El ecodiseño en packaging (o diseño ecológico) es un proceso que busca minimizar el impacto ambiental de un producto a lo largo de todo su ciclo de vida, desde la obtención de materias primas hasta su disposición final.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), alrededor del 30% de las emisiones de carbono a escala global provienen de la producción de bienes y su transporte, con el packaging como uno de los sectores de mayor uso de plásticos de un solo uso.
En este contexto, las políticas de varios países de América Latina, incluido México, han comenzado a incentivar el uso de materiales reciclados o biodegradables, fomentando así la adopción de prácticas de ecodiseño en la industria de empaques.
Principios del ecodiseño en la industria alimentaria
Para los proveedores y fabricantes de empaques dirigidos al sector de alimentos y bebidas, los principios de ecodiseño incluyen:
- Selección de materiales sostenibles: Preferir fuentes renovables y/o recicladas que reduzcan la dependencia de polímeros vírgenes basados en petróleo.
- Optimización de recursos: Minimizar el uso de agua, energía y químicos en los procesos de producción.
- Logística eficiente: Diseñar envases que optimicen el almacenamiento y la distribución para reducir la huella de carbono.
- Facilidad de fin de vida: Incorporar atributos que faciliten la separación y el reciclaje, o que aceleren la biodegradación en condiciones de compostaje industrial o doméstico.
Aplicar estos principios no solo favorece la preservación de los ecosistemas, sino que también genera beneficios económicos y de imagen de marca. Empresas que se posicionan como “verdes” o sostenibles adquieren una ventaja competitiva en un mercado que valora cada vez más la responsabilidad social corporativa.
La oportunidad de las cáscaras de piña en México y Latinoamérica
México ocupa un lugar destacado en la producción de piña en el mundo. De acuerdo con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), el país produjo alrededor de 1.2 millones de toneladas de piña en 2022.
Gran parte de esta producción se concentra en estados como Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Chiapas. A nivel global, Costa Rica lidera la exportación de piña, generando también un gran volumen de residuos poscosecha.
Cuando se procesa la piña para su consumo o para la industria alimentaria (por ejemplo, jugos, conservas o fruta envasada), casi un 30-40% del peso del fruto se descarta como residuo orgánico (principalmente cáscara y corazón).
Este desecho supone un importante desafío ambiental: si no se maneja adecuadamente, puede fermentar en vertederos y liberar metano, un gas de efecto invernadero con alto potencial de calentamiento global.
En este contexto, revalorizar la cáscara de piña y transformarla en un material con valor agregado como el empaque biodegradable abre oportunidades de negocio y contribuye a una economía circular más eficiente.
Procesos de transformación: de residuo orgánico a biopolímero
Para que la cáscara de piña se convierta en un envase biodegradable, suele seguirse un proceso de transformación que involucra etapas de extracción, purificación y mezclado con otros componentes para mejorar sus características físico-mecánicas.
A grandes rasgos, el esquema es el siguiente:
- Recolección y clasificación: Se recolectan las cáscaras y se descartan las partes que no puedan ser aprovechadas. Es fundamental el control de calidad para evitar contaminación con tierra u otros residuos que puedan interferir en la etapa posterior de procesado.
- Pretratamiento y limpieza: Las cáscaras de piña se lavan para eliminar suciedad y restos de pesticidas. Posteriormente, se someten a un proceso de triturado o desmenuzado para facilitar la extracción de fibra.
- Extracción de la fibra: Se separan los componentes fibrosos (celulosa, hemicelulosa y lignina) que son de interés para crear un biopolímero. Este paso puede involucrar métodos mecánicos, enzimáticos o químicos (con sustancias alcalinas o ácidas suaves) para obtener una fracción fibrosa con buen nivel de pureza.
- Blanqueamiento y refinado: A menudo, la fibra extraída se blanquea para homogeneizar su color y eliminar componentes no deseados. El blanqueamiento químico debe hacerse bajo condiciones estrictas para minimizar el impacto ambiental y cumplir con estándares de inocuidad en el sector alimentario.
