La preocupación por el desperdicio de alimentos ha crecido de manera exponencial en los últimos años, sobre todo en países de alto potencial agrícola y pecuario como México, así como en otras naciones de Latinoamérica.
La industria de alimentos y bebidas, siendo una de las columnas vertebrales de la economía de la región, se ve particularmente afectada por la pérdida y el desperdicio de productos a lo largo de toda su cadena de valor.
En respuesta a este desafío, diversas iniciativas gubernamentales y privadas han emergido para legislar y regular la gestión de los excedentes alimenticios. Una de las propuestas más recientes es la llamada “Ley de Desperdicio Alimentario”, impulsada para reducir los niveles de pérdida de productos comestibles y contribuir tanto a la seguridad alimentaria como a la sostenibilidad ambiental.
Aunque este tipo de ley todavía atraviesa distintas etapas legislativas en algunos países de Latinoamérica, es crucial entender cómo su eventual promulgación y puesta en marcha podría impactar el modelo de negocio de productores, distribuidores, minoristas, empresas de logística y proveedores de servicios alimentarios en general.
Antecedentes y definición del desperdicio alimentario
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se desechan aproximadamente 1.300 millones de toneladas de alimentos a nivel global, lo cual equivale a casi un tercio de la producción total de alimentos para consumo humano.

En el caso de América Latina y el Caribe, se estima que la pérdida y el desperdicio de alimentos alcanza hasta el 15% de la producción, aunque las cifras pueden variar según las fuentes y la metodología de cálculo.
En México, las estimaciones también son significativas. Datos de la FAO indican que alrededor de 20 millones de toneladas de alimentos podrían terminar en la basura anualmente, mientras que informes del Banco de Alimentos de México señalan que la cifra podría ser aún mayor, llegando a cerca de 27 millones de toneladas si se considera la suma de pérdidas (en etapas tempranas) y desperdicios (en etapas comerciales y de consumo).
Esto representa no solo un enorme problema ético y económico, sino también un gran reto ambiental, ya que la descomposición de alimentos en los basureros genera emisiones de gases de efecto invernadero (principalmente metano) que contribuyen al cambio climático.
Desperdicio vs. Pérdida de Alimentos
- Pérdida de alimentos: Ocurre en etapas tempranas de la cadena de suministro, como la producción, la cosecha y el almacenamiento.
- Desperdicio de alimentos: Se presenta en etapas finales, principalmente en la distribución, el comercio minorista, el sector de servicios alimentarios (restaurantes, hoteles, comedores industriales) y el consumidor final.
La “Ley de Desperdicio Alimentario” o “Ley para Prevenir y Reducir las Pérdidas y el Desperdicio de Alimentos” suele abarcar ambas categorías, con énfasis en establecer lineamientos y políticas que promuevan la disminución de residuos alimenticios, faciliten la donación de productos aptos para el consumo y eviten la penalización desproporcionada para quienes decidan hacerlo.
Marco regulatorio y situación en México
En México, el interés por regular el desperdicio alimentario no es nuevo. Diferentes iniciativas han buscado establecer un marco legal que promueva la reducción de pérdidas en toda la cadena y que incentive la donación de alimentos aptos para el consumo.
Si bien aún no existe una ley federal con el nombre exacto de “Ley de Desperdicio Alimentario”, sí se han presentado ante el Congreso de la Unión diversas propuestas legislativas que persiguen fines similares.
Adicionalmente, algunos estados de la República, como la Ciudad de México, han publicado reglamentos y normativas para facilitar la donación de alimentos a población vulnerable.
Entre los objetivos principales de estas propuestas destacan:
- Promover la sostenibilidad: Reducir el impacto ambiental derivado de la sobreproducción y el desecho de comida.
- Fomentar la donación de alimentos: Establecer canales seguros y jurídicamente protegidos para la entrega de comida apta a bancos de alimentos, comedores comunitarios y organizaciones sin fines de lucro.
- Responsabilizar a las empresas: Crear mecanismos de trazabilidad y transparencia que garanticen que los alimentos donados sean seguros para el consumo humano.
- Multas y sanciones: Sancionar con multas económicas a empresas que no cumplan con las disposiciones de la ley, aunque se busca priorizar la concientización y la adopción gradual de medidas antes que la punición inmediata.
En el plano internacional, diversas naciones han adoptado normativas similares. Un ejemplo destacado es Francia, que promulgó en 2016 una ley que obliga a los supermercados a evitar tirar comida en buen estado y a donarla a organizaciones benéficas.
