El Día Mundial del Hambre, que se conmemora cada 28 de mayo, es una efeméride clave para visibilizar uno de los problemas más apremiantes a nivel global: la inseguridad alimentaria. En 2025, más de 735 millones de personas aún padecen hambre, según datos actualizados de la FAO.
Este desafío no solo compromete la salud y el desarrollo humano, sino que también pone en jaque la estabilidad económica y social de regiones enteras.
En este contexto, la industria alimentaria tiene una responsabilidad estratégica: desarrollar soluciones sostenibles, escalables y eficaces para garantizar el acceso universal a alimentos seguros, nutritivos y suficientes.
Diagnóstico actual: la geografía del hambre en 2025
La inseguridad alimentaria ha evolucionado de forma heterogénea en los últimos años. Mientras que algunas regiones han logrado avances mediante políticas públicas y alianzas multisectoriales, otras particularmente en África Subsahariana, el Caribe y Centroamérica presentan retrocesos significativos.
En Latinoamérica, los efectos del cambio climático, la inflación alimentaria, los conflictos internos y la desigualdad estructural agravan la situación.
Principales datos actuales:
- 8,6% de la población mundial enfrenta hambre crónica.
- En México, 1 de cada 7 hogares presenta algún nivel de inseguridad alimentaria moderada o severa (ENIGH 2024).
- El 33% de los alimentos producidos a nivel global se desperdicia, agravando la disponibilidad efectiva de recursos.


Causas estructurales de la inseguridad alimentaria
Entender el hambre como un fenómeno multifactorial implica considerar aspectos interrelacionados:
- Desigualdad en la distribución y acceso: Los sistemas agroalimentarios están fuertemente concentrados, lo que limita el acceso a insumos, mercados y tecnología por parte de pequeños productores.
- Cambio climático: La variabilidad en las precipitaciones, olas de calor y eventos extremos reduce la productividad agrícola y aumenta la volatilidad en los precios.
- Conflictos y desplazamientos: Las crisis humanitarias generan disrupciones en la producción y distribución de alimentos.
- Falta de infraestructura logística: En zonas rurales, la ausencia de cadenas de frío y transporte eficiente limita la conservación y comercialización de alimentos frescos.
- Pérdidas postcosecha: Las deficiencias en almacenamiento y procesamiento representan pérdidas de hasta el 40% en algunos cultivos clave en América Latina.
Acciones estratégicas desde la industria alimentaria
Frente al desafío global del hambre, la industria alimentaria no solo es proveedora de productos, sino también agente clave en la implementación de soluciones de alto impacto.

Innovación en ingredientes accesibles y nutritivos
Empresas están reformulando productos con base en cereales alternativos, leguminosas locales y subproductos de la agroindustria, como pulpas y bagazos, para generar alimentos asequibles con alto valor nutricional.
Tecnología para mejorar la cadena de suministro
- Implementación de IoT, blockchain y big data para reducir el desperdicio alimentario.
- Soluciones de trazabilidad para fortalecer la transparencia en la distribución de alimentos donados o subvencionados.
Economía circular y upcycling
Recuperación de excedentes alimentarios y su reinserción al mercado mediante procesos de secado, liofilización o fermentación controlada.
Modelos de negocio inclusivos
- Contratación directa con pequeños productores.
- Modelos de agricultura por contrato que garantizan ingreso justo y asistencia técnica.
- Microfranquicias de distribución de alimentos en zonas periurbanas.
Casos de éxito en América Latina
Diversos países de América Latina han comenzado a implementar modelos efectivos para enfrentar la inseguridad alimentaria desde un enfoque multisectorial.
Estos casos de éxito reflejan cómo la articulación entre industria, gobierno y organizaciones sociales puede generar impactos concretos en el acceso a alimentos seguros y nutritivos.
- México: alianza público-privada para reducir el hambre infantil
El programa “Nutrición Escolar MX”, implementado por una red de empresas de alimentos y la Secretaría de Educación Pública, ha logrado reducir en un 20% los indicadores de desnutrición crónica en comunidades rurales de Oaxaca y Chiapas entre 2020 y 2024.
- Brasil: logística colaborativa para bancos de alimentos
La empresa BRFoods implementó un modelo logístico que articula centros de distribución con organizaciones sociales, recuperando más de 15 mil toneladas de alimentos por año para su redistribución.
- Colombia: biofortificación de alimentos básicos
A través de la Fundación HarvestPlus, se ha logrado introducir variedades de maíz y arroz biofortificado en programas de alimentación comunitaria con impacto positivo en zonas rurales del Valle del Cauca.
Tecnologías emergentes y food tech para combatir el hambre
- Agricultura vertical y cultivos en ambiente controlado: producción intensiva en zonas urbanas con eficiencia hídrica.
- Fermentación de precisión: desarrollo de proteínas accesibles sin necesidad de tierra ni animales.
- AI en distribución y planificación de rutas: optimización de redes logísticas para llegar a poblaciones vulnerables en zonas remotas.
- Etiquetado nutricional simplificado: facilitar elecciones saludables con diseño inclusivo y multilingüe.
Desafíos regulatorios y éticos
La industria enfrenta dilemas complejos:

- Transparencia en donaciones: trazabilidad y control sanitario de alimentos en bancos alimentarios.
- Regulación de precios: balance entre rentabilidad y asequibilidad.
- Responsabilidad social vs. greenwashing: autenticidad en las acciones de impacto social y ambiental.
Perspectivas a futuro: metas 2030 y rol empresarial
El ODS 2 (Hambre Cero) es el gran horizonte, pero alcanzar su cumplimiento exige más que buenas intenciones. Se requiere que el sector alimentario no solo produzca, sino que actúe como un motor de transformación social.
Las empresas que integran criterios ESG, alianzas intersectoriales, y políticas activas de inclusión y redistribución tendrán un papel clave en los próximos cinco años.
La lucha contra el hambre ya no puede limitarse a la asistencia humanitaria. Es una tarea sistémica que involucra a toda la cadena alimentaria, desde la innovación hasta la última milla de entrega.
En el Día Mundial del Hambre 2025, la industria alimentaria tiene la oportunidad y la responsabilidad de liderar un cambio estructural hacia sistemas más justos, resilientes y sostenibles.