia. Hay que ser inteligentes.
Smart Packaging
Dado que cada vez son más los consumidores que valoran los productos sanos y ecológicos con valor añadido, los expertos cuentan con un fuerte crecimiento del mercado de Smart Packaging.
La empresa de investigación de mercado MarketsandMarkets, en Estados Unidos, consideró que las ventas mundiales de envases inteligentes en el periodo de 2010 a 2015 aumentarán 8.2%.
Los analistas creen que, junto a las etiquetas de color, progresará también el uso de la técnica de frecuencias de radio (RFID).
Los microchips integrados en los envases captan continuamente, por medio de sensores, información sobre el estado de un producto como la humedad o temperatura y emiten una alarma en caso se superarse o descenderse de los valores umbral programados. Los chips también ayudan a los pacientes a tomar puntualmente la dosis exacta de los medicamentos: cuando es la hora de tomar el medicamento, suena una señal. Pero los procesadores todavía pueden hacer más cosas: si se les suministran datos como el lugar de envasado o la fecha de fabricación, los productos pueden trazarse sin excepciones, una importante característica contra falsificaciones.