En Estados Unidos, existe el Bill Emerson Good Samaritan Food Donation Act, que protege legalmente a los donantes de buena fe contra posibles responsabilidades civiles y penales, siempre y cuando se cumplan los estándares de salubridad.
Impacto en la industria de alimentos y bebidas
La aplicación de una Ley de Desperdicio Alimentario en México y en el resto de Latinoamérica tendría impactos diferenciados en cada eslabón de la cadena de valor:
- Productores y agricultores
- Podrían verse obligados a optimizar sus prácticas de cultivo, cosecha y almacenamiento para reducir las pérdidas iniciales.
- Mayor necesidad de infraestructura de refrigeración y almacenamiento en zonas rurales.
- Posibles incentivos fiscales si se participa en programas de donación o se implementan medidas de prevención.
- Procesadores y fabricantes
- Ajustes en los procesos de manufactura para minimizar mermas.
- Implementación de sistemas de control de calidad y trazabilidad que ayuden a identificar rápidamente productos con defectos, evitando un desperdicio masivo.
- Inversión en tecnología para prolongar la vida útil de los alimentos (envasado al vacío, atmósfera modificada, empaques inteligentes, etc.).
- Distribuidores y minoristas
- Mayores controles sobre inventarios y períodos de caducidad para evitar sobreabastecimiento.
- Posible obligación de contar con convenios de donación de alimentos próximos a expirar pero aún seguros para el consumo.
- Capacitación del personal para la clasificación y el manejo de excedentes.
- Restaurantes y sector HORECA (Hoteles, Restaurantes y Catering)
- Implementación de menús planeados y de estrategias de cocina de aprovechamiento total.
- Políticas para incentivar la buena gestión de los residuos, como el compostaje o la participación en iniciativas de donación.
- Campañas de concientización para que los comensales pidan solo lo que se consumirán y se fomenten prácticas de “doggy bag”.
- Logística y transporte
- Creación de rutas más eficientes para reducir los tiempos de traslado y, por ende, la posibilidad de que los alimentos se echen a perder.
- Aseguramiento de la cadena de frío con tecnología especializada en transporte.
- Gestión de riesgos para minimizar daños durante la carga y descarga de productos frágiles o perecederos.
Además de estos ajustes operativos, se esperan efectos en la imagen corporativa y en la responsabilidad social empresarial (RSE).
Cumplir con la Ley de Desperdicio Alimentario puede ser un factor diferenciador y un activo reputacional en un mercado cada vez más competitivo y preocupado por la sostenibilidad y el bienestar social.
Principales retos para el cumplimiento
Si bien la industria de alimentos y bebidas se beneficiará a largo plazo de estas iniciativas, existen retos concretos:
- Infraestructura limitada: Muchas regiones productoras en México carecen de la infraestructura básica de almacenamiento y transporte en frío, lo que dificulta la adopción de prácticas eficientes de manejo poscosecha.
- Costos de implementación: Adecuar las plantas de procesamiento, capacitar al personal y establecer rutas de transporte optimizadas pueden requerir inversiones importantes, especialmente para pequeñas y medianas empresas.
- Falta de claridad normativa: Dado que la Ley de Desperdicio Alimentario aún no es uniforme ni plenamente vigente en todo el territorio mexicano, existe incertidumbre sobre los requerimientos legales y el nivel de sanciones que se aplicarán en el futuro.
- Resistencia cultural: La donación de alimentos en buen estado, pero próximos a caducar, suele enfrentar temores de responsabilidad legal y prejuicios culturales. Sin un marco que garantice seguridad jurídica a quienes donan, el volumen de alimentos rescatados puede ser reducido.
Responsabilidades compartidas y rol gubernamental
El combate al desperdicio alimentario no puede descansar exclusivamente en el sector empresarial. Tanto el sector público como la sociedad civil deben involucrarse:
- Sector público (gobierno federal y estatal)
- Desarrollar campañas de concientización a gran escala.
- Asegurar que existan incentivos fiscales y legales para las empresas que donen o transformen excedentes alimenticios.
- Impulsar la mejora de la infraestructura en zonas rurales y urbanas para la correcta conservación de alimentos.
- Sociedad civil
- Participar en bancos de alimentos, organizaciones sin fines de lucro y comedores comunitarios.
