Si hace tres décadas nos hubieran preguntado qué se necesita para tener un negocio próspero, la respuesta seguramente no habría sido “una visión sostenible que abarque la parte ecológica, social y económica”.
Actualmente, muchas empresas y sectores están tomando cartas en el asunto, pero se requiere avanzar con firmeza mientras se respeta el entorno, se busca rentabilidad y se beneficia a la sociedad.
Desde hace varios años, la industria entendió que, sin naturaleza, personas y economía, simplemente no existe el negocio. Por ello, cada vez se han enfocado más en definir métodos de cultivo, producción, procesamiento, envasado o empaque, distribución y exhibición que reduzcan, reciclen y reúsen los recursos.
Todo esto, se hace con miras a los próximos 30 años a futuro, en los que las necesidades alimentarias a nivel global requerirán un incremento de 60 % en la producción agrícola. Por ello, resulta tan importante la creación de un modelo innovador con avances tecnológicos y buenas prácticas para garantizar la disponibilidad de:
- Agua
- Aire
- Alimento
- Fauna
- Suelo, para las generaciones futuras
Además, se requiere de la colaboración de diversos sectores para reducir el margen de error y propiciar la evolución de las cadenas de producción y suministro, con notables áreas de oportunidad.
En este sentido, resulta imprescindible no disminuir los estándares de calidad e inocuidad, puesto que “necesitamos hacer más con menos”, tanto en extensión de terrenos de cultivo, de espacio dedicado a las actividades productivas, el consumo de agua y energía y las horas/hombre, por mencionar algunos aspectos.
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Los beneficios de una visión sostenible a corta escala
Del mismo modo, de la pandemia de Covid-19 aprendimos que la tecnología puede funcionar en muchos niveles para mantener las actividades productivas y comerciales en determinadas condiciones.
Contar con soluciones que:
- Acorten distancias
- Logren avances en el transporte
- Mejoren procesos logísticos
- Perfeccionen la conservación de los productos
- Protejan la inocuidad
Resultó fundamental para que el impacto fuera mucho menor de lo que se auguraba luego de unos meses del inicio de la pandemia. Quizá, de haberse presentado una situación similar hace 20 años, el golpe a la economía global, a la salud (mental y física) habrían sido mucho mayores de no haber tenido estas previsiones.
Sin embargo, no podemos negar que la acción humana ha tenido consecuencias evidentes al ecosistema.
De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas, en los últimos 100 años, más de 90 por ciento de las variedades de cultivos han desaparecido de los campos, la mitad de las razas de muchos animales domésticos ya no existen, y las 17 principales zonas de pesca del mundo están siendo explotadas hasta sus límites sostenibles.
Afortunadamente, la industria ha identificado áreas de mejora y se han establecido metas para reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030, lo mismo con las aguas residuales y el desperdicio de recursos.
La misión está en manos de todos, sin embargo, como reza un proverbio chino: “el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, el segundo mejor momento es ahora”.
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