La industria del packaging de alimentos enfrenta un 2025 marcado por una transformación acelerada impulsada por la sostenibilidad, la digitalización y las nuevas exigencias del consumidor. En este contexto, emergen tendencias clave que redefinirán la forma en que se diseñan, producen y utilizan los envases en toda la cadena de valor.
La creciente necesidad de reducir el impacto ambiental está favoreciendo el desarrollo de soluciones basadas en materiales naturales, biodegradables o compostables, así como el impulso de sistemas reutilizables que promueven la circularidad.
Paralelamente, las plataformas conectadas y tecnologías inteligentes permiten mejorar la trazabilidad, garantizar la seguridad alimentaria y ofrecer experiencias más personalizadas a los consumidores.
Estas tendencias no solo responden a regulaciones más estrictas y metas de sostenibilidad corporativa, sino también a consumidores más informados y exigentes. A medida que las marcas buscan destacar en un mercado altamente competitivo, el packaging se consolida como un elemento estratégico clave.
Tendencias clave en el packaging de alimentos
Plataformas conectadas
La digitalización está transformando el packaging de alimentos mediante plataformas conectadas. Los envases inteligentes incorporan tecnologías como códigos QR, etiquetas NFC y sensores IoT para transmitir datos en tiempo real.
Esto permite que el paquete brinde información dinámica sobre la frescura del producto, su trazabilidad y detalles nutricionales, enriqueciendo la interacción con el consumidor.
Por ejemplo, un simple escaneo de QR con un teléfono inteligente puede revelar el origen de los ingredientes, la fecha de producción o recomendaciones de recetas, creando una experiencia de usuario más informativa y personalizada.
Un caso destacado es el uso de blockchain en envases para trazabilidad alimentaria. Una marca de pollo implementó un sistema donde cada producto lleva un código QR en la etiqueta; al escanearlo, el consumidor accede a datos exhaustivos del ciclo productivo: la granja de crianza, tipo de alimentación, fecha de empaque y llegada al punto de venta, todo verificado en una cadena de bloques.
Este nivel de transparencia refuerza la confianza del cliente en la calidad y seguridad del alimento. Por ello, grandes proveedores de tecnología y envases también están impulsando plataformas conectadas.
Estas iniciativas convierten el empaque en un medio digital, útil tanto para marketing como para control logístico.
Además, ciertos envases incluyen sensores de condición: existen etiquetas sensibles a temperatura que cambian de color si la cadena de frío se rompe, alertando sobre posibles riesgos en productos perecederos.
En conjunto, las plataformas conectadas en packaging están mejorando la seguridad alimentaria, permitiendo retiradas de lote más ágiles, y abriendo canales de comunicación directa entre el productor y el consumidor, sentando las bases del Internet of Packaging.

El cambio hacia la paperización
La transición hacia materiales de base celulósica, conocida como paperización, se ha consolidado como una tendencia creciente en la industria del packaging alimentario, impulsada por la necesidad de reducir la dependencia de plásticos de origen fósil y responder a la demanda de envases más sostenibles.
Sin embargo, aunque el papel y cartón ofrecen ventajas evidentes en cuanto a reciclabilidad y percepción ecológica por parte del consumidor, su adopción a gran escala enfrenta importantes desafíos técnicos, regulatorios y logísticos.
Uno de los retos más importantes en la paperización es mantener o mejorar la funcionalidad del envase frente a los estándares del plástico tradicional. El papel por sí solo no puede ofrecer propiedades de barrera adecuadas contra humedad, grasas, oxígeno o luz, lo que compromete la integridad del producto alimenticio y su vida útil.
Para resolverlo, los desarrolladores recurren a recubrimientos (coatings) y laminados que proporcionan barreras funcionales. Estos incluyen ceras, polímeros biodegradables como PHA o PLA, o recubrimientos a base de agua. Sin embargo, muchos de estos materiales dificultan la reciclabilidad del papel, generando un nuevo dilema entre desempeño técnico y circularidad.
Según datos de Smithers Pira, más del 70% de las soluciones de papel con recubrimiento utilizadas actualmente no son fácilmente reciclables en infraestructuras estándar, lo que exige innovación en soluciones monomateriales o recubrimientos removibles.
El cambio hacia materiales de papel también requiere una adaptación significativa en las líneas de producción y empaque. A diferencia del plástico, el papel tiene menor flexibilidad, mayor fragilidad ante dobleces o humedad y menor resistencia al calor, lo cual genera fricciones en procesos de termosellado, llenado en caliente o envasado de alta velocidad.
Muchos fabricantes de alimentos se enfrentan a la disyuntiva entre modificar su maquinaria actual, lo cual implica costos de inversión significativos, o trabajar con materiales híbridos que comprometen la sostenibilidad.
La compatibilidad entre el papel funcionalizado y los equipos automáticos de formado, llenado y sellado (FFS) sigue siendo limitada, en especial en productos lácteos, snacks y alimentos preparados.
La sustitución de plásticos por papel está motivada en gran parte por la percepción positiva del consumidor hacia los materiales naturales.
No obstante, varios estudios —incluido el Life Cycle Assessment (LCA) del Institute for Energy and Environmental Research (IFEU) (2023)— señalan que el impacto ambiental del papel puede ser superior al del plástico en algunos indicadores, como el uso de agua, deforestación o consumo de energía en la producción.
Además, en mercados emergentes con infraestructuras de reciclaje poco desarrolladas, los envases de papel terminan en rellenos sanitarios al igual que los plásticos.
Por tanto, el verdadero beneficio ambiental de la paperización dependerá de un enfoque sistémico que considere materias primas renovables certificadas, eficiencia energética y reciclabilidad real en condiciones locales.
La expansión del papel en contacto con alimentos enfrenta un marco regulatorio complejo. La legislación europea exige que todo material que entre en contacto con alimentos cumpla con el Reglamento (CE) No 1935/2004, mientras que en Estados Unidos aplica el Food Contact Notification Program de la FDA.
En ambos casos, se requiere garantizar la inocuidad de tintas, adhesivos y recubrimientos aplicados al papel.
Además, los materiales deben someterse a pruebas de migración global y específica, especialmente si incluyen componentes funcionales como biopolímeros o barnices barrera. Esto puede alargar el tiempo de desarrollo de nuevos envases, aumentar los costos regulatorios y generar incertidumbre entre los actores de la cadena de suministro.
En países como México, Brasil o Colombia, la armonización regulatoria en envases de papel aún está en evolución, lo que añade una capa de complejidad para fabricantes multinacionales.