- Exigir transparencia a las empresas sobre sus prácticas de gestión de excedentes.
- Consumidor final
- Adoptar hábitos de consumo más responsables: compra planificada, almacenamiento adecuado y aprovechamiento máximo de los productos.
- Familiarizarse con fechas de caducidad y consumo preferente para evitar desechar productos que aún son seguros.


Estrategias de cumplimiento y mejores prácticas
Para cumplir de manera efectiva con las disposiciones de la Ley de Desperdicio Alimentario (o normativas equivalentes), las empresas de alimentos y bebidas pueden adoptar las siguientes estrategias:
- Implementación de un sistema de gestión de mermas
- Llevar registros detallados de la cantidad de alimentos perdidos o desperdiciados, así como las causas (pérdida en producción, daños durante el transporte, caducidad, etc.).
- Utilizar indicadores de desempeño (KPIs) para medir la eficiencia de los procesos y plantear metas de reducción.
- Donación planificada
- Establecer alianzas con bancos de alimentos y organizaciones benéficas que garanticen la distribución segura de productos a poblaciones vulnerables.
- Capacitar al personal para clasificar los alimentos según su estado y fecha de caducidad.
- Innovación en empaques y procesamiento
- Invertir en tecnologías que prolonguen la vida útil de los alimentos sin comprometer su calidad ni su inocuidad.
- Utilizar empaques con atmósferas controladas, envasado al vacío y materiales que eviten la proliferación de microorganismos.
- Capacitación y concientización interna
- Realizar capacitaciones continuas para el personal en temas de seguridad alimentaria, buenas prácticas de manufactura y control de inventarios.
- Incluir la lucha contra el desperdicio de alimentos como parte de la cultura corporativa y los objetivos de RSE.
- Colaboración público-privada
- Establecer mesas de trabajo con autoridades, universidades y organizaciones civiles para intercambiar información y desarrollar programas piloto.
- Promover la armonización de leyes y normas estatales y federales para evitar vacíos legales o conflictos de competencias.
Casos de éxito y lecciones aprendidas
Aunque el marco legal en México todavía se encuentra en desarrollo, algunas empresas y organizaciones han llevado a cabo prácticas exitosas de reducción de desperdicio:
- Grupo Bimbo: Ha establecido alianzas con bancos de alimentos y programas de donación para productos de panadería que están próximos a su fecha de caducidad, asegurándose de que lleguen a comunidades necesitadas.
- Nestlé México: Implementa sistemas de producción más limpios y ha promovido campañas de concientización interna para reducir las mermas en las plantas procesadoras de café y lácteos.
- Bancos de Alimentos de México (BAMX): Facilita la recolección y distribución de excedentes alimentarios de la industria y el sector retail. Según el BAMX, el año pasado se logró rescatar más de 150 mil toneladas de alimentos que se redistribuyeron a personas en situación de vulnerabilidad.
Oportunidades de negocio e innovación
La implementación de la Ley de Desperdicio Alimentario no solo debe verse como una carga regulatoria, sino también como una oportunidad para la industria:
- Generación de productos de valor agregado: Algunos residuos orgánicos pueden ser transformados en abonos, bioenergía o piensos para animales.
- Software y herramientas de inteligencia artificial: Empresas dedicadas a la analítica de datos pueden desarrollar soluciones para optimizar la gestión de inventarios y prever la demanda con mayor precisión.
- Marketing responsable: Las empresas que adopten estos lineamientos y reduzcan su desperdicio pueden fortalecer su reputación de marca y atraer clientes comprometidos con la sostenibilidad.
- Economía circular: El enfoque en reutilizar y reciclar excedentes alimenticios impulsa la innovación en materiales de empaque, logística inversa y la adopción de nuevas tecnologías de conservación.
El desperdicio de alimentos sigue siendo uno de los desafíos más urgentes de la industria de alimentos y bebidas en México y Latinoamérica.
La eventual aprobación de una Ley de Desperdicio Alimentario, con alcance nacional o regional, representaría un paso adelante hacia la reducción de mermas, la optimización de recursos, la protección del medio ambiente y la lucha contra el hambre en sectores vulnerables de la población.
Sin embargo, su éxito depende de la colaboración transversal entre gobiernos, empresas y sociedad civil, así como de la adopción de estrategias de innovación y la disposición a invertir en infraestructura y capacitación.
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En el país cada año el desperdicio de alimentos asciende a más de 20 millones de toneladas