- Formulación con aditivos: La fibra de piña, ya blanqueada y refinada, suele mezclarse con otros biopolímeros (almidón de maíz, poliláctico, quitosano, etc.) o con agentes plastificantes (por ejemplo, glicerol) que le confieren propiedades como flexibilidad, resistencia a la tracción y menor permeabilidad al agua.
- Moldeado o extrusión: Dependiendo del producto final (láminas, bandejas, botellas o recubrimientos), el material se moldea a través de inyección, extrusión o termoformado. Este proceso genera el empaque con características similares a las de los plásticos convencionales, pero con la ventaja de ser compostable y/o biodegradable en condiciones adecuadas.
Este conjunto de etapas se puede realizar tanto a escala piloto como en plantas industriales que cuentan con la infraestructura necesaria (reactores, prensas, líneas de extrusión, etc.). El reto para la industria es industrializar el proceso de manera rentable y repetirlo con la consistencia y calidad requeridas por los clientes corporativos.
Normativas y certificaciones para empaques biodegradables
En el contexto de la industria de alimentos y bebidas, la validación y certificación de los envases biodegradables es un tema crucial. Algunas de las certificaciones y estándares que se consideran relevantes en Latinoamérica incluyen:
- Certificación Compostable EN 13432 (Europa): Verifica la capacidad de los materiales para descomponerse en un sistema de compostaje industrial sin dejar residuos tóxicos.
- Certificación BPI (Biodegradable Products Institute, Estados Unidos): Reconoce productos que se biodegradan en instalaciones de compostaje comerciales.
- NOM aplicables en México: Aunque no existe una NOM específica para empaques biodegradables, los fabricantes deben cumplir con la NOM-251-SSA1-2009 (prácticas de higiene) y la NOM-201-SSA1 (sobre envases de alimentos), entre otras, para asegurar que no haya migraciones de sustancias nocivas.
- Regulaciones locales y estatales: Varias entidades federativas en México han decretado leyes que prohíben el uso de plásticos de un solo uso y promueven la adopción de alternativas sostenibles. Cada vez más, estas regulaciones exigen comprobar la compostabilidad o biodegradabilidad real de los envases.
Para el mercado alimentario, contar con certificaciones reconocidas internacionalmente resulta esencial para exportar o proveer a multinacionales que operan bajo estándares globales de calidad y sostenibilidad.
Recomendaciones para empresas interesadas en incursionar en el ecodiseño de packaging con cáscaras de piña
- Realizar estudios de factibilidad: Antes de emprender un proyecto industrial, es fundamental evaluar la disponibilidad de materias primas, estimar costos de producción y analizar la demanda de mercado.
- Colaborar con instituciones de investigación: Vincularse con universidades y centros de innovación que tengan experiencia en transformación de fibras agroindustriales puede acelerar el desarrollo de tecnologías y la obtención de patentes o licencias.
- Buscar certificaciones tempranas: Para incursionar en mercados internacionales, conviene buscar certificaciones de compostabilidad y seguridad alimentaria lo antes posible en el proceso.
- Generar alianzas con productores: Negociar convenios con productores o procesadores de piña para asegurar un suministro constante de cáscaras, reduciendo así riesgos logísticos.
- Invertir en marketing y educación: Explicar los beneficios del ecodiseño y la biodegradabilidad a los clientes, socios y consumidores finales, reforzando el valor diferencial del producto.
El ecodiseño en packaging con cáscaras de piña representa una solución innovadora y viable para reducir la contaminación plástica y fomentar la economía circular en la industria alimentaria.
A medida que la tecnología avanza y los costos de producción disminuyen, estos envases biodegradables podrán convertirse en una alternativa competitiva para el sector.
Las empresas que adopten estas estrategias sostenibles no solo contribuirán a la reducción del impacto ambiental, sino que también fortalecerán su posición en un mercado global cada vez más enfocado en la sostenibilidad.