Soluciones naturales en materiales de empaque
La búsqueda de materiales sostenibles ha llevado al auge de soluciones de packaging basadas en recursos naturales, biodegradables o compostables. Para 2025 se consolida una tendencia de sustituir plásticos convencionales por biomateriales innovadores, aprovechando polímeros de origen vegetal y subproductos orgánicos.
Un protagonista clave es la celulosa, el polímero natural más abundante en la tierra. Derivada de fibras vegetales (madera, residuos agrícolas, etcétera.), la celulosa es renovable, biodegradable y versátil.
Se emplea en múltiples formas:
- papel y cartón reciclable
- biopelículas transparentes que reemplazan film plástico
- recubrimientos comestibles
- envases moldeados con pulpa
Recientes innovaciones permiten obtener películas de celulosa con propiedades de barrera mejoradas que pueden prolongar la vida útil de alimentos perecederos. A diferencia de muchos plásticos, los envases celulósicos pueden reciclarse varias veces sin perder integridad, cerrando el círculo de forma eficiente.
Otro campo en auge es el de los materiales a base de algas marinas. Las algas, especialmente las pardas, crecen rápidamente sin demandar agua dulce ni fertilizantes, lo que las convierte en una materia prima sustentable de gran potencial.
Un ejemplo es Notpla, una startup británica cofundada por ingenieros españoles, ha demostrado el valor de las algas creando un material de empaque 100% biodegradable, compostable e incluso comestible.
La marca tiene un producto conocido como Ooho, son burbujas o cápsulas hechas de extractos de algas que pueden contener líquidos y consumirse directamente. Degradan naturalmente en semanas, como si fueran una cáscara de fruta.
Además de cápsulas, desarrollan recubrimientos para cajas de comida para llevar, sustituyendo laminados plásticos, y películas flexibles para porciones de condimentos, todo a base de algas. Las algas son consideradas un “material del futuro” por su abundancia y porque incluso contribuyen a absorber CO₂ y mitigar la acidificación marina durante su cultivo.
En resumen, las soluciones naturales en packaging, desde celulosa hasta algas y cáscaras vegetales, están revolucionando el sector alimentario hacia un modelo más sostenible. Aunque persisten desafíos, el panorama para 2025 es de crecimiento acelerado en biopackaging, impulsado por la presión regulatoria y la preferencia del consumidor por productos más ecológicos.

Expansión de productos reutilizables
La industria del packaging de consumo se enfrenta a una presión cada vez mayor para cumplir con los objetivos de sostenibilidad ambiental cada vez más exigentes, impulsados por la demanda de los consumidores y la presión regulatoria para cumplir con las reducciones de la huella de carbono y los desechos.
El reuso de envases cobra fuerza en 2025 como parte integral de la economía circular del sector alimentario. Frente al modelo lineal de “usar y tirar”, cada vez más empresas y consumidores abrazan envases reutilizables que pueden recircular docenas de veces.
De hecho, estudios de mercado muestran que el interés de los consumidores por opciones reutilizables está en aumento constante, impulsando a la industria a innovar en este ámbito.
Un envase retornable bien diseñado, ya sea una botella de vidrio, un contenedor plástico duradero o un frasco metálico, puede ser utilizado 50 a 100 veces antes de salir de circulación, reduciendo drásticamente la generación de residuos en comparación con 50-100 unidades descartables.
Esta durabilidad, sin embargo, viene acompañada de desafíos logísticos: es necesario implementar sistemas de retorno, limpieza y reventa o relleno eficientes para que el ciclo cerrado funcione.
Las empresas que priorizan la innovación, la transparencia y la adaptabilidad probablemente obtendrán una ventaja competitiva a medida que los consumidores se vuelvan más exigentes respecto del impacto ambiental de los productos que compran.
La implementación del REP devolverá la responsabilidad del final de la vida útil de los envases a las marcas y garantizará la selección de las opciones con menor huella de carbono, así como su reciclabilidad.
Esto eliminará algunos envases que, aunque puedan parecer sostenibles, en realidad generan una mayor huella de carbono, añade.
En este panorama en constante evolución, las tecnologías digitales, desde la IA hasta la cadena de bloques para la transparencia de la cadena de suministro, desempeñarán un papel crucial en la transformación de la forma en que se producen, gestionan y eliminan los envases.
El enfoque debe ser que los residuos sean cosa del pasado: todo lo fabricado debe producirse con un fin de vida útil sostenible como eje central. La respuesta de la industria a los problemas globales de los residuos plásticos será un factor determinante en los próximos años.
Los envases deberán equilibrar cada vez más la sostenibilidad con la experiencia del consumidor, lo que los convierte en un área dinámica tanto para la innovación como para la regulación